La muerte de Daria Dugina como Acontecimiento absoluto
El filósofo alemán Martin Heidegger solía decir que la muerte es el acontecimiento por excelencia, aquel momento cuando la existencia se puede captar en sí y de ese modo superar el aburrimiento que estábamos condenados a sufrir en esta época de olvido del ser. Quizás nada puede devolvernos mejor a la realidad – en un mundo donde el ser ha terminado por ocultarse detrás de los dispositivos y pantallas informáticas – que la muerte de alguien cercano o conocido. Sin duda, la muerte toca lo más profundo de nuestro espíritu y en cierta forma nos devuelve a un fragmento de lo que nosotros mismos somos.
Cuando me enteré de la muerte de Daria Platonova (Dugina) hace unas semanas no lo podía creer: la vida de alguien a quien conocía había sido segada de golpe en un atentado terrorista cometido al parecer por agentes ucranianos que buscaban dar un golpe mediático. Consiguieron su objetivo, pues la muerte de Daria terminó por ser publicitada a nivel mundial por todos los medios de comunicación. La narrativa que dominó en la mayoría de las noticias que llegaron a mí país (Colombia) es que se trató de la muerte de la hija del “Rasputín de Putin”, Alexander Dugin, un intelectual peligroso cuyas doctrinas alimentan el imperialismo ruso en el Cáucaso, Ucrania y Asia Central. No obstante, quienes conocemos a las personas que los medios de comunicación tratan de transformar en los monstruos del momento, sabemos muy bien que esto no es así. He sido traductor de muchos de los textos de Dugin al español e incluso traduje uno que otro texto de Daria. Tanto Dugin como su hija han dedicado toda su vida a luchar contra el imperialismo occidental e influir en la opinión pública rusa. Una tarea bastante amarga si tenemos en cuenta los graves obstáculos que ha tenido que enfrentar su familia desde el final de la era soviética (Alexander Dugin fue un disidente del comunismo) hasta ahora, cuando los medios y la prensa del “mundo libre” parece que han puesto precio a la cabeza del “filósofo más peligroso del mundo”.
La vida de Daria fue cortada precisamente por los medios de comunicación y la desinformación rampante que atraviesa este mundo digital. Esta histeria no solo afecta a la gente de pie, sino principalmente a los intelectuales que apoyan el sistema. Las clases ilustradas occidentales y sus epígonos en otras partes del mundo han absorbido esa narrativa de forma acrítica. Situación que se hace mucho más grave si tenemos en cuenta que existen estudios y libros publicados por profesores universitarios que desmienten muchos de los supuestos vínculos que tenían Daria y su padre con los centros de poder rusos. Me vienen a la mente los textos de Laurene Marllene, Marc Sedwick y Benjamin Applebaum en donde queda claro que Alexander Dugin no tiene una influencia directa sobre Putin y que la relación entre ambos es más bien informal. La mayoría de toda esta desinformación sin duda proviene de fuentes periodísticas poco precisas que más bien remiten a libros poco rigurosos que nada saben del contexto político e intelectual ruso. Solo hay que ver como Amazon – que prohíbe la venta de los libros de Alexander Dugin – se apresuró a publicar toda clase de chatarra ideológica sobre la muerte de Daria. En cierta forma, los periodistas de hoy no son más que robots programados por la IA y que ya no dicen sino aquello que les está permitido.
Dejando de lado ese velo de desinformación que ha terminado por predominar en las noticias, aquellos que conocieron a Daria Platonova pueden dar una imagen muy diferente de la misma. Nunca tuve el placer de conocer a Daria en persona, pero me comuniqué varias veces con ella. Intercambiamos mucha información entre nosotros: desde libros y referencias hasta proyectos e ideas. Daria habló conmigo muchas veces debido a que organizamos varios congresos sobre geopolítica y relaciones internacionales durante los meses de cierre durante la pandemia. En ese entonces los eurasiáticos rusos estaban muy interesados en ampliar sus contactos en nuestro continente con la intención de crear un paradigma alternativo al liberalismo y el progresismo que domina en nuestros países. En ese entonces tuve la oportunidad de hablar con Daria: era una mujer alegre, optimista, comprometida y llena de vida. Quienes la conocieron en persona incluso la consideraban una especie de musa, una de las pocas que puede existir hoy. Para mí el contacto con ella fue un recordatorio de que toda lucha requiere de mucho esmero y esfuerzo. Su muerte también me recordó el significado de toda lucha: nunca triunfaremos si no hacemos sacrificios.
Todos los que defendemos la multipolaridad, la Cuarta Teoría Política, la Noomajía, el tradicionalismo y el regreso de lo divino sin duda somos enemigos del mundo secular, unipolar y moderno que ha creado la sociedad abierta occidental. En un momento en que este sistema ha entrado en crisis, todos los que nos oponemos a él terminaremos por ser cazados y juzgados tarde o temprano. El martirio de Daria es un recordatorio de ello: la muerte nunca esta lejos y pronto tocará a nuestras puertas. La pregunta real es: ¿cómo la asumiremos cuando esta llegue? ¿Con un espíritu de heroísmo y sacrificio siguiendo el ejemplo de Daria o plegándonos ante el sistema para ser sus esclavos y seguir viviendo en un mundo sin sentido? Esa decisión será el Acontecimiento por excelencia que de sentido no solo a nuestras vidas, sino a la historia del futuro.