La importancia geopolítica de las costas venezolanas y su grupo de islas, en relación con el estratégico ístmo de Panamá

21.08.2020

El siguiente texto es un fragmento del libro 'El Tercer Reich en Venezuela: el nazismo y la importancia del Caribe en la política internacional', recién publicado.

Desde hace siglos, las costas venezolanas en el Mar Caribe han sido visitadas por españoles, portugueses, hebreos, holandeses, daneses, franceses, ingleses, italianos y alemanes. Costas que, durante el período virreinal o colonial de la historia iberoamericana, tuvieron una historia muy ligada al contrabando y a los movimientos subversivos independentistas. Un extenso territorio difícil de controlar para la Corona Española: punto estratégico central entre la Europa Occidental y el Nuevo Mundo.

Hasta principios del siglo XIX, el Mar Caribe fue uno de los campos de batalla más importantes de las grandes potencias europeas. Si bien es cierto que ya para el siglo XVII la mayoría de las islas más importantes del Caribe ya se encontraban bajo el control de algún poder europeo, el ejercicio efectivo de este no era estático. La competencia geopolítica de las grandes potencias europeas se evidenció en diversas ocasiones: el enfrentamiento entre los holandeses (algunos de ellos descendientes de judíos sefardíes) y los españoles en Punta de Araya (1622) y la Isla Margarita (1623); el establecimiento a finales del siglo XVII de una comunidad judía en el cayo de Tucacas, proveniente de Curazao, cuya presencia fue antecedente de la inmigración de judíos a Coro en el siglo XIX; los ataques de piratas a la costa venezolana durante los siglos XVII y XVIII, con los respectivos saqueos de sus principales ciudades portuarias; las batallas entre fuerzas británicas y españolas que tuvieron lugar en el Caribe en el contexto de la Guerra de los Siete Años, la cual une las coaliciones gobernadas por Francia contra las de Inglaterra desde 1754 a 1763; etcétera. Después de alrededor de trescientos años de servir de campo de combate para las potencias europeas, la eridición de Estados Unidos como la gran potencia regional rediseñó la geopolítica del Caribe, y desde entonces, ha limitado el rango de acción de las potencias europeas.

La costa venezolana abarca, por lo menos, 2.813 km de costas marítimas y 874 costas lacustres, sin contar las orillas de los ríos (De Agostini, 1933). El área del Mar Caribe, sobre el cual Venezuela tiene la mayor extensión de costas, junto al Golfo de México, es conocida como el “Mediterráneo Americano”, una región en la que Estados Unidos ha ejercido control desde el siglo XIX, con base en la Doctrina Monroe y su gradual elevación a potencia mundial; extensión que era mayor antes de haberle cedido parte de su territorio a Colombia. En este orden de ideas, el experto en asuntos militares, Andrew Korybko, señala que el Mar Caribe es entendido, en términos geopolíticos, como un lago de los Estados Unidos, siendo una región en la que ha ejercido muy notablemente su influencia desde el siglo XX, con algunas raras excepciones a la regla, como es el caso de Cuba. El profesor Thorning, experto en relaciones internacionales y asuntos internacionales, explica que el Mar Caribe es de vital importancia para la defensa de Occidente y que el “Mundo Libre” no puede permitirse perder al Mediterráneo Americano (Thorning, 1957; Korybko, 2017).

En este sentido, Alemania ha tenido históricamente un interés geopolítico mayor sobre Venezuela, debido a que esta rodea toda la cuenca del Caribe. A raíz del crecimiento y desarrollo de los Estados Unidos de América, considerado el guardián hemisférico del continente americano, las ambiciones de Alemania sobre Venezuela se acentuaron todavía más: Venezuela era vista por los alemanes como una conquista deseable para atacar y desafiar a los Estados Unidos, en un área vital para su seguridad nacional y hemisférica.

El experto en seguridad nacional y antiguo asesor del Pentágono, Robert Kaplan, afirma que países como Colombia y Venezuela son funcionalmente parte de la América del Norte y el Mediterráneo Americano, aún cuando están ubicados en la costa norte de la América del Sur. Como antecedente, hay que destacar que ya a mediados del siglo XX, el Dr. Nicholas Spykman, especialista en asuntos estratégicos, geográficos y militares, señaló que la división entre la América del Norte y la América del Sur debía ser la Amazonas. Partiendo de ello, países como Colombia, Panamá y Venezuela podrían considerarse parte de Norteamérica y no de la América del Sur (Kaplan, 2014).

