La rebelión contra el mundo moderno de Steve Bannon
Primer análisis de la apostasía de Trump
Trump se prepara para nuevas invasiones, y sin ninguna consulta con Rusia e incluso en contra de ella. Esto significa un cambio brusco en su posición. Indirectamente, muestra una vez más que Trump no tenía ningún apoyo ruso, pero la presión del Pantano sobre él, las falsas noticias sobre los hackers rusos, funcionaron: de ahora en adelante, expresar cualquier simpatía hacia a los rusos, por cualquiera, es visto en los EE.UU. como “Crimen de Estado”. Por supuesto, tras el ataque sobre las tropas de Assad y el envío del escuadrón a las costas de Corea del Norte, y especialmente después de la destitución de Steve Bannon, todas las sospechas de la deslealtad de Trump hacia el Gobierno Mundial y la élite global han sido eliminadas (esto ha sido expresado y reconocido directamente por el universalmente reconocido presidente del lobby globalista, Farid Zacharias). Al mismo tiempo, la rusofobia en los Estados Unidos y los países occidentales continuará y sólo crecerá. Una campaña de mentiras es sobrepasada por otra en el tiempo. Pero esta es la sociedad post-industrial de la información, lo que buscábamos. Bienvenido al mundo virtual. La realidad es abolida como algo obsoleto. En una palabra, Trump llegó al poder no con el apoyo de Putin, algo que ahora está claro. Sin embargo, nadie le quita la culpa a Putin. Por el contrario, es más culpable que nunca. Gran giro.
Después de que Trump girara 180 grados en relación a todo su programa electoral, bases y retórica, uno debería preguntarse: ¿qué fue ese espectáculo? Ya que Trump se convirtió en un títere en manos de los neocons tradicionales tan rápida y fácilmente, todos los hechos anteriores deben ser repensados. La versión más simple es el conflicto entre los dos polos en el entorno Trump: su yerno, el sionista Jared Kouchner, por un lado, y Stephen Bannon, por el otro. Eso nos lleva a una nueva terminología: "kuchneristas" y "bannonitas". Por supuesto, es una simplificación máxima, pero es bastante reveladora.
Ideológicamente, en los Estados Unidos hay dos centros ideológicos principales: el CFR y los neocons. Juntos forman el Pantano. Ellos determinan la mentalidad de las élites políticas y económicas, controlan el sector de la información y la educación. Son el software del Estado norteamericano. Las propias instituciones estadounidenses son el hardware. Donde el software se entrecruza con el hardware, comienza la zona del Estado profundo.
En el otro extremo de este sistema están los estadounidenses comunes. Ellos aceptan en parte el imperativo de esta élite de doble núcleo, y en parte la rechazan, confiando en su propio pensamiento, local, fragmentario, de la vieja América.
Obviamente, en la campaña electoral Trump apeló a estos viejos americanos, y les prometió una revolución contra el sistema, incluyendo sus dos polos: el CFR y los neocons.
Ahora la pregunta es: ¿de dónde sacó esto Trump? Para desarrollar tal modelo de campaña presidencial, los miles de millones de dólares y la energía personal no son suficientes. Se trata de ideología. Y la ideología es cosa extremadamente delicada, es imposible inventarla mediante una orden. Y ninguna gerencia de relaciones públicas puede reemplazarla por tecnologías políticas. Ahí es donde llegamos al fenómeno de Bannon, Breitbart, Alex Jones y la Alt-Right. Condicionalmente podemos llamar a este grupo los "bannonitas".
Fueron Bannon y los "bannonitas" quienes sugirieron a Trump, al comienzo de la carrera presidencial, apostar por romper las patrones y declarar la guerra a la élite de doble núcleo. Bannon es el único que estaba listo para esto, porque era un tradicionalista, lo que significa que estaba a una gran distancia filosófica del propio paradigma de la modernidad (como Ezra Pound o Thomas Eliot). Fue él quien explicó a Trump que cualquier estrategia electoral convencional estaba condenada al fracaso: en la carrera sólo es posible ganar si vamos más allá de la ideología dominante -tanto en su versión liberal de izquierda (puramente globalista), el CFR, como su versión de derecha atlantista (unipolar), los neocons.
Toda la campaña de Trump se construyó sobre el rechazo simétrico y sistemático de ambos modelos ideológicos que dominan la élite estadounidense. Contra el atlantismo lineal del imperialismo neoconservador, Trump promovió la idea de renunciar al intervencionismo (que reprochó a todos los presidentes anteriores). Comparó el globalismo del CFR con el realismo clásico en las Relaciones Internacionales (en el espíritu de E.Carr y H.Morgenthau). Es decir, era un retorno a la política estadounidense antes de la era Wilson. Esto es lo que Trump prometió y fue precisamente por esto que los viejos norteamericanos lo apoyaron, identificando en él a su líder en oposición a las "nuevas élites" gobernantes. Tecnológica y conceptualmente la base de la estrategia victoriosa de Trump se llama Stephen Bannon y los "bannonitas" en un sentido amplio. Grande fue el papel de Alex Jones y su portal Infowars.
