Moneda SUR: Un primer paso hacia la necesaria integración económica regional
A principios del año pasado, el actual presidente de Brasil (en aquel entonces candidato), Luiz Inácio Lula da Silva, promovió la creación de una moneda común en América Latina como herramienta para ampliar las relaciones entre los países de la región y destruir el ancla de dependencia política que significa el dólar estadounidense.
Esta antigua, pero vigente, idea comenzó a tomar cuerpo en un oportuno escenario geopolítico de pérdida de hegemonía de la divisa norteamericana y, en consecuencia, de un aumento de la injerencia imperialista en Nuestra América que se vio reflejada en golpes de estado (Bolivia, Perú), intervención del poder judicial en Brasil, intromisión del FMI en Argentina, bloqueos económicos y atentados terroristas (Venezuela, Cuba, Nicaragua), entre otras acciones de claro avance de los Estados Unidos con la intención de profundizar la explotación y el saqueo sobre nuestros pueblos y nuestra tierra.
En estos días, la integración económica regional, y la moneda común como parte de la misma, constituyen una necesaria y urgente respuesta geopolítica defensiva al brutal avance imperialista.
Contexto
Durante la etapa expansionista del imperio norteamericano, específicamente en 1971, el gobierno de Richard Nixon emitió un paquete de medidas (conocidas como “Nixon shock”) donde, entre otras cosas, rompió unilateralmente el pacto de Bretton Woods que regulaba el precio, tipo de cambio, de las monedas de los países firmantes según el resguardo en oro que cada uno poseía en reservas comprobables. Sucede que, para ese entonces, los EEUU contaban con una posición dominante en las finanzas globales, como resultado de las guerras en Asia y Europa, y la necesidad de contar con resguardo en oro para su emisión monetaria significaba una barrera a su voluntad imperialista de posicionar al dólar como moneda global.
Entonces, desde aquel momento, la cantidad de emisión del dólar y su precio quedaron atados a la voluntad política de los gobiernos de Estados Unidos, y su único resguardo de valor válido fue (y es) el poder de sometimiento de su aparato militar; el pentágono. No existe ningún otro fundamento, o explicación técnica, para la determinación del valor del dólar a lo largo y ancho del mundo. Es netamente una imposición política.
Este esquema se perfeccionó en Nuestra América durante la década del 90, luego de sucesivas invasiones militares encubiertas y golpes de estado, orquestados y financiados desde el norte, que tuvieron como resultado gobiernos alineados a la Casa Blanca que tomaron empréstitos millonarios con el Fondo Monetario Internacional (FMI) a fin de generar dependencia y dolarización en las economías locales. La estrategia de dominación tiene como fin último obligar a cada uno de los países a acrecentar sus exportaciones mediante una explotación desmedida de sus bienes comunes para hacerse de los dólares necesarios para pagar deudas y abastecerse de bienes y servicios mediante importaciones. Esta presión exportadora y escasez planificada de divisas tuvo, y tiene, como resultado países subdesarrollados industrialmente (con todas las consecuencias sociales negativas que esto conlleva) y extremadamente explotados mediante un extractivismo feroz y creciente.
La Moneda SUR es una correcta respuesta geopolítica a esta situación dado que puede resultar una herramienta eficaz para disminuir la dependencia al dólar norteamericano.
Moneda SUR
El proyecto de Moneda SUR, actualmente negociado entre los gobiernos de Brasil y Argentina, se trata de lograr instalar una moneda común para el intercambio comercial entre ambos países.
Vale aclarar que esta “moneda común”, es algo muy distinto a lo conocido como “moneda única” (euro, por ejemplo) que, a diferencia de la primera, reemplaza a las monedas locales. Para la implementación de una moneda única se necesita contar con una política monetaria y comercial unívoca entre todos los países miembros, lo que conlleva tasas de intereses e índices de precios similares. En otras palabras, requiere una política económica centralizada que tiene como riesgo, y debilidad, el hecho de que el o los países con mejores condiciones de desarrollo preexistentes serían ampliamente beneficiados, generando nuevas relaciones de dominación y dependencia, como sucede en la experiencia de la Unión Europea.
En cambio, la moneda común se trata de una compartida, en este caso entre Brasil y Argentina, que puede ser utilizada para inversiones en conjunto o relaciones comerciales entre ambos países.
Los beneficios son múltiples y superiores, cuantitativa y cualitativamente, a los riesgos y debilidades que se pueden presentar:
- En primer lugar, utilizar una moneda común para el intercambio comercial achicaría el peso de la dependencia de dólares para ambos países, al mismo tiempo que debilitaría la divisa del país opresor. En el año 2022, Brasil vendió bienes y servicios a la Argentina por un total de 16,000 millones de dólares, mientras que, a la inversa, Argentina vendió por un total de 12,600 millones. De existir una moneda común, ambas naciones se podrían ahorrar la necesidad de contar con, al menos, 12,600 millones de dólares dado que los bienes tranzados compensarían ese monto. Estas son cifras significativas en importancia para alivianar el peso de la dependencia al dólar y los organismos multilaterales de crédito (por ejemplo, para la Argentina es equivalente al 30% de sus reservas internacionales, siendo Brasil su principal socio comercial).
- En segundo lugar, la moneda común impulsaría el aumento del comercio entre Brasil y Argentina ya que se evitarían los grandes problemas que ocasionan la autorización o el acceso a las divisas para las empresas involucradas en las compras y ventas. También, porque la existencia de una moneda en conjunto facilitaría la realización de inversiones binacionales que potencien el desarrollo económico y las relaciones comerciales de ambos países sin necesidad de la injerencia de organismos multilaterales, o transnacionales, de crédito.
- También, porque dados los beneficios de la moneda común y el aumento del intercambio, se podría avanzar fácilmente hacia el equilibrio comercial entre las naciones (en el año 2022 Argentina tuvo un déficit de 3,365 millones respecto a Brasil).
- Lo más importante es que, la moneda común, podría ser el primer paso hacia una integración regional y complementariedad económica que involucre a más países de Nuestra América. Esto convertiría a la Patria Grande del Caribe y América del Sur en un actor político económico relevante en el nuevo mapa multipolar.
Finalmente, vale resaltar que, a fin de no caer en la volatilidad e incertidumbre característica de las monedas de economías no desarrolladas, el respaldo de emisión original debería constituirse en base a la producción de los países miembros (acuerdo de precios de materias primas y principales bienes negociables). De esta manera, el valor de la moneda quedaría atada a la producción, al trabajo, y no a la especulación de los mercados financieros. En principio, la inconvertibilidad de la moneda es una necesidad para evitar el sabotaje del poder financiero global.
La moneda Sur, sin duda, puede resultar una gran herramienta política para, de una vez por todas, avanzar en el objetivo de una Patria Grande unida y desarrollada económica y socialmente. La característica complementaria de sus economías y recursos naturales actuando en conjunto, abren la posibilidad de un desarrollo explosivo para sus Pueblos. Todo aquello que hoy, separados, nos debilita en beneficio del opresor, unidos nos fortalece y libera. Pero, como sucede con todas las herramientas, su resultado dependerá de la voluntad política de quien las maneja.
Fuente: United World International