Alemania, a finales del siglo XIX, se planteó con urgencia la posibilidad de establecer una base naval alemana en aguas caribeñas, justo en la costa de Venezuela. En respuesta a la determinación de los estadounidenses de construir el Canal ístmico de Panama, para ese entonces un muy innovador y vanguardista proyecto de infraestructura comercial y estratégica, los alemanes se proponían tender el primer cable submarino del mundo, que serviría para conectar el Viejo Continente con el Nuevo Mundo. Para esta empresa, la costa de Venezuela resultaba perfecta; la cuenca del Caribe serviría de anclaje a la red submarina alemana. Por diversas variables de índole militar, geoeconómico y geopolítico, Alemania estaba interesada en el hemisferio occidental, y particularmente, en Venezuela.

Ya en marzo de 1890, previo al bloqueo naval a Venezuela de los años 1902–1903, el teniente Jacobsen había sugerido a la marina alemana que aprovechara el siguiente disturbio político venezolano para exigir que Venezuela le cediera por completo el grupo de islas de Los Roques, La Orchila, Margarita, La Tortuga y Cubagua. Especialmente Margarita, debido a su alto valor estratégico, era de gran interés para las potencias extranjeras. La Isla Margarita era presentada como un lugar idóneo para servir de point d’ d’appui en el continente americano. De hecho, se planteó en 1898 que estas islas fueran dadas como garantía contra las reclamaciones de la sociedad del Gran Ferrocarril de Venezuela, empresa alemana que quizá tuvo más motivaciones geopolíticas que económicas.

Si bien la rentabilidad del proyecto había sido cuestionada desde el principio, los alemanes se mostraron muy optimistas, al extremo de desestimar los pronósticos balanceados sobre la obra. La competencia con el ferrocarril británico; la inexactitud de los cálculos efectuados -los costos de construcción se terminaron triplicando-, en un terreno montañoso como el comprendido entre Las Adjuntas y Tejerías, sumamente propenso a los deslizamientos de tierra; la inestabilidad del sistema político venezolano y su cuestionada capacidad para honrar los compromisos financieros, establecidos en una garantía del siete por ciento que debía pagarse puntualmente; eran tan solo algunos de los motivos de preocupación, tanto en la comunidad empresarial alemana, como entre los diplomáticos extranjeros y los banqueros que financiaron el ambicioso proyecto, que tenía un importante significado simbólico en la geopolítica americana. El Gran Ferrocarril de Venezuela, en el cual participó la casa comercial Leseur, Römer & Cía, les permitiría a los alemanes controlar aún mejor el mercado venezolano y la distribución efectiva de los productos producidos en el país. A raíz de la crisis de la Gran Depresión de los años 1873–1894, los alemanes se vieron forzados a garantizarse nuevos mercados, entre los que figuraba Venezuela.

El historiador canadiense y alemán Holger Herwig dice lo siguiente:

Los supuestos designios alemanes en la zona del Caribe se habían rumoreado en la prensa de Estados Unidos durante todo el decenio de 1890. Ya en abril de 1895, el New York Herald había informado a sus lectores que la presencia de buques alemanes frente a Venezuela, disfrazada de esfuerzos por cobrar importantes deudas contraídas con los Rothschild y los Krupp, era en realidad un intento de apoderarse de la Isla Margarita como base desde la cual operar contra el proyectado canal ístmico de Panamá o Nicaragua. Dos meses más tarde, el Washington Post registró la inmensa inversión de capital alemán en Venezuela, que va a ser protegida estableciendo una base naval allí. El Berliner Neuste Nachrichten refirió la historia, pero lamentó no saber nada de tal adquisición altamente deseable. El periódico aseguró a sus lectores que la Doctrina Monroe no causaría el más leve problema en el caso de la Isla Margarita. Y el Hannoverscher Courier informó igualmente que las afirmaciones del Post eran lamentablemente inciertas. Desgraciadamente; porque la posesión de una base naval en aguas de Arnérica Central sin duda sería de gran valor para Alemania, y simplemente se podría pasar por alto la alharaca acerca de la Doctrina Monroe, que seguramente se produciría en los Estados Unidos al comentar esto.

