Los cubanos de Miami en el imaginario latinoamericano
Como les es característico, los cubanos radicados en Miami y su descendencia, sin el menor tapujo, realizaron la manifestación que mejor los identifica: La celebración dela muerte de Fidel Castro. Para los latinoamericanos, pueblos de hondas raíces cristianas, eso es insólito. Conocíamos de su anticomunismo, de su actitud antidemocrática e intolerancia, pero, nunca imaginamos esta dantesca manifestación.
Ellos, acostumbrados a frenar tanto al intercambio cultural del arte y como a los artistas latinoamericanos contestatarios con los Estados Unidos, en esta ocasión juzgaron hasta a Dios, por lo benigno que fue con el líder revolucionario. ¡Qué bueno y qué ejemplo que, ese gigante, aun muerto se pueda presentar como su antípoda! Para todos, inclusive sus más acérrimos y sesudos opositores reconocen la entrega, solidaridad y compromiso con los más desvalidos que les caracterizó y ven como esa celebración empequeñece a esos engendros de Lucifer.
Esos señores de Miami ven en ese deceso el último escollo hacia la vuelta de los bienes y posiciones ostentados antes de la Revolución Cubana. Son gentes prácticas. Esta actitud les sirve de soporte y nunca les permitirá reconocer las grandes dotes de aquel gran adversario y los logros alcanzados por ese heroico pueblo. Es claro, en ese Estado norteamericano se asentaron los más acendrados sentimientos y pensamientos de maldad contra todos intentos libertarios de cualquiera de los pueblos al Sur de Río Bravo.
El anticastrismo, principal acicate de las políticas estadounidenses hacia el régimen cubano desde 1959, más que una posición política aun constituye un modo de vida. El cuentecito del radicalismo allí, es sostén de muchas riquezas y constantes entradas de recursos generadores de empleos. Esto no es un secreto para los gobernantes norteamericanos. Las agencias de seguridad de ese país aprovechan su descaro, falta de honestidad y viveza, Así la conveniencia es doble. Ponen a los latinoamericanos furibundos de las peores calañas a contrarrestar las más nobles aspiraciones de igualdad que pululan y crecen entre nosotros.
Siempre vimos con expectación los cacareos y las prácticas imposiciones a los gobiernos norteamericanos de los habitantes del Sur de la Península de Florida sobre política hacia Cuba y otros países o personas que intentaron salir del redil por ellos creados. Cuando pudieron, realizaron actos terroristas. Nunca pagaron por sus tropelías; todo lo contrario. Encontraron oídos sordos contra las denuncias que se les hicieron. La justicia se destapa un ojo y se convierte en sorda, cuando se trata de ellos, para tomar decisiones acorde con los intereses que esta representa.
Para los gobiernos latinoamericanos el temor a reacciones adversas de esas camarillas dictatoriales vestidas de democráticas de Miami, hasta ahora, son más difíciles de tratar que las mismas autoridades estadounidenses, las cuales muchas veces son torpes con nosotros. Protegidos por los norteamericanos el alcance de nuestras justicias es prácticamente inaccesible a ellos. De ninguna manera Cuba debe abrirse a esos maliciosos. Más bien, una relación sana con los Estados Unidos debe exigir, por parte de la isla, el enjuiciamiento por los desafueros cometidos por esa gente y el control de los bocones. Estas medidas garantizaron unas verdaderas y sanas relaciones bilaterales cubano-estadounidenses.
El pueblo cubano no debe dejarse engañar. Los grandes logros alcanzados por su sociedad no deben permitir que se lo arrebaten. Sus limitaciones son reconocibles. Comparadas con las de los otros pueblos latinoamericanos son manejables. El manejo de las subsiguientes políticas debe hacerse acorde con sus principios, aunqunque tenga añadido un intercambio comercial y cultural más fluido con las demás pueblos hermanos y los Estados Unidos. Deben seguir siendo los forjadores de su futuro. Las recias prefabricadas, las que nos han impuesto a todos los demás pueblos, sólo han traído empobrecimiento, desigualdades y muertes.
El imaginario que a través de imposiciones, mentiras y manipulaciones han impuesto los cubanos radicados en Miami, debemos ponerlo en una balanza opuesta a lo que significa Fidel para nosotros. De estas, debemos fortalecer a las que más se inclinen hacia las aspiraciones más profundas de las convicciones culturales y religiosas aceptadas. Nuestras élites siempre decidieron por las conveniencias suyas, más que por las nacionales. De ahí el enorme poder de esos grupúsculos tan dañinos de Miami.