La cuestión de Malvinas: Un conflicto pendiente (1ª parte)

27.09.2016

Conocida, muy especialmente desde el conflicto bélico del año 1982, es la sempiterna disputa mantenida por las Islas Malvinas entre la República Argentina y el Imperio Británico.

A los efectos de ilustrar a quienes no se encuentran familiarizados con la temática a abordar, será prudente aclarar que, en buena parte de la cartografía disponible, las Islas Malvinas aparen referenciadas con la denominación que les dieran los ingleses: Islas Falklands.

El archipiélago que nos ocupa se encuentra ubicado en el extremo austral del océano Atlántico. Dista de las constas patagónicas unos 480 Km, siendo su punto más cercano con las costas de la Argentina continental  es el cabo de San Juan de Salvamento ubicado en la Isla de los Estados, esta perteneciente al archipiélago fueguino. Siguiendo con la descripción de su faceta geográfica diremos que su superficie supera los 12.000 km cuadrados.

Su importancia geoestratégica resulta evidente a cualquier interesado en la problemática con el solo hecho de observar algún planisferio. De dicha constatación surge como evidente que la comunicación entre los tres grandes océanos se da dentro del hemisferio sur, teniéndose presente que deberán transcurrir largos siglos hasta que se construyan los canales de Suez y Panamá. En consecuencia, la llegada a los otros océanos por parte de las potencias europeas se iniciaba desde el Atlántico y era paso obligado el mismo océano en su porción austral ya sea para acceder al Indico o al Pacífico.

Pero limitando nuestras observaciones al tema Malvinas, desde dichas islas se controla el Estrecho de Magallanes y el Pasaje de Drake, los mismo son los pasos que permiten el acceso desde el Atlántico Austral al Océano Pacífico y al continente Antártico. En consecuencia, pasa a ser fundamental su proyección Antártica, junto con las Islas Orcadas y Shetland del Sur, también en disputa con la República Argentina. Basado en el dominio de estos archipiélagos los británicos fundamentan sus supuestos derechos sobre una porción del denominado continente blanco en el cual también entran en litigio con las aspiraciones rioplatenses.

Junto con Ascensión, Tristán da Cunha y Santa Elena las Malvinas son bases fundamentales para el control por parte de los anglosajones del Atlántico Sur.

Muy a vuelo de pájaro mencionaremos la riqueza potencial que supone tanto la pesca como los recursos energéticos existentes en la región.

¿Por qué las Malvinas son argentinas?

Las razones geográficas fundadas en la proximidad con respecto al territorio de la Argentina continental, así como el hecho que dicho archipiélago se encuentra en su totalidad ubicado dentro de la plataforma continental del mar argentino, lo que implica que geológicamente también conforman parte del territorio argentino.

Enfocando ya la parte histórica cabe recordar que las Malvinas fueron descubiertas por marinos integrantes de la célebre expedición española encabezada por Hernando de Magallanes.

El relevamiento cartográfico de las mismas fue realizado por un marino llamado Andrés de San Martin. Incluida en la cartografía española, denominándolas Sansón o de los Patos, la corona demoró varios años en hacer efectiva su ocupación. Que se concreta mediante la expedición de Alonso Camargo que junto a fray Francisco de Rivera, se instalan en aquellas islas, en el mes de febrero del año 1540. Anteriormente Simón de Alcazaba y Sotomayor había explorado el archipiélago austral.

Durante el siglo XVII, se realizaron expediciones tanto por parte de los holandeses, ingleses y franceses, España realizó en consecuencia, las correspondientes protestas diplomáticas.

Pero las mayores tensiones se registrarían durante el Siglo XVIII, dentro del contexto de las guerras que involucraran a Francia, España, Portugal e Inglaterra y dentro de las cuales no estuvieron ausentes los enfrentamientos en aguas del Atlántico Sur y los deseos de Inglaterra y Portugal de apropiarse de las posesiones españolas en América. A este respecto cabe recordar que en el área caribeña los británicos durante el siglo anterior habían conseguido arrebatarle a la corona española la isla de Jamaica. Alentados por este éxito previeron los ingleses a inicios del siglo XVIII, una serie de planes a los efectos de llevar a la práctica tales objetivos.

El primer proyecto conocido se debe a un gobernador de los dominios británicos en el Caribe. El personaje que nos ocupa se llamaba John Pullen y 1711 desarrollo la idea antes mencionada en un escrito al que le puso el muy elocuente título “Una propuesta para humillar a España”. La misma consistía en ocupar inicialmente Buenos Aires y desde allí dirigirse al oeste cruzar la cordillera de Los Andes y llegar posteriormente vía marítima a conquistar los puertos del Pacífico.

Las ideas de la corona inglesa de posicionarse sólidamente en el sur del continente se pretendieron ejecutar durante la guerra contra España que se iniciará en el año 1739. A tales efectos decidieron un poderoso ataque sobre continente sudamericano y el área del Caribe. España contaba en esos entonces con un muy destacable servicio de inteligencia que le permitió conocer de antemano buena parte de los objetivos británicos. También es elogiable el esmero del ministro Patiño que logró repotenciar la flota de guerra hispana lo que originó el consiguiente recelo de los británicos que optaron por declarar la guerra en 1739.

Inglaterra tomó la iniciativa atacando con una muy poderosa Task Force en la zona del Caribe comandada por el Almirante Edward Vernon. Fracasó estruendosamente en el intento de conquistar La Guaira, pero pudo resarcirse de este primer fracaso, atacando y destruyendo a la pobremente defendida guarnición de Puerto Bello (actual Portobelo) en Panamá.

Animado por este éxito fue por la presa mayor que era Cartagena de Indias, donde se encontró con un defensor irreductible como lo fuera el gran Blas de Lezo, tras largo asedio, Vernon luego de fracasar en dos sucesivos intentos de desembarcar, apeló a todos los recursos con que contaba a los efectos de tomar Cartagena. En marzo de 1742 con los refuerzos llegados de Virginia y de Jamaica dispuso de una flota que no tenía precedentes en dicha época y atacó las menguadas defensas españolas con la esperanza que se rindieran ante la evidencia de la superioridad de Albión. Nada de eso pasó, los británicos sufrieron en manos del guipuzcoano de Lezo, la mayor derrota naval que hubieran tenido en su historia, hasta ese entonces. Más de 6.000 muertos y la pérdida de casi todas sus unidades navales. Vernon pudo huir maltrecho sin haber conseguido ningún éxito de entidad en semejante campaña. Posteriormente decidió atacar la Isla de Cuba, donde fue nuevamente puesto en fuga.

Pero la beligerancia no se limitó al Caribe. Otra no tan poderosa Task Force se dirigió al Atlántico austral, a los efectos de dirimir la supremacía sobre los mares del sur.

En este caso la escuadra era comandada por el almirante Lord George Anson, que estaba compuesta por siete poderosas naves.  España dispuso la persecución de los ingleses con una flota compuesta por cinco navíos. Los españoles les dieron alcance a los británicos cerca del Cabo de Hornos pero el combate fue interrumpido por una fuerte tempestad que dejó maltrecho a ambos contendientes. Los ingleses pudieron continuar con sus tropelías con solo tres unidades supérstites mientras que los españoles tuvieron que regresar a Buenos Aires. La misión inglesa en consecuencia terminó siendo abortada.

No habrá que esperar demasiado tiempo para encontrar al imperio británico incursionando nuevamente en el Atlántico Austral, con manifiesta vocación de adueñarse de las provincias españolas del Plata. Una nueva ocasión se les presenta al iniciarse una nueva guerra en la cual se alinean las Españas unidas a Francia por el pacto de familia de la dinastía borbónica y por el otro banco el Imperio Británico que será acompañado en sus tropelías por los portugueses que haciendo base en Rio de Janeiro eran una importante apoyatura para los objetivos ingleses en los mares australes.

Estamos en el año 1762, y una nueva expedición zarpa desde Londres comandado en esta oportunidad por el almirante John Mac Namara uniéndose con el contingente portugués en Rio de Janeiro.

A los efectos de defender estas tierras el monarca reinante Carlos III designa a Pedro de Cevallos a los efectos de organizar la defensa del Río de la Plata. Ceballos reconquista la Colonia de Sacramento en ese momento en manos de los portugueses y fortifica la entrada al Río de la Plata.

Mac Namara, luego de algunos escarceos, se adentra en las aguas del Plata y se enfrenta a las defensas dispuestas por el general Ceballos, estamos ya en el mes de enero del año 1763. La nave insignia de la flota anglo lusitana Lord Clive, toma la delantera y se expone a un intenso fuego de la artillería hispana. Víctima de un certero impacto dicho buque se incendia y se hunde con buena parte de su tripulación incluido su comandante el ya mencionado Mac Namara. El resto de la flota maltrecha opta por retirarse en forma desordenada.

Un nuevo fracaso vuelve a sumar los británicos. Sin embargo, fruto de su obstinación, otra oportunidad se les va a presentar en un breve lapso, justamente en el archipiélago malvinero, y en este caso tendrán mejor suerte.

Resulta un tanto llamativo el hecho de que su denominación actual no se debe a los peninsulares, sino que se origina como consecuencia de la atrevida iniciativa de un marino francés.

Conscientes de su importancia estratégica los galos, por iniciativa de Luis Antonio de Bougainville, se instalarían en las islas fundando un poblado, llamado Puerto Saint Louis en homenaje al monarca reinante en esos entonces Luis XV. Trajeron colonos desde Francia, siendo estos en su gran mayoría habitantes de la región de Saint Malo, siendo el gentilicio de la región de malouines. Paradójicamente este gentilicio dio el nombre con que se empezó a denominar a las islas, es decir Malvinas, reemplazando a los ya citados de isla de los Patos o Sansón.

España no demoró en hacer valer sus derechos y los franceses reconocieron la legitimidad de los mismos en consecuencia no opusieron resistencia armada y en un tiempo prudencial abandonaron su asentamiento isleño.

De todos modos como era de imaginar a la pérfida Albión no se le escaparía la importancia que para el control de los mares australes tenían las islas que nos ocupan.

Importante es recordar que, a partir del siglo XVI, la dirigencia británica empezó a valorar como superlativo al rol marítimo de su nación. Desde ya que la percepción de la realidad espacial del hombre moderno se había reconfigurado con los grandes descubrimientos acaecidos en la centuria anterior y consientes del desafió que eso suponía, la corono inglesa llevo a que Gran Bretaña se auto conciba como potencia talasocrática. Semejante faena implicaba en el largo plazo, la construcción de un vasto imperio colonial y el control de puntos estratégicos para el dominio de las rutas marítimas y entre ellos se encontraban las islas Malvinas.

En esta oportunidad ya se les habían adelantado los franceses y como es de imaginar los ingleses no demorarían en disputar la posesión. Al año siguiente de la fundación de Port Saint Louis, estamos hablando de 1795, va a aparecer en escena la armada británica en esta contingencia su Task Force será capitaneada por un tal John Byron que se instalará en la Isla de Trinidad y fundará Port Egmont.

Como antes sucediera con la ocupación francesa, la reacción de la corona española no se hizo esperar y los ocupantes de Port Egmont fueron invitados a retirarse. Dado que la ilegítima ocupación persistió, desde el puerto de Buenos Aires, partió una escuadrilla al mando del capitán Juan Ignacio Madariaga que tras varias solicitudes a los británicos para que se retiraran de la guarnición que ilegítimamente ocupaban y ante la negativa de estos, procedió por la vía de los hechos. Gran Bretaña, luego de darle largas al asunto, reconoció los derechos españoles sobre el archipiélago.

En 1796 Felipe Ruiz Puente se hace cargo en nombre de la monarquía hispana que rebautizará el Puerto de Saint Louis como Nuestra Señora de la Soledad. En este poblado los españoles instalan un presidio y a los efectos de fomentar las actividades económicas experimenta con distintos tipos de ganados para ver su adaptación al riguroso clima de las islas.

Intertanto, un sacerdote jesuita inglés de apellido Falkner va a publicar en Londres en el año 1774, un compendio de sus experiencias en los territorios españoles de sud américa. Falkner debe abandonar estas tierras cuando los jesuitas son expulsados por orden del rey Carlos III. En el libro se pone especial énfasis al estado de indefensión en que se encuentran los territorios patagónicos. Dicho texto titulado “Descripción de la Patagonia y zonas adyacentes de Sudamérica” fue gran suceso en Europa.

España no tardo en tomar nota de la amenaza que suponía la situación de la Patagonia tan bien descripta por el jesuita y en consecuencia procederá a fundar en los territorios patagónicos a Carmen de Patagones, Colonia San José y Puerto Deseado a los efectos de remediar tales deficiencias.

De todos modos, estas medidas españolas, no amilanan las ambiciones británicas. En 1796 el secretario de guerra Lord Melvielle, analiza un informe del parlamento que propone una expedición contra la América Hispana por el Océano Pacífico.

En 1797 el Foreing Office redacta una serie de instrucciones a los efectos a los efectos de fomentar las insurrecciones en los dominios hispanos de América. Es justo recordar que, en 1776, las colonias británicas de norte américa se habían independizado contando con apoyo tanto francés como español. Desde aquel entonces el imperio británico estaba buscando resarcirse de tales pérdidas.

El venezolano Francisco de Miranda, busca interesar al Primer Ministro William Pitt, de su plan para insurreccionar a la América Española. El mismo consiste en atacar simultáneamente a Caracas y Buenos Aires para terminar confluyendo sobre Lima.

Ya en el contexto de las guerras napoleónicas, Miranda intenta con apoyo británico ejecutar su plan atacando en Venezuela, pero fracasa estruendosamente debido a la falta de apoyo popular. La otra parte de su plan también es ensayado contra Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata.

En este contexto de las guerras napoleónicas no es ocioso recordar que los británicos por medio del Almirante Home Popham habían arrebatado a los holandeses la ciudad del Cabo, estratégica posición en el extremo sur del continente africano y clave en para las comunicaciones entre el Indico y el Atlántico. Inglaterra, en su estrategia talasocrática, consideraba que esa posición no tenía que ser utilizada por la flota napoleónica ya que desde allí podía controlar la ruta marítima a la India. Cabe tener en cuenta que Holanda y Francia en ese momento eran aliadas.

Consolidada esta conquista en 1806, luego de la gran victoria de Nelson en Trafalgar y teniendo en cuenta que Inglaterra controlaba la Isla de Santa Elena, además de contar con apoyatura portuguesa que facilitaba sus bases en Brasil, la potencia talasocrática había conseguido que el Atlántico Sur se convirtiera en algo así como un lago propio.

Desde esa base se concretaron los preparativos para ejecutar la invasión del Río de la Plata. Estos acontecimientos que la historiografía rioplatense recuerda como las invasiones inglesas terminaron con una humillante derrota de los invasores que pese a contar con un armamento y equipamiento definidamente superior fueron superados por la bravura de los defensores hispanoamericanos. De todos modos, los británicos dejaron inoculado el veneno de las ideas liberales que serán decisivas en el posterior proceso independentista de estas latitudes.

Pese a este estrepitoso fracaso, la obstinación británica por conquistar estas tierras no cesó y sin darle largas al asunto, empezó a organizar una nueva expedición a los efectos de concretar la tan anhelada conquista. Tal proyecto es abortado cuando se produce el cambio de bando por parte del Imperio Español. Originado primariamente en lo que la historia conoce como el motín de Aranjuez y las capitulaciones de Bayona por la cual Napoleón logra coronar como rey de España a José I, que era su hermano. En estas circunstancias se produce un alzamiento popular contra el nuevo monarca en nombre del depuesto Fernando VII. A partir del dos de mayo de 1808, se constituyen juntas por toda la península. José Bonaparte se ve obligado a retirarse de Madrid e Inglaterra envía a España a Wellington con el ejército que se preparaba para invadir el Plata.

En 1809 se firma el tratado Apodaca – Canning entre la junta central de Sevilla y Gran Bretaña, como consecuencia de este tratado a cambio de la ayuda inglesa a los efectos de expulsar al invasor galo de la península, la Junta se compromete a abrir el comercio de las colonias con Inglaterra. Uno de los grandes objetivos de Albión para con estas tierras se empezaba a concretar. Unida a su penetración comercial va una incesante penetración cultural que alienta a abrazar en forma incondicional el ideario liberal.

Iniciados ya lo procesos independentistas Gran Bretaña ejecuta uno de sus clásicos doble juegos. Por un lado, alienta solapadamente a los procesos emancipadores, mientras que simultáneamente apoya a España en su enfrentamiento con el poder napoleónico. Ya consumado el proceso independentista, Inglaterra apuesta con éxito a la balcanización de la América Hispana, contando para ello con la complicidad de parte de la dirigencia criolla que se caracteriza por una marcada estrechez de miras en la perspectiva política.

Gradualmente el imperio británico va reconociendo la independencia de las nuevas naciones surgidas del tronco hispano y con especial habilidad diplomático suscribe tratados de comercio y amistad con las inexpertas dirigencias de las sedicientes repúblicas americanas.

En el caso particular que nos ocupa, Inglaterra firma el tratado de amistad perpetua con la Republica Argentina en el año 1825 en dicho tratado reconoce nuestra independencia, sin hacer reserva alguna con respecto a los límites y extensión territorial que le correspondía al Virreinato del Río de la Plata, al tiempo de segregarse de la madre patria. En consecuencia, Inglaterra firma el tratado sin objetar la soberanía que venía ejerciendo nuestro país sobre el archipiélago de Malvinas. Pese a la amistad proclamada en aquel tratado Inglaterra no se privó de propiciar la secesión de la provincia oriental del Uruguay. Como si esto fuera poco y para demostrar la proverbial hipocresía de la pérfida Albión, en enero de 1833 procede a ocupar las Islas Malvinas.

Gran Bretaña había reconocido los derechos soberanos sobre las Islas Malvinas, primero a España y con posteridad a la Argentina en 1825 con la firma del tratado al que hicimos referencia.

Retrocediendo un poco en la historia, en el año 1817 envía el gobierno de Buenos Aires un contingente militar al archipiélago. En 1820 se apercibe a buques ingleses y norteamericanos por el hecho de están violando la soberanía argentina en la zona.

En agosto de 1821 se dictan medidas atinentes a la conservación de los recursos naturales en la jurisdicción de los mares del Atlántico Sur costas patagónicas e islas adyacentes que incluyen las Malvinas.

Entre los años 1824 y 1832, Luis Vernet, quien en 1829 será nombrado gobernador de las islas, impulsa el desarrollo de las actividades económicas de las mismas. Establece un establecimiento multinacional en el cual da participación a los extranjeros incluyendo desde ya a los súbditos británicos, aparte de proceder a entregar títulos de propiedad a los poseedores argentinos de tierras sobre las que hayan efectuado alguna forma de explotación económica.

En el año 1829 en otro acto soberano, Argentina crea la comandancia Política y Militar sobre esas islas y las aguas adyacentes ante la continua depredación realizada por buques de bandera británica y estadounidense.

El intento de hacer cumplida esta normativa origina en 1831, un serio incidente con los Estados Unidos, cuando Vernet captura tres goletas de esa nacionalidad. En noviembre del mismo año arriba la corbeta Lexington que saquea puerto Soledad.

Luego de una serie de altercados diplomáticos, los Estados Unidos en última instancia terminan reconociendo la soberanía argentina sobre dichas aguas e islas.

En tales circunstancias el caos se ha adueñado de las islas, es asesinado por los penitenciarios el nuevo gobernador de las islas Mayor Esteban Mestivier. Enterados de la situación para ellos favorable Gran Bretaña no desaprovecha la oportunidad para dar su golpe de mano. La corbeta Clío el 3 de enero de 1833, a cargo del comandante Onslow, se apropia de Puerto Soledad.

Anoticiado el gobierno de Buenos Aires de la usurpación británica, Argentina presenta una enérgica protesta al encargado de negocios ingles quien niega descaradamente los hechos.

Ante sucesivos reclamos Lord Palmerston se digna en dar una respuesta alegando que el archipiélago es ingles en razón de que el mismo fuera descubierto por ellos. Tal argumento es totalmente falso como ha quedado demostrado en nuestra reseña histórica. Ya habíamos visto que Gran Bretaña había reconocido los derechos soberanos sobre las islas en disputa primero a la corona española en el siglo XVIII y posteriormente a la Argentina en 1825.

De todos modos, la ocupación británica en sus primeros días no tan pacifica como hubieran deseado. Un puñado de criollos encabezados por el gaucho Antonio Rivero asesinaron a quienes habían quedado a cargo de las islas en representación de la corona inglesa.

No duraría mucho la revuelta. La llegada de la fragata inglesa Challenger, con infantes de marina apresaría a los insurrectos y restablecería la usurpación inglesa.

Lamentablemente en el continente, la situación para Argentina es crítica. El país se encuentra sumido en una prolongada guerra civil que imposibilita adoptar las medidas pertinentes para la recuperación del territorio perdido. El este contexto el éxito de la política balcanizadora propuesta por el Foreing Office es un éxito rotundo. La notable construcción geopolítica del monarca español Carlos III es fraccionada en cuatro partes totalmente inescindibles, me estoy refiriendo a las Repúblicas de Uruguay, Paraguay, Bolivia y Argentina.

El proceso de fragmentación será detenido por una figura de la talla del caudillo rioplatense Juan Manuel de Rosas. Que gradualmente va resolviendo a favor del sector antiliberal las guerras fratricidas que se sucedían en la Confederación Argentina. Este caudillo nunca digirió la fragmentación de las tierras heredadas de España y en consecuencia se propuso recuperar la unidad perdida.

Semejantes aspiraciones pusieron el guardia a las dos principales potencias imperialistas de esos entonces, Inglaterra y Francia, que iniciaron un bloqueo sobre el Rio de la Plata y apoyaron a los enemigos de Rosas y a tales efectos una poderosa flota anglo francesa remontó el Rio Paraná, pero pronto se encontró con una resistencia que hizo que abandonaran sus objetivos. La expedición punitiva, en nombre de la humanidad fue un rotundo fracaso y tanto franceses como ingleses sufrieron la humillación de tener que rendirle homenaje a la bandera argentina con salvas de 21 cañonazos.

No demoraría mucho Albión en cambiar de estrategia y conseguir reabrir las atávicas disputas que enfrentaban al imperio del Brasil con la Confederación Argentina. Una nueva guerra originó la caída de Rosas en 1852 y la imposición del orden liberal. Dicho orden liberal fue totalmente funcional a los designios ingleses en la región. Tanto es así que un presidente constitucional del siglo XIX afirmó muy suelto de cuerpo que la presencia británica en Malvinas era deseable al progreso y la civilización. Pero aun así los reclamos diplomáticos se seguían realizando.

La construcción del canal de Panamá obra finalizada en el año 1914 pareció quitarle importancia geoestratégica a las Islas Malvinas.  Pero dicha postura no fue compartida por los especialistas ingleses en la materia y en buena medida el tiempo les dará la razón. El aserto quedó demostrado al inicio de la primera confrontación mundial, cuando una flotilla alemana con bases en el océano Pacifico, al comando del Almirante Maximilian Graf Von Spee, derrotó a una similar británica en la batalla de cabo Coronel, al sur de Chile y luego de atravesar el estrecho de Magallanes es interceptada por las unidades de la Royal Navy estacionadas en Malvinas. La flota germana fue totalmente destruida.

Tampoco fue ajena a las instancias bélicas ratificando su importancia estratégica durante la Segunda Guerra Mundial, especialmente unida a los episodios que siguieron al cerco y posterior hundimiento del acorazado de bolsillo Graf Spee.

La Republica Argentina, pese a las presiones estadounidenses, se mantuvo neutral durante la guerra de 1914-18. Se ha discutido si fue mérito de la dirigencia nacional o del interés británico en utilizar la insipiente flota mercante de bandera argentina a los efectos de burlar el bloqueo marítimo impuesto por el Segundo Reich a las islas británicas.

En esos entonces, los frigoríficos británicos controlaban el comercio de carnes argentino. Durante la crisis de la década de 1930 se firmó el nefasto tratado Roca-Runciman por el cual se consolida el control de la comercialización de los principales comodities argentinos por parte de los británicos. El entonces vicepresidente argentino afirmó gozoso que con dicho tratado Argentina se unía al imperio británico.

Continuará…