A un nivel más oficial, la embajada alemana en Copenhague, ya en febrero de 1896, le había pasado a Berlín una sugerencia del ministro de relaciones exteriores danés, barón Reetz-Thott, respecto a que Dinamarca podía estar interesada en negociar sus posesiones en el Caribe (…) Durante más de un siglo, informó el ministerio de relaciones exteriores, los negociantes alemanes habían dominado el comercio con América Central y Venezuela; el proyectado canal en el istmo hacía absolutamente necesaria una base naval alemana en la región (…)

(…) En lo que llegaría a ser uno de los últimos grandes memoranda sobre el Caribe, ese 26 de mayo la plana mayor del almirantazgo de Otto von Diederichs aprobó con entusiasmo la compra de las islas danesas frente a la costa de Venezuela. La inversión de capital por 200 millones de marcos en Venezuela dictaba la necesidad de una presencia naval allí en todo tiempo. A la vez la adquisición norteamericana de St. Thomas v St. Croix era sólo cuestión de tiempo, la junta del almirantazgo urgía la inmediata compra de Curazao1 y su soberbia bahía de Willemstad. La importancia estratégica de una base naval alemana en Curazao resulta obvia en seguida cuando se piensa en el problema del canal del istmo [de Panamá]. Realmente la última oportunidad de Alemania cuenca del Caribe estaba al alcance de la mano; hasta el capitán Mahan había sugerido otro tanto en un artículo publicado en el Atlantic Monthly. Diederichs consideró el punto de tan extrema urgencia, que le pidió al ministerio de relaciones exteriores que investigara si Alemania no debía intentar hacer la cosa más aceptable para los Estados Unidos proponiendo renunciar a sus intereses en Colombia y Guatemala. Y para probar que Tirpitz no tenía la exclusividad en eso de soñar con continentes, Diederichs consideró incluso la adquisición alemana de la Guayana Holandesa, o Surinam, como una línea de demarcación ante la cual la influencia y el expansionismo de los Estados Unidos en América del Sur debía hacer un alto. Cuando menos, era necesario dar instrucciones al ministerio de relaciones exteriores para que, atendiendo a razones económicas y también militares, hiciera todo lo que estuviese en sus poderes para mantener las posesiones holandesas del hemisferio occidental fuera de las manos de los Estados Unidos.

A lo largo del siglo XIX, Venezuela y sus islas costeras se presentaron como un punto central de las aspiraciones imperiales y hegemónicas de los alemanes en la América del Sur, en una clara ofensiva a la Doctrina Monroe de los Estados Unidos. Más allá de la privilegiada ubicación estratégica de Venezuela y el inmenso potencial económico que ya se advertía, para los alemanes la cuestión venezolana era además un asunto de un orgullo no solo nacional, sino étnico-racial. Los alemanes, con base en las previas expediciones de los Welser en Venezuela, sentían que tenían una autoridad sobre Venezuela y una conexión especial con sus tierras. Para el pueblo germano, Venezuela era una pequeña Alemania que debía ser civilizada; un país de abundantes recursos naturales que lamentablemente se encontraba habitado por bárbaros. Partiendo de la infraestructura estadounidense en el Canal de Panamá, los alemanes necesitaban un lugar que pudiera servir de base militar y económica en las adyacencias de este. Las islas de Venezuela, entonces, lucían como el lugar más idóneo para establecer el anclaje para el cable mundial submarino y las bases navales que necesitaban en el Caribe.

Desafortunadamente para los alemanes, estos no lograron establecer su muy ansiada base militar y naval en el Caribe, debido a las vicisitudes de la geopolítica. Pero esta ambición no se detuvo en las negociaciones que tuvieron lugar a finales del siglo XIX, sino que renacieron con todavía más fuerza con la llegada del Tercer Reich Alemán, liderado por el austríaco Adolf Hitler. Los intereses comerciales de los alemanes en la América del Sur ameritaban la constante presencia de buques de guerra en las costas del Caribe, con el fin de garantizar los intereses de la nación germana.

