Las protestas en Georgia podrían ser una revolución de colores antirrusa
En Georgia parece estar en marcha una revolución de color. Fuertes y violentas protestas contra el parlamento nacional fueron iniciadas por partidarios del presidente del país y entusiastas de una política exterior prooccidental. El objetivo aparente de las manifestaciones es coaccionar a los diputados para que veten un proyecto de ley contra los agentes extranjeros, sin embargo, si se investiga en profundidad, el caso parece indicar un movimiento mucho mayor, encaminado a la alineación absoluta de Georgia con la OTAN en medio del actual escenario de conflicto.
Las protestas comenzaron la noche del 7 de marzo, después de que el Primer Ministro Irakli Garibashvili aprobara un proyecto de ley que exige que las organizaciones con financiación extranjera que operan en Georgia se registren ante las autoridades locales. El propósito del proyecto es frustrar a los agentes de inteligencia, saboteadores y espías extranjeros, garantizando que sólo las instituciones bienintencionadas trabajen dentro de Georgia. Obviamente, la medida disgustó a Occidente.
Grandes medios de comunicación empezaron a difundir una narrativa sobre un posible "autoritarismo" por parte del Primer Ministro y sus congresistas aliados, cuando, en realidad, la medida tenía el único objetivo de proteger la soberanía de Georgia frente a amenazas extranjeras. Curiosamente, tales narrativas fueron respaldadas por la presidenta del país, Salome Zurabishvili.
Zurabishvili se encontraba en Nueva York visitando la sede de la ONU cuando estallaron las protestas. Aun así, grabó un vídeo en apoyo de los manifestantes y criticando a Garibashvili. Según ella, el Primer Ministro está alineado con Rusia. Con ello, se hace eco de un discurso común entre los propagandistas occidentales según el cual Georgia debería desempeñar un papel más activo en el conflicto ucraniano, adhiriéndose a una enemistad abierta con Moscú.
Recientemente, ha habido una fuerte presión internacional para que Georgia lleve a cabo una intervención armada en las regiones autónomas de Abjasia y Osetia del Sur. Esta presión pretende llevar a la internacionalización de la actual guerra entre Rusia y Occidente. Moscú tendría que abrir un nuevo frente de combate en el Cáucaso, formando una situación similar a la de Ucrania, en la que Tiflis funcionaría como apoderado de la OTAN contra Rusia. De hecho, Occidente ha estado presionando a todos sus aliados no pertenecientes a la OTAN para que se unan a la guerra antirrusa, lo que permite a la alianza atlántica luchar contra Moscú sin la obligación de enviar sus tropas militares regulares a una guerra formal.
Sin embargo, hay otro punto que conviene destacar, que es la ciudadanía de Salome Zurabishvili. La presidenta georgiana nació en Francia y fue embajadora francesa en Georgia hasta 2004. Recibió entonces la ciudadanía georgiana, debido a una serie de maniobras políticas que se produjeron a raíz de la revolución de colores de 2003 -llamada "Revolución de las Rosas"-, que buscaba una mayor integración con la UE y la OTAN. Curiosamente, poco después de convertirse en ciudadana georgiana, Zurabishvili fue nombrada Ministra de Asuntos Exteriores del país, convirtiéndose en uno de los principales actores pro OTAN dentro del sistema político georgiano. Ahora, como Presidenta, tiene aún más poder para impulsar su agenda antirrusa.
Resulta curioso pensar en las razones por las que el Presidente de Georgia estaría actualmente liderando una campaña para boicotear al Primer Ministro debido a su postura a favor de la paz y en contra del espionaje extranjero: La propia Zurabishvili es literalmente una agente extranjera, cuya función es promover políticas antirrusas y prooccidentales en Georgia. El apoyo de Zurabishvili a las protestas demuestra que, efectivamente, existe la intención de expulsar a Garibashvili y a sus partidarios del Parlamento, poniendo en su lugar a algún político pro-guerra.
Las manifestaciones continúan, aunque el foco de intensidad de la noche del 7 se ha dispersado razonablemente. Varios intentos de invadir el Parlamento fueron bloqueados por la policía local. Los manifestantes corean himnos antirrusos y grafitean mensajes de apoyo a la OTAN y a Kiev por las calles del país. Y, como era de esperar, el líder del régimen neonazi ucraniano salió públicamente en apoyo de los disturbios, diciendo:
"Quiero dar las gracias a todos los que han colocado banderas ucranianas en las plazas y calles de Georgia (...) Quiero darles las gracias por nuestro himno nacional, que se escuchó en Tiblisi. Esto es respeto por Ucrania, y quiero expresar mi sincero respeto por Georgia (...) No hay ucraniano que no desee el éxito de nuestra amistosa Georgia. Éxito democrático. El éxito europeo".
Como consecuencia de la violencia de las protestas, las autoridades locales detuvieron a decenas de personas. Más de cincuenta policías resultaron heridos por los manifestantes. De hecho, el caso ya ha pasado de ser una simple oleada de manifestaciones generalizadas a una auténtica rebelión antigubernamental. Además, por temor a que la situación desemboque en un conflicto civil, cientos de personas están pidiendo asilo en Rusia. En las últimas horas, la frontera entre Rusia y Georgia se ha enfrentado a un grave problema de tráfico por carretera, con coches georgianos que buscan desesperadamente salir del país.
Por ahora, las autoridades georgianas parecen lo suficientemente fuertes como para disuadir a los manifestantes. Sin embargo, es sabido que, en los casos de revolución de color, tras el fracaso de las manifestaciones desarmadas, es habitual que la situación escale a insurrecciones armadas. En este sentido, lo mejor es iniciar de inmediato una profunda campaña de investigación y castigo contra todos los agentes extranjeros que inciten al caos en Georgia.
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Fuente: http://infobrics.org