La candidatura turca a los BRICS: ¿Cambio estratégico o influencia diplomática?
La solicitud formal de adhesión de Turquía, miembro de la OTAN, al grupo de economías emergentes BRICS a principios de este mes ha suscitado una gran atención. Aunque el Ministerio de Asuntos Exteriores turco y la Dirección de Comunicaciones aún no han confirmado ni desmentido oficialmente la noticia, ha habido varias confirmaciones indirectas por parte de funcionarios turcos y rusos.
Omer Celik, miembro del gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), formuló cuidadosamente su respuesta a los periodistas:
Nuestro presidente ha declarado en varias ocasiones que queremos ser miembro [del BRICS] ... Nuestra petición al respecto es clara. El proceso está en marcha en este marco, pero no hay ningún avance concreto al respecto.
Yuri Ushakov, presidente del BRICS y asesor de política exterior del presidente ruso Putin, ha confirmado públic amente la solicitud de adhesión de Turquía:
Turquía ha solicitado el ingreso como miembro de pleno derecho. Consideraremos esta solicitud.
El giro de Turquía hacia la multipolaridad
Además, Sputnik informó de que se espera que el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, asista a la cumbre de los BRICS en Kazán, prevista del 22 al 24 de Octubre. Esto coincide con anuncios anteriores de que Erdogan también asistiría a la próxima reunión de jefes de Estado de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS).
Estos acontecimientos ponen de relieve el interés de Ankara por el orden multipolar que representa el BRICS, especialmente tras el fracaso de su intento de adhesión a la UE, aunque la postura oficial de Turquía sigue siendo poco clara, quizá deliberadamente.
El momento de la posible adhesión de Turquía a los BRICS plantea importantes preguntas, especialmente dado que este desarrollo sigue a una reunión informal con los ministros de Asuntos Exteriores de la UE, marcando la primera invitación de este tipo de Turquía desde 2019.
El acrónimo BRICS, acuñado en 2001 por el economista de Goldman Sachs Jim O'Neill, describía originalmente a Brasil, Rusia, India y China. Sudáfrica se unió en 2010, transformándolo en BRICS. A partir de 2024, otros países como Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos también se han unido al bloque BRICS+, ampliando aún más su alcance mundial.
El objetivo del BRICS es aumentar la voz de las economías emergentes en los asuntos internacionales y desafiar el dominio atlantista sobre el sistema financiero mundial. Aunque no es una organización internacional formal como la ONU o el Banco Mundial, el BRICS ha creado el Nuevo Banco de Desarrollo para conceder préstamos a proyectos de desarrollo en las economías emergentes. A finales de 2022, el banco había prestado la asombrosa cifra de 32.000 millones de dólares para nuevas carreteras, puentes, ferrocarriles y proyectos hídricos, aunque sólo representa la mitad de los 72.800 millones de dólares comprometidos por el Banco Mundial en el año fiscal 2023.
En su forma ampliada, el número de personas que viven en los países BRICS asciende a la friolera de 3.500 millones, es decir, el 45% de la población mundial. El tamaño combinado de sus economías es de más de 28,5 billones de dólares, es decir, alrededor del 28% de la economía mundial. Combinados, los miembros ampliados de los BRICS también producen alrededor del 44% del crudo mundial.
¿Y Occidente?
En el frente interno, la política turca está en plena ebullición. En las elecciones locales del 31 de marzo, el partido gobernante, el AKP, perdió una parte significativa de su apoyo por primera vez en 20 años, debido en gran parte a la crisis económica.
En respuesta, el presidente Erdogan nombró nuevo ministro de Finanzas a Mehmet Simsek, una figura conocida por sus fuertes vínculos con instituciones financieras occidentales, lo que algunos han interpretado como un giro hacia una política exterior favorable a la UE y a la OTAN.
En una reunión en el think tank británico Chatham House a principios de este verano, Simsek reiteró que la adhesión a la UE sigue siendo el objetivo estratégico de Turquía y que el país se adheriría a las sanciones a Rusia tras la invasión de Ucrania.
La retórica de Simsek causó cierto malestar en Moscú. La esperada visita del presidente ruso Vladimir Putin a Turquía fue cancelada, y dejó claras sus ideas en el Foro Económico Internacional de San Petersburgo el 5 de junio:
Me parece que el bloque económico del gobierno turco se ha centrado últimamente en obtener préstamos, realizar inversiones y recibir subvenciones de instituciones financieras occidentales. Probablemente esto no sea malo, pero si se relaciona con la restricción de las relaciones comerciales y económicas con Rusia, entonces la economía turca perderá más de lo que gane. En mi opinión, existe tal amenaza.
Mientras tanto, continúa la tensión en las relaciones de Turquía con Rusia. Los bancos turcos, que al parecer restringen las transferencias de dinero de las empresas dedicadas al transporte marítimo a Rusia para cumplir las sanciones estadounidenses, han provocado un descenso del comercio entre ambos países.
Y como advirtió Putin, a pesar de la participación de Turquía el mes pasado en una reunión informal de ministros de Asuntos Exteriores de la UE, Ankara ha visto pocos avances en sus peticiones de liberalización de visados o de actualización del tratado de unión aduanera con la UE.
En este contexto de tensas relaciones tanto con la UE como con Rusia, la solicitud de adhesión de Turquía al BRICS puede significar una recalibración de su política exterior. Los informes sobre la solicitud de adhesión de Turquía al BRICS, confirmada por Rusia, sugieren que el país busca una nueva posición en la diplomacia mundial.
¿Maniobra estratégica o apuesta económica?
Notablemente, el interés de Turquía en BRICS no es nuevo; se ha discutido desde 2018. Sin embargo, los diferentes enfoques dentro del gobierno de Turquía -en particular entre el ministro de Relaciones Exteriores, Hakan Fidan, que apoya la membresía de BRICS, y el ministro de Finanzas, Simsek, que parece más cauteloso- reflejan las divisiones internas sobre el tema.
La confirmación por parte de Rusia de la solicitud de adhesión de Turquía antes del anuncio oficial de Ankara parece destinada a cuestionar la postura prooccidental de Simsek. Esta situación revela la persistente tensión entre las ambiciones de Ankara de mantener una política económica prooccidental y la posibilidad de unirse a los BRICS, un bloque encabezado por las potencias euroasiáticas Rusia y China.
Desde el punto de vista económico, los BRICS podrían ofrecer oportunidades a Turquía, especialmente mediante el acceso a préstamos e inversiones del Banco de Desarrollo de los BRICS. Pero Turquía también debe tener en cuenta sus limitaciones:
Entre ellas, el desequilibrio comercial de Ankara con los miembros del BRICS, especialmente China, que es preocupante. En 2023, Turquía sólo exportó 3.500 millones de dólares a China, mientras que importó 45.000 millones, lo que se tradujo en un importante déficit comercial. Por el contrario, las relaciones comerciales de Turquía con la UE están mucho más equilibradas, con 153.000 millones de dólares en exportaciones y 160.000 millones en importaciones durante el mismo periodo.
Dado que Occidente sigue siendo el mayor socio económico y la principal fuente de crédito de Turquía, dañar estas relaciones podría plantear riesgos sustanciales. La adhesión a los BRICS puede reavivar los debates sobre la alineación geopolítica de Turquía, especialmente como miembro de la OTAN y candidato a la UE. Aunque cabe mencionar que la entrada de Arabia Saudí, aliada de Occidente, y Egipto en el club de los BRICS a principios de este año no parece haber generado ningún conflicto con Washington.
Se especula con que Erdogan podría estar utilizando la candidatura de Ankara a los BRICS como herramienta de negociación con Occidente, sobre todo tras la aprobación estadounidense de la compra de aviones de combate F-16 a Turquía.
Este movimiento podría servir como palanca contra los embargos, especialmente en los sectores de defensa y tecnología. Sin embargo, el éxito de esta estrategia depende de cómo responda Occidente, en particular Estados Unidos, a la evolución de la política exterior turca.