Juntos contra la globalización: Polonia y Europa entre la soberanía y la integración

15.03.2016

Quizá una de las estimaciones más claras de la posición de los Estados-nación en el mundo globalizado actual está encapsulado en las palabras de Alain de Benoist: “El Estado-nación es ahora demasiado grande para gestionar pequeños problemas y demasiado pequeño para abordar los grandes problemas.

“Libre comercio” y “libre migración”: Europa bajo el dedo atlantista.

En la actual Unión Europea, el estado-nación está experimentando una crisis profunda que amenaza no sólo a la estabilidad y bienestar de los pueblos de estos países, sino también la viabilidad de cualquier proyecto de integración Europea. ¿Cuáles son algunos de los signos que los estados europeos han perdido o están perdiendo de sus últimos vestigios de soberanía, y este es un proceso irreversible sobre el ámbito nacional?

La  crisis de los refugiados y el TTIP iniciado por EEUU, son dos de los temas más controvertidos que pueden considerarse síntomas de la crisis de soberanía nominal de los estados-nación europeos que de uno en uno están unidos en la supuesta soberanía de la UE. El acuerdo económico del TTIP continúa acechando y amenazando sobre Europa. Como Andres Barrera Gonzales resumen en su estudio sobre el imperialismo americano en Europa, el TTIP es:

…desde su fundación inicial está designado para servir a los intereses de las empresas americanas, al beneficio de las corporaciones multinacionales más grandes y al gran capital financiero; en vez de para el beneficio del pueblo o la atención a verdaderos intereses nacionales o multinacionales. La deplorable subordinación de la UE a los intereses estratégicos de los EEUU, esto es, la falta de autonomía en la definición de su propio camino en temas claves como defensa, asuntos exteriores o políticas económicas, puede que tengan consecuencias muy perniciosas y trágicas para la UE en el (no tan) largo plazo.

El TTIP ciertamente amenaza la garantía que los estados europeos y la UE como conjunto permanecen económicamente endeudados con los Estados Unidos mediante el “