LA GUERRA CIVIL OCCIDENTAL EN EL MUNDO MULTIPOLAR

01.05.2023
Discurso en la 1ª Conferencia sobre Multipolaridad Mundial

A los ojos del geopolítico, Occidente parece ser uno solo. Esto es sólo la superficie aparente de la realidad. Existe una alineación de los líderes europeos con la política exterior estadounidense, pero Occidente no existe como una sola civilización.

La integración de Europa en el "gran espacio" (grossraum) de Estados Unidos es la consecuencia última de las profundas transformaciones que tuvieron lugar a partir del siglo XVI: la reforma protestante, el debilitamiento de la Iglesia católica romana, la secularización, la transformación de la Inglaterra calvinista en un hêgemôn planetario y las dos guerras mundiales que pusieron a Europa Occidental bajo la tutela de Washington.

Sin embargo, la angloesfera siempre ha mantenido la separación de la Europa continental. Estados Unidos, al no ser un imperio en el sentido tradicional, no ve el Viejo Continente como una extensión de su nación. Tampoco los países europeos son vasallos en el sentido clásico. Estados Unidos es un hêgemôn desigual, en contraste con el Imperio Romano, que consideraba a las personas como iguales. Estados Unidos no se comporta como un imperio con sus vasallos, en una relación mutuamente beneficiosa. Devora a sus esclavos europeos como Kronos a sus hijos por temor a que uno de ellos le suplante, o al menos se emancipe. Washington prefiere sacrificar a los países de Europa, quemar sus propios barcos, antes que verlos acercarse a Rusia, aunque ello signifique debilitarse a sí mismo.

Por tanto, Occidente no es "colectivo". Aparte de las diferencias antropológicas y culturales, lleva varias décadas desgarrado por una grave fractura, que se ha convertido en una guerra civil. El ultraliberalismo angloamericano y judeoprotestante ha destruido el tejido industrial de las sociedades occidentales y las ha fracturado geográfica, cultural, económica y sociológicamente. La burguesía de las grandes ciudades, en la que se apoyan las clases dominantes, se ha separado de las clases trabajadoras de la periferia.

Pero la lucha va mucho más allá de la de clases. Enfrenta a las altas finanzas contra la economía real, a la especulación contra la producción, a lo ficticio contra lo real. Es una guerra existencial que, a medida que se intensifica, reúne con el núcleo duro de la clase obrera a las clases medias amenazadas de extinción.

El capitalismo productivista ya no lo es, ha cambiado de naturaleza. Ahora es sacrificial, consume las sociedades y los pueblos occidentales. Es una verdadera guerra de exterminio la que libran los partidarios de este neocapitalismo en un Occidente gravemente afectado por el ateísmo, caldo de cultivo del nihilismo. Sin embargo, el suicidio no es colectivo. El creciente número de movimientos de revuelta es la prueba de que el instinto de supervivencia y autoconservación de los pueblos occidentales no ha desaparecido.

Así, la oligarquía y la casta dirigente occidentales están librando una doble guerra: contra sus propios pueblos sublevados y contra Rusia. Es más que una guerra civil global, es un pan-polemos. Es una guerra interestatal, intraestatal, socioeconómica, biológica, religiosa, existencial. Es una guerra contra la vida, una guerra contra la creación, una guerra contra la ley natural.

La guerra civil global y el pan-polemos han sido propagados por Estados Unidos, que ha establecido un estado de excepción permanente en Occidente y viola sistemáticamente el derecho internacional.

En este contexto anómico, la violación del derecho natural se ha convertido en la regla. La autorización del matrimonio homosexual, del incesto, del cambio de sexo de adultos y niños, hace de Occidente la patria del antinomianismo, por hablar en términos teológico-jurídicos. Se trata de un movimiento entrópico, cuyo epicentro es la angloesfera judeo-protestante, que destruye todas las sociedades donde se impone su hegemonía.

Las revueltas populares en Occidente, y el contraataque ruso en Ucrania contra la OTAN, deben interpretarse, pues, como reacciones negentrópicas frente a fuerzas entrópicas. Nomos (ley) contra antinomianismo, orden contra caos nihilista.

Rusia lucha, como los pueblos occidentales, por su existencia, para hacer retroceder al mal y expulsarlo de su propio cuerpo. Libra una guerra exterior, con las armas, y una lucha interior, espiritual. Cuanto más se intensifica la guerra exterior, más se radicaliza Rusia, en el sentido latino; intenta extirpar los tenaces virus del progresismo.

En esta guerra civil global, en este pan-polemos, los pueblos europeos y Rusia son aliados objetivos contra los que se han designado como su enemigo común.

El advenimiento de la multipolaridad no puede reducirse a un nuevo reparto del mundo y al fin de la hegemonía mundial de Estados Unidos. La guerra entre Rusia y la OTAN en Ucrania no es exclusivamente material, y las revueltas populares en Occidente no se limitan a una lucha socioeconómica.

La coincidencia histórica de estos diferentes fenómenos no es casual. La identificación del enemigo al que resisten los pueblos de Europa, Rusia, los países de África y China debe hacernos reflexionar sobre la naturaleza de esta lucha global. El proyecto político totalitario del enemigo, sus métodos y su rasgo nihilista, sitúan el pan-polemos que se nos impone en un terreno escatológico.

Los dirigentes estadounidenses, creyentes o ateos, ven a Estados Unidos como una nación mesiánica cuyas políticas están siempre justificadas en un sentido religioso, aunque conduzcan al mundo al Armagedón. El peligro, en un futuro no muy lejano, es el enfrentamiento directo de las potencias nucleares en territorio europeo, contra la voluntad de los pueblos encerrados en las estructuras supranacionales estadounidenses. A estas alturas, los europeos aún no han encontrado a sus campeones, a sus verdaderos representantes capaces de tomar las riendas de los Estados que han perdido su soberanía política.

La esperanza reside en la rápida deslegitimación de los dirigentes europeos a medida que la historia se acelera. En este contexto, Rusia desempeña un papel importante. La guerra de desgaste que está ganando contra la OTAN puede acabar precipitando la caída de varios gobiernos europeos. Precipitando así la guerra civil occidental hasta su conclusión.

Por lo tanto, es necesario que Rusia no se aísle completamente de Europa y tienda puentes con la sociedad civil, donde se encuentran las verdaderas élites y de donde surgirán los futuros líderes. La multipolaridad debe construirse con los pueblos, y más allá de los poderes políticos si es necesario.