La dialéctica de los amos del poder

24.08.2020

Hoy iniciamos una columna semanal, titulada Los amos del poder, que desmenuzará la ideología y procedimientos de quienes gobiernan desde las sombras

Los amos del poder nunca figuran. No lo necesitan. Imponen ideas, sueltan instintos, desatan pasiones y gobiernan por medio de testaferros.

Ofrecen libertad a sabiendas de que sus diversos sistemas son verdaderas prisiones; prisiones disfrazadas de liberalismo, democracia, socialismo, comunismo...  

Para ellos, la libertad política es eso: una simple idea. Una idea nada más. Dicen que todo ser humano pretende sacar provecho de ella; por lo tanto, nadie la merece.

Las sombras les vienen bien. Les permiten decidir a quién encumbrar y a quién darle muerte política o física. Hacen soñar a las masas con que son ellas, con sus votos, las que deciden los cambios de gobierno; nunca, por supuesto, les dicen que los procesos electorales son controlados desde lo más alto de la pirámide. (A ellos les encantan las pirámides y el esoterismo).

Eso explica que partidos que un día se creyeron todopoderosos de pronto se vean reducidos a nada. Cuando ya no les sirven, los tiran cual si fueran frutas exprimidas.

Los amos del poder se sienten predestinados a dominar. Los demás —los que son ajenos a ellos— deben obedecerles por necesidad, por «designio divino». Y cuando el sistema «democrático» deja de funcionarles, propician la revolución. De hecho, la «democracia» es la antesala de la revolución.

So pretexto de hacer justicia a la mayoría (la cual siempre diluye responsabilidades) provocan los cataclismos sociales. Derrumban las economías, recogen los despojos y se enriquecen con la especulación.

Prometen justicia, pero no la justicia, sino su justicia. Entre la justicia y su justicia hay un abismo de diferencia. Quizá debiéramos decir que el infierno es la diferencia. El precepto de dar a cada quien lo que le corresponde es cosa de la «vieja moral». Los amos del poder tienen a la justicia como la imposición de la fuerza, de su fuerza.

Imponen, en suma, la práctica de una política corrompida, contraria a la trascendencia. Es la política que sume a las sociedades en el relativismo, en la mentira (pomposamente llamada «posverdad»), en los vicios, en la depravación, en los crímenes, en los escándalos prefabricados, en las aberraciones.

Inventaron multitud de falsos derechos y, con base en ellos, están a punto —según creen— de destruir las bases de la cultura occidental. Con enorme paciencia han construido la sociedad de los excesos.

Así, equiparan al Bien con el mal y a la Verdad con la mentira. La política deja de buscar el bien ser y se dedica a fomentar el más absurdo hedonismo. Esta concepción antihumana del placer empuja a millones de seres al alcoholismo y la drogadicción. También a la sexualidad desordenada (obediente sólo a los impulsos instintivos) con sus trágicas secuelas de pornografía, trata de personas, anticoncepción, aborto y homosexualismo.

Todo lo tienen calculado, pues son profundos conocedores de la psicología humana. Saben que desequilibrando mentes y cuerpos crean confusión en los espíritus y pueden sojuzgar a pueblos enteros.

Sin exponerse a la luz (porque dicen que la vida se genera en la oscuridad) ponen y quitan a políticos mentirosos, deshonestos, sagaces e hipócritas. Los dejan en tanto les ayudan a acelerar el triunfo de la revolución mundial. Una vez cumplido su ciclo, les dan muerte política. («Entran en sueños»).

Enseñoreados de los países, dueños del poder, provocan crisis cíclicas. Provocan la acción y controlan la reacción. Inventan «líderes» y «partidos políticos». Manipulan los sentimientos de las masas (así les llaman) y provocan en ellas toda clase de sentimientos y emociones. Los poderosos de antes son defenestrados y surgen nuevos «iluminados», incluso con atractivo personal, con guapura, con «clase»

Apropiados de esta dialéctica, los amos del poder tienen otros recursos para someter a los pueblos:

·      El dinero

·      La ciencia

·      La tecnología

·      El temor

A la antigua aristocracia la sustituyeron gracias al poder que les daba el oro. Hoy, mandan con billetes y mañana lo harán con monedas virtuales. Preparan la desaparición del dinero, de tal suerte que cualquier movimiento económico y financiero de cada persona «timbrará» en los complejos sistemas cibernéticos que ellos han fabricado y que controlan.

La tecnología está lista —es más, ya lo hace de manera experimental— para rastrear cada movimiento físico de las personas, so pretexto de alertarlas de la cercanía de presuntos portadores de enfermedades graves, como el Cóvid-19.

Esta pandemia ha permitido a los amos del poder experimentar su nueva reingeniería social. Metida la gente en sus casas, vigilada por la tecnología, es verdaderamente difícil que se dé cuenta de la tiranía global a la que está sometida y más aún, que articule alguna defensa.

Los comunistas utilizaron el terror como método de control. Los ejemplos son abundantes: Lenin, Trotsky, Stalin, Mao… Hoy, el terror se llama Covid-19. Y que conste que no negamos la existencia de este virus. Simplemente decimos que es utilizado como mecanismo de sometimiento.

Los amos del poder saben y hacen muchas cosas que la mayoría de los seres humanos ignora.

(Continuará)