Pero el 7 de abril de 2017, presenciamos un giro brusco en la política de Trump. En un gesto ha renunciado a la línea anterior, se alejó de los "bannonitas" que lo llevaron al éxito y lo hicieron presidente de los Estados Unidos, y tomó una marcada posición en la línea de los neocons tradicionales. Aquí está lo más importante. Si los "bannonitas" son de hecho un grupo de conservadores aislados y no conformistas, situados a cierta distancia de la modernidad y la posmodernidad, los "kuchneristas", es decir, el yerno del hijo de Tramp, casado con su hija Ivanka, son un concepto completamente vacío, ya que Trump no traicionó a los "bannonitas" en favor de los "kuchneristas", sino que traicionó a los "bannonitas" en favor de los neocons, lo que es otra cosa. Kushner, a diferencia de Bannon, no es nadie, sólo un joven judío rico, que no es nada como personalidad, sin posiciones ideológicas profundas. Simplemente actúa como un vínculo entre Trump y el sionismo con el que simpatizan los neocons, nada más. Y tales vínculos alrededor de Trump (y sin Ivanka y Kushner) están suficientemente presentes.
Si tratamos de encontrar algo parecido a la figura de Trump, la experiencia del temprano Berlusconi en Italia es muy reveladora. El pragmático y bastante cínico multimillonario Silvio Berlusconi, se apoyó en su estrategia electoral en una alianza con aquellos a quienes el establishment italiano liberal, el Pantano italiano, no admitió en la gran política durante décadas. Es decir, en el Movimiento Sociale Italiano, en cuyos orígenes estuvo el tradicionalista Julius Evola y sus seguidores. El jefe del MSI, Gianfranco Fini, hizo una carrera bajo Berlusconi, y Berlusconi mismo entró en la gran política y se convirtió en el jefe del Estado. Pero luego abandonó silenciosamente al MSI, no por razones ideológicas, sino por puro oportunismo. El hecho de que abandonara al MSI se puede entender. Es más difícil imaginar cómo decidió superar el tabú sobre los contactos con la extrema derecha.
En realidad, Trump repitió este movimiento. Y otra vez: el hecho de que traicionara a los "bannonitas" y, junto con ellos, a los viejos norteamericanos, es más que natural. Al parecer, resultó ser un oportunista, y para un oportunista tal comportamiento es bastante lógico. Pero lo importante es otra cosa: ¿cómo decidió ir a un escenario de elecciones presidenciales tan extremo y tan audaz? Y lo más importante: ¿por qué funcionó el concepto de los "bannonitas"?
Esto es lo más importante: tanto el caso de Berlusconi, como en una escala aún más grandiosa, el caso de Trump, muestran el enorme y poderoso potencial de las sociedades occidentales para resistir contra la élite globalista (el Pantano). Este dispositivo se lleva a cabo en el gueto del campo de concentración liberal mundial. ¿Qué tipo de poder de protesta interior contra las élites gobernantes debería haber en una nación americana o europea para responder a tal escala a la llamada de la crítica radical contra el Pantano? El aspecto más importante no es que Trump haya traicionado a la gente, sino que el pueblo norteamericano mostró su voluntad y su decisión de luchar por la dignidad y la grandeza nacionales.
El hecho de que Trump tracionara rápidamente a todos no tiene un significado decisivo para el destino ideológico del mundo. Tal vez ahora él, y no la sangrienta Hilary, será la última gota que acabará con el excesivo crecimiento imperial de los Estados Unidos y enterrará este monstruo globalista. No hay nada personal, tarde o temprano el poder del Pantano, que drenó a Trump, se derrumbará. Pero el hecho de que las ideas de Trump (es decir, esencialmente el programa "bannonita"), provocaran un apoyo tan fuerte de los viejos norteamericanos, es de importancia decisiva. Bannon, a través de Trump, ha desafiado a las élites globalistas y ha encontrado tal comprensión y apoyo en el pueblo estadounidense, que muestra que la gente está lista para despertar del sueño liberal.
Por supuesto, el momento de la revolución conservadora global aún no ha llegado, pero la historia del éxito de Trump muestra que este momento se acerca.
Sí, nos apresuramos a reconocer la irreversibilidad del advenimiento del mundo multipolar, basados en las palabras de Trump. El Pantano sigue siendo poderoso y fuerte. Fue capaz de recodificar al presidente ya en los primeros meses de su estancia en la Casa Blanca. Pero su campaña electoral, que ahora se revela no como su proyecto personal, sino como una operación heroica y exitosa de un grupo de tradicionalistas estadounidenses, es un ejemplo grandioso de la victoria de aquellas fuerzas que se oponen al globalismo y al atlantismo, que luchan contra el CFR y los neocons, contra el Pantano global y el mundo (pos)moderno.
Los "Bannonitas" es el nombre de un sujeto alternativo de la historia mundial. Y esto es muy, muy serio.
Y así la guerra se acerca, pero esta no es la guerra de Donald Trump, sino la misma guerra impersonal de los globalistas y los neoconservadores que fue encabezada por muchos títeres de la Casa Blanca: blanco, negro, derecha e izquierda. Trump ya no está, pero queda Steven Bannon.