A principios del siglo XX, mucho antes de la publicación de la obra “Die Welser landen in Venezuela” del periodista Erich Reimers, existió un movimiento que, a través de la prensa y la literatura, hizo el esfuerzo de legitimar el proyecto expansionista germánico en Venezuela. Antes de la Primera Guerra Mundial, en el año 1902, el señor Wilhelm Wintser, editor del Rheinisch-Westfälische Zeitung, publicó un libro titulado Der Kampf um das Deutschtum. En el libro se exigía que Alemania ocupara las bahías venezolanas; la América del Sur iba a ser el choque entre los norteamericanos y los europeos. América Central y México serían controlados por los Estados Unidos, mientras que Venezuela, Colombia, Bolivia y Perú pasarían a manos de los alemanes. En esta empresa, Venezuela resultaba de vital importancia, puesto que esta era vista como la puerta de entrada a la América del Sur, a través de la cual los alemanes penetrarían la región. Sin embargo, debido al contexto geopolítico de la época y las vicisitudes de la historia, los alemanes se terminaron planteando, como prioridad para la década 1900–1910, su expansión en los Balcanes.

“Sólo bajo protección o posesión de un país europeo puede Venezuela transformarse en uno de los más ricos países comerciales e industriales de la América del Sur”, dijo Jacobsen en Herwig (1991, p.55). Los problemas de pobreza, corrupción extendida, rebeliones periódicas y fallas en la administración pública son vistas por el alemán como consecuencias de la cuestión étnica venezolana y el ejercicio de la soberanía de dicho territorio por parte de un pueblo poco capacitado. En este contexto, el teniente comandante Hermann Jacobsen llegó a sugerir la intervención militar de Venezuela por parte de Alemania, en correspondencia diplomática con Berlín. Era necesario proteger y poseer a Venezuela, debido a que esta no puede gobernarse sola.

Venezuela, cuyo potencial para convertirse en un país rico y próspero ya había sido advertido desde, por lo menos, el siglo XIX, evidenciándose en el Protocolo Rojas-Peréire, adquirió mayor importancia geoeconómica una vez que esta lograra convertirse en el primer exportador de petróleo del mundo a finales de la década de los veinte del siglo XX. Venezuela, ya entonces considerada un país potencialmente rico, tanto por los cuantiosos recursos contenidos en su subsuelo, como por su ubicación privilegiada, no contaba con una óptima infraestructura militar y suficiente personal capacitado para resistir una ocupación extranjera. El internacionalista y politólogo Freddy Vivas Gallardo (1993, p.131) señala que Venezuela era, aún en 1941, una fuerza militar marginal, no solo por debajo de las llamadas potencias ABC (Argentina, Brasil y Chile), sino también de México, Perú y Colombia; incluso superada por países de menor extensión territorial, como Paraguay, Uruguay, Ecuador y Cuba.

Desde 1928 hasta 1970, Venezuela fue el mayor exportador de petróleo del mundo (Gershenshon, 2018). Debido a la muy alta importancia que tenía esta industria en los contextos geopolítico y económico, el control de Venezuela se hizo esencial para la seguridad del hemisferio occidental. El petróleo, como recurso no renovable, todavía hoy en día aporta el mayor porcentaje total de la energía que se consume en el mundo. La sola idea del fin de las reservas petroleras del planeta Tierra, finitas por naturaleza, fue una de las grandes preocupaciones de la humanidad a lo largo del siglo XX y lo que impulsó, a partir de los años setenta, el interés en la Faja Bitunominosa o Petrolífera del Orinoco Venezolano, así como en el petróleo extra-pesado de Canadá.

En tiempos de la Segunda Guerra Mundial, la inteligencia norteamericana, consciente de la vital importancia del petróleo venezolano en la economía mundial, advirtió que Venezuela presentaba oportunidades para el sabotaje petroleo, debido a las vulnerabilidades de la industria de hidrocarburos, así como de la dependencia de los otros sectores de la economía nacional (Archivo Central del Departamento de Estado de los Estados Unidos de América, 1941, Informe 800.20231/8). Según el informe, los principales objetivos y tareas de sabotaje petrolero en Venezuela serían las siguientes:

  1. Afectar el sistema eléctrico nacional. Las cinco o seis principales plantas eléctricas que suministraban electricidad al país. En el contexto de la Segunda Guerra Mundial, una falla en el sistema eléctrico implicaba el cese completo de las operaciones de la industria petrolera, especialmente al Occidente de Venezuela.
  2. Destruir las bombas en tuberías y patios de tanques (salas de fermentación).
  3. Quemar los almacenes y depósitos de productos petrolíferos. Se advierte que la quema de las dos pequeñas refinerías en San Lorenzo y Caripito no afectaría la exportación del crudo venezolano, mas si la quema de grandes refinerías.
  4. Dañar o destruir cualquiera de las estaciones terminales en las cuales el petróleo se carga en camiones de cisterna.
  5. Bloquear y/o obstruir los canales de entrada y salida del Lago de Maracaibo.
  6. Bloquear el canal del río de San Juan, entre Caripito y el mar.
  7. Hacer explotar el dique en la orilla oriental del Lago de Maracaibo, lo que ocasionaría que las instalaciones petroleras más cercanas a la costa se inunden.
  8. Atacar las instalaciones petroleras en las islas del Caribe como Aruba y Curazao podría tener un impacto sobre Venezuela, debido a que el sistema de producción de dichas regiones está conectado.

En relación a la capacidad de respuesta del gobierno venezolano ante los posibles intento de sabotaje petrolero, los estadounidenses consideraban que esta era sumamente pobre. Después de haber estudiado durante dos años la situación de la institución militar venezolana, se llegó a la conclusión que los venezolanos no estaban en condiciones de lidiar con cualquier operación de sabotaje. Ni las Fuerzas de Aviación Venezolanas ni las Fuerzas Navales Venezolanas estaban bien organizadas, equipadas e instruidas; la Guardia Nacional era ineficiente y de poca utilidad; la Oficina Nacional de Seguridad y de Extranjeros, conocida por las siglas ONSE, además de ser muy ineficiente y casi enteramente inefectiva, era dirigida por un hombre de origen alemán, probablemente simpatizante de la causa de los nazis; el Ministerio de Interior de Justicia, al cual estaba adscrita la ONSE, era conducido por el Ministro Tulio Chiossone, quien presuntamente tenía inclinaciones pro-Eje. Se puede inferir que, a juicio de los estadounidenses, el Estado Venezolano seguía ejerciendo pobremente su soberanía nacional. Sus analistas señalan que, debido a la corrupción, el nepotismo, la pereza y la falta de civilidad el Estado Venezolano todavía afrontaba grandes problemas y que difícilmente iban a poder ser resueltos en medio de la guerra (Archivo Central del Departamento de Estado de los Estados Unidos de América, 1941, Informe 80000231/34).

Debido a la amenaza que el nazismo representó, no solo en Venezuela, sino en el resto de América, el gobierno de Estados Unidos le presentó a la administración de Medina la posibilidad de erigir una base militar estadounidense en Maracaibo, en las adyacencias del Golfo de Venezuela, en donde se rumoreaba que los alemanes ya intentaban establecerse militarmente. El Estado Zulia era considerado por el Departamento de Estado y el servicio exterior norteamericano como una entidad de primera importancia estratégica por su producción de petróleo y por su cercanía al Canal de Panamá. El Golfo de Maracaibo, entonces, podía servir de espacio para el desembarco de tropas norteamericanas. Una ambición que fue reforzada por los reportes de inteligencia militar que sugerían que los nazis tenían, además del deseo de establecer bases militares en el Zulia, planes de sabotaje petrolero en toda Venezuela, que para entonces era el primer exportador de petróleo del mundo entero.

El petróleo, en el contexto bélico de la Segunda Guerra Mundial, tenía un doble impacto estratégico: además de ser importante para mantener la maquinaria bélica de los ejércitos, también lo era para frenar el suministro de los enemigos. Como el primer país exportador de petróleo para ese entonces, Venezuela era entendida como la base principal de suministro de energía para los aliados. La posibilidad de acceder al petróleo venezolano implicaba, así, una disminución del petróleo a disposición de los países aliados. No nos extraña, entonces, que según archivos desclasificados (Federal Bureau of Investigation, 1947, pp.588–594), los alemanes intentaran, a través de los sobornos y los regalos personales, convencer a Isaías Medina Angarita para que este accediera, en junio de 1944, a que la república firmara convenios petroleros con Suecia, cuyo capital inicial sería 250 millones de dólares (del año 1944).

Las investigaciones arrojaron que el capital que los suecos iban a inyectar en la industria petrolera venezolana era de origen alemán, razón por la cual se sospechó que era una maniobra de los nazis para posicionar el petróleo venezolano en Europa, a través de los señores y las entidades Pavel Klein, Walter Sachs, Andrés Daniel Hogfeldt, Compañía Española de Petróleo The Alcoa Linea, Eric Ekblad, Albert Tattar, entre otras (R. Brown, comunicación personal, 25 de mayo de 1945).

Desde la llegada del austríaco Adolf Hilter al poder en Alemania, el abordaje de Venezuela en la prensa alemana tuvo una curiosa línea editorial. De modo que, en el Archivo Histórico de Miraflores, existe una sección exclusiva sobre Venezuela en la prensa alemana de 1933: el país era presentado como un antiguo territorio en el que los alemanes ejercieron soberanía de forma efectiva, legal y legítima. En 1938, la Aussiger Zeitung publicó artículos en los que promovía un programa nacional-socialista para países lejanos de Alemania, en los que Brasil y Venezuela eran catalogados como territorios “dignos de ser anexados a Alemania”, debido a sus importantes recursos naturales.

En este contexto, hay que entender que el Partido Social Nacionalista Alemán comprendía al Estado Nazi como una entidad que trascendía los límites tradicionales del Estado-Nación: la soberanía era ejercida en donde existieran asentamientos germanos. El Estado Nazi, por consiguiente, esperaba lealtad de las comunidades alemanas en el extranjero para con la causa de Adolf Hitler. A través del servicio diplomático y las organizaciones culturales, el Partido Nazi operaba en los países sudamericanos. En la Argentina, era frecuente que vistieran los uniformes del Partido NSDAP, se involucraran en actividades de índole militar y excluyeran la bandera nacional en sus centros de reunión. En algunos casos, se llegó a prohibir la naturalización1 y el uso del idioma español durante sus reuniones. Aquellos alemanes que no cumplían los códigos de la sección regional del NSDAP eran incluidos en listas negras. La emigración, el comercio internacional y la interacción sociocultural tenían fines políticos.

En el año 1939, a través del periodista Erich Reimers, los nazis buscaron legitimar ante la opinión pública la idea de la reconquista de Venezuela, tema sobre el cual ya se habían publicado importantes obras pioneras, tanto en la literatura como en la prensa, como “Die goldenen Berge: ein deutscher Heldenzug”, publicada por Wilhelm Erich Peukert en 1934. Este hecho que fue repudiado en las naciones de Occidente, particularmente en los Estados Unidos de América y Venezuela. Desde 1939, el Partido NSDAP, a través de la Hamburg Amerika Linie, comenzó a difundir folletos en los que se buscaba arraigar la creencia de que el Tercer Reich tenía derechos sobre Venezuela.

En el año 1941, Otto Strasser, ex-militante del Partido NSDAP, en disputa con la facción dominante de la organización hitleriana, publicó un artículo en el diario Liberty, en donde revelaba los planes del Tercer Reich para la América del Sur. Según el señor Strasser, Hitler creía que el dominio del Canal de Panamá era clave para controlar a Estados Unidos. Venezuela, al igual que Uruguay, era considerada un país incapaz de gobernarse a sí misma; un territorio tan indispensable como Brasil en el proyecto global del Tercer Reich.

Más allá de que Otto Strasser fuera un desertor del Partido NSDAP, lo cierto es que su testimonio es apenas una de las evidencias que se manejan sobre las pretensiones del Tercer Reich en Venezuela. La prensa escrita alemana desde finales del siglo XIX y obras literarias como “Die goldenen Berge: ein deutscher Heldenzug”, publicada por Wilhelm Erich Peukert; “Der Kampf um das Deutschtum”, publicada por Wilhelm Wintser; y “Die Welser landen in Venezuela”, publicada por Erich Reimers o Richter; son evidencias de los históricos intereses geopolíticos y geoeconómicos de Alemania sobre Venezuela, especialmente desde el año 1933 en adelante, con la llegada de Adolf Hitler al poder. El Colegio Humboldt de Caracas, especialmente a partir de 1936, reivindicó el episodio de los Welser, con el fin de legitimar los derechos que reclamaban los alemanes sobre Venezuela. La Provincia de Venezuela era presentada en el Colegio Alemán como una posesión que había sido arrebatada vilmente por los españoles. En el Colegio Alemán se recitaba el himno oficial de la Alemania Nazi Deutsch über alles; se impuso el saludo nazi con el brazo extendido entre los alumnos del colegio; cuando arribó a Venezuela el buque alemán “Emden”, los marineros fueron luego recibidos en el colegio con el himno y saludo nazi. La literatura y los folletos editados por el colegio giraban en torno a la potencialidad militar de Alemania y los nexos históricos entre Venezuela y el país germano, que constituían una legítima razón para la reconquista (El Colegio Alemán es un centro nazi, 1942, pp.5–8; Un Gathmann detenido en las Bermudas por las autoridades británicas, 1942, pp.8–5; Sí hay nazis en Venezuela, 1942, p.8; Lied der Hitler Jugend La Canción de la Juventud Hitlerista; 1942, p.8.; Investigación en el Colegio Alemán Hará El M.E.N., 1942, pp.4–8).

Resulta interesante que, a finales de 1941, la inteligencia estadounidense abrió una investigación en la Isla Margarita, muy probablemente en cooperación con los organismos de seguridad militar locales, para determinar hasta qué punto los nazis la habían penetrado. Según el reporte, los estadounidenses sospechaban que los alemanes estaban almacenando cantidades considerables de petróleo en Margarita. Además tenían radios clandestinas, introducían ilegalmente armas en Venezuela e intentaban sacar provecho de las protestas de obreros a nivel nacional. Se advirtió que la Falange Española y el nazismo alemán trabajaban de forma sincronizada en el país caribeño (Archivo Central del Departamento de Estado de los Estados Unidos de América, 1942, Informe 800.20231/24).

Para el nazismo, la presencia de sus agentes en países como Colombia y Venezuela era de gran relevancia debido a la cercanía de estos al Canal de Panamá, base militar de primer rango para los intereses de Estados Unidos en la región. Los llanos de Colombia presentaban grandes oportunidades para realizar ataques aéreos al canal panameño; las montañas del país neogranadino podían servir como barreras de protección. Mientras tanto, las numerosas islas de las costas venezolanas permitirían una traslado rápido de buques y tropas hacia el Canal de Panamá, en una contienda bélica.

De modo que, queda visto control geopolítico de Venezuela, sumamente rica en recursos naturales y con la mayor extensión de costas en el Mar Caribe, permite controlar y supervisar militarmente al resto de la región, de vital importancia funcional y estratégica para los Estados Unidos. Desde su céntrica ubicación, en la zona que algunos llaman el Mediterráneo Americano, Venezuela ofrece atractivas y poco despreciables oportunidades para monitorear el movimiento marítimo de todo el Caribe, y sabotear la producción petrolera, no solo en Venezuela, sino en los territorios aledaños a sus extensas costas, como Curazao. No es un hecho aislado que, Venezuela fue durante la Colonia uno de los principales centros de piratería en el continente americano, en donde los holandeses y judíos sefardíes, descendientes de los expulsados por la Corona Española en 1492, les disputaron a los españoles peninsulares el control de las tierras venezolanas.

La existencia del nazismo en Venezuela, como una sección extranjera del Partido NSDAP alemán, es demostrada por fuentes primarias y secundarias de diversa índole y origen. Al igual que en otros países hispanoamericanos, esta organización operó clandestinamente y al margen de la ley como un partido político. La ideología nazi encontró sustento en el pensamiento político y sociológico de las élites intelectuales venezolanas, fuertemente influenciadas por el determinismo étnico y geográfico del positivismo desde finales del siglo XIX. La existencia del nazismo en Venezuela se ha comprobado a través de informes de instituciones del Estado, documentos de inteligencia, juicios realizados, testimonios orales, fotografías, artículos de prensa, libros de las instituciones culturales alemanas, entre otras fuentes. En algunos casos, se tiene evidencia de argumentos confesionales del proselitismo nazi en Venezuela, como es el de León Brandt en 1945. Debido a su ubicación estratégica privilegiada, Venezuela no estaba fuera de los planes del Tercer Reich. En el marco, claro está, de sus ambiciones sobre países como Panamá, Brasil y Colombia.