La manzana del salvador
La expresión de la «Manzana del Salvador» sin duda nos puede dejar perplejos cuando la escuchamos: ¿cómo es posible que los elevados y estrictos dogmas del calendario eclesiástico estuvieran tan en sintonía con la vida popular de los campesinos (en la época de la cosecha) para que apareciera una combinación de palabras tan extrañas y al mismo tiempo tan rusas y alegres? Normalmente, nadie reflexiona sobre estos temas. Los eclesiásticos obtusos y aferrados al puro racionalismo simplemente se encogen de hombros con irritación pensando que no otra cosa se puede esperar de los «incultos ignorantes», mientras que la gente sencilla se apresura a santificar los frutos de la tierra sin prestar atención a las sutilezas de la metafísica. Sin embargo, haremos el intento de describir este problema.
«La Manzana del Salvador» es el nombre de la gran fiesta de la Transfiguración del Señor. En el icono vemos al Salvador en el centro de un enorme círculo. Junto a Él, en las montañas a sus lados, están las figuras del Profeta Moisés y del Profeta Elías. Debajo están los tres Apóstoles elegidos – Pedro, Santiago y Juan – que presenciaron el milagro y se cubrieron el rostro de horror y temblor ante la visión de la Luz Increada (según la enseñanza de San Gregorio Palamas) del Tabor.
En el círculo, donde está Cristo transfigurado en su naturaleza divina vemos rayos y, a menudo, una gran estrella de cinco puntas volcada, así como muchas estrellas más pequeñas.
¿Qué significa el círculo del icono? Es la Luz divina (rayos) y el cielo (estrellas). Y los griegos entendían que el cielo (οὐρανός) significaba el mundo entero (κόσμος). El fundador del monacato cristiano occidental, el venerable Benito de Nursia, en medio de la noche, contempló la luz divina y en ella un pequeño mundo que parecía de juguete ante la absoluta majestad de la Divinidad. La luz y el círculo celeste-cósmico están estrechamente relacionados, conceptual y pictóricamente.
El mundo es la «periferia lejana de Dios». Se podría decir que está infinitamente alejado de él y, sin embargo, es Dios quien es su centro.
Así, el círculo en el que se sitúa Cristo en el icono de la Transfiguración es «el mundo entero». Pero, al mismo tiempo, es una esfera. El antiguo filósofo griego Parménides sostenía que la esfera o, mejor dicho, sphairos, σφαῖρος, es la imagen misma del ser. Sphairos = mundo, cosmos.
Pero, ¿no es la manzana, o alguna otra fruta con forma redonda, aunque principalmente la manzana, la imagen más simple e ilustrativa de la esfera? La manzana madura en el árbol del mundo y está inseparablemente unida a su eje vertical.
¿No estamos así más cerca de la solución de la «manzana del salvador»? Si la manzana es sphairos, el mundo, entonces Cristo vino a salvarlo. La rueda, que se ha salido de su eje, necesita urgentemente ser reparada. El verdadero ser gira alrededor de Dios y se mantiene a su alrededor Él. Existe por la proyección de los rayos divinos, siendo estos armoniosos y perfectos como una manzana madura.
El fruto de una manzana tiene cinco semillas. Si cortamos la manzana horizontalmente, obtenemos una estrella de cinco puntas en su centro.
Y exactamente es esa misma estrella la que se ve detrás del Salvador, en medio del círculo donde se lleva a cabo la historia de la Transfiguración.
Podemos continuar estudiando esta cadena simbólica: el antiguo símbolo del poder real en Rusia era el «orbe» (держава), representado por una esfera perfecta coronada por una cruz. En latín era llamado el globus cruciger, en griego el σταυροφόρος σφαίρα. Este objeto, como símbolo de la autoridad real, se encuentra (al principio sin cruz) en la Roma imperial. La cruz aparece más tarde con el cristianismo. Pero ya en Bizancio el «orbe» (σφαίρα) se asociaba a una manzana. En alemán, la expresión recibió una forma explícita: en alemán, el «orbe» es Reichsapfel, literalmente, la Manzana del Imperio. Cuando este orbe se cayó de las manos de una enorme estatua de Constantino el Grande que estaba en Constantinopla, muchos vieron en ello una señal ominosa que indicaba la cercana caída de Bizancio y el inminente fin del mundo. Este tema también está relacionado con la escatología griega posterior, en la que se predice que los gobernantes turcos perderán algún día la «manzana roja» y entonces su dominio llegará a su fin. Los propios turcos creen que su máximo objetivo e ideal es poseer el Qızıl Alma, la Manzana Roja, sinónimo de dominio y gloria.
La manzana es el símbolo del imperio y el reino. Cabe señalar que en la tradición cristiana existen dos interpretaciones sobre el reino. Por ejemplo, la teoría de las «Dos Ciudades» del Venerable Agustín.
Por un lado, existe el reino de los cielos y Su Rey es Cristo mismo. La palabra Cristo (Χριστός), Mesías (משיחא), «Ungido» significa precisamente «ungido para el reino». «Rey» en la oración ortodoxa también es usado para denominar al Espíritu Santo. Al mismo tiempo, los dogmas cristianos subrayan que la realeza es un atributo común a las tres personas de la Santísima Trinidad. De nuevo en la iconografía ortodoxa – más a menudo en los relatos del Bautismo y la Anunciación – el Espíritu Santo se representa como una paloma en un círculo, una especie de «aumento» del rayo. Se trata de otra versión del sphairos divino.
Aunque también existe un reino terrenal el cual es sostenido por el emperador ortodoxo, el katechon (ὁ κατέχων). En el texto de la Segunda Epístola de San Pablo a los Tesalonicenses (2:7), donde se menciona por primera vez el «Katechon» (ὁ κατέχων), el Retenedor (como hapax de toda la Biblia), se dice también lo que detiene (sostenía) o lo que (y esta vez no «quién») detiene en el mundo la venida del hijo de perdición (Anticristo). El que retiene, ὁ κατέχων, y el retenido, τὸ κατέχον. La diferencia está en la grafía de las dos letras griegas, «ο» y «ω», es decir, en la distinción del participio pasivo y el participio activo. La fortaleza, τὸ κατέχον, es la «manzana del reino», el Reichsapfel.
Los dos reinos no existen necesariamente como opuestos (como en Agustín), sino que pueden estar en superposición, como la Luz Increada del Tabor y el mundo inundado por ella (con energías divinas según San Gregorio Palamas).
La manzana también es muy importante en otras tradiciones. Los griegos hablaban de las manzanas de Hísperides que daban la eterna juventud. En este sentido, la manzana y el manzano aparecen también en los cuentos de hadas rusos. De hecho, es un árbol mágico por excelencia.
A causa de la manzana concedida por Paris a Afrodita estalló la Guerra de Troya.
Es posible que el enigmático nombre de Apolo (Ἀπόλλων), que no tiene una etimología clara, se remonte a la raíz antigua que dio origen a la manzana.
Los hindúes llamaban Jambudvipa al continente de la manzana, el mundo intermedio.
La manzana también aparece en la historia de la caída en el pecado y en el paraíso. Cabe señalar que el «peri» hebreo (פֶּ֫רִי) no significa «manzana» (manzana en hebreo es tapuah, תפוח), sino simplemente «fruta». Pero la Vulgata tradujo la palabra como mālum (del griego μῆλον) por una razón.
Porque la manzana es más que una simple fruta: es un sphairos cosmo-ontológico. Todo fruto redondo, incluido el árbol Jambolan, el Jambudvipa hindú, es, en cierto sentido, un mundo-manzana o un reino-manzana.
Y para concluir. Cabe señalar que a veces Cristo – por ejemplo, en la iconografía de la Resurrección Universal – no se representa en un círculo, sino en un óvalo (mandorla). Pero los rusos también tenemos al «Salvador de la Nuez» …
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera