La anexión que no fue

13.08.2020

El plan de anexión del 30% de Cisjordania, que había anunciado el Primer Ministro, Netanyahu, para el 1 de julio, no tuvo éxito debido a que confluyeron, en sentido contrario, la falta de anuencia de la Casa Blanca, la oposición abierta de una parte considerable de la comunidad internacional y, en menor medida, el desacuerdo que hay entre los actores influyentes dentro de Israel.

Pues bien, indiscutiblemente, el presidente Trump es respaldado por una agrupación de clanes de poder, entre las cuales está el sionismo, pero, sosteniendo la opinión humilde que tengo desde el año 2016, este no le configura ni le determina la totalidad de la agenda de la política exterior. 
 
Por consiguiente, el mandatario norteamericano, en la realización de su juego de poder y con vista a su consolidación en Washington, concede medidas, confiere protección y estimula la subsistencia incremental de Israel. Sin embargo, no les satisface entera y completamente a los integrantes de la geopolítica sionista. En el enfoque personal de Trump, Israel y Palestina tendrían que coexistir como estados, con superioridad israelí, por supuesto, pero ambos otorgándose concesiones mutuas, con la aquiescencia de líderes suníes como los que hoy dirigen la estadidad saudí.
 
Esto, puntualmente, es lo que genera la discrepancia y disgusto de numerosos partidarios sionistas ya que no están dispuestos a aceptar esa situación, como es el caso del dirigente expansionista, Yossi Dagan, que acusa a Benjamín Netanyahu de inclinarse y rendirse a los estadounidenses porque no concretó la prometida anexión unilateral del primero de julio y, sobre todo, porque no se desmarcaría del plan de Trump.
Evidentemente, lo precedentemente dicho, no quiere decir que Trump y el sionismo, más exactamente la línea Netanyahu, se disociarán en un corto lapso de tiempo por la razón sencilla de que se precisan recíprocamente.
 
Según sabemos, Washington no habilitó la consumación de ese plan porque habría puntualmente una discordancia operativa con Netanyahu y porque está orientado a la resolución de problemas de otra índole, algunos de ellos que son muy conocidos, otros no tanto, pero que juntos fuerzan la atención y la concentración de esfuerzos del gabinete gubernamental de Trump.
 
Por su parte, representantes oficiales de gobiernos importantes del mundo entero, que mantienen una relación diplomática cordial, amigable si se quiere, con Israel, han emitido sus discrepancias con el plan israelí.
Por ejemplo, el gobierno de Moscú, serena e inteligentemente, dijo que esa tentativa israelí anularía las posibilidades de la conformación biestatal (palestino- israelí) y que, además, por su peligrosidad inmanente, induciría a una espiral de violencia en la zona. Este tipo de escenario brutal para la región es el que impugna China, cuyo gobierno, tajantemente ha declarado que apuesta por la solución pacífica, justa y razonable para Palestina y, por ende, desaprueba la aventura sionista.
 
Iguales o similares opiniones hallamos en los corredores estatales nacionales de Londres, Berlín, París, Tokio, Ankara, en el plenario general de las Naciones Unidas. Mención aparte y valiosa, merece la actuación de la República Islámica de Irán que, en todo momento, bajo cualquier circunstancia y en todo foro público o privado, defiende el derecho del pueblo palestino de existir con libertad, dignidad y grandeza en su territorio histórico.
 
Asimismo, en la propia sociedad de Israel hay diferencias de concepto y oportunidad en torno al plan de Netanyahu. Están los que lisa y llanamente se oponen a esa aventura, como también están quienes apoyan esa medida pero que tienen desavenencia entre sí por juicios de prudencia en cuanto al tiempo de ejecución.
 
También hay fisura en los estamentos del poder israelí, verbigracia, la excanciller, Tzipi Livni, declaró que a lo que aspira Netanyahu no es sostenible puesto que llevaría a Israel a un punto de no retorno.
 
Esta concurrencia de factores no interconectados directamente entre sí, implicó que Netanyahu se viese desfavorecido y su intento anexionista no progresara de acuerdo al plan establecido ya que la oportunidad global que pensó que le resultaría proclive ya pasó o, clara y objetivamente, la misma no estaba en la realidad de los hechos.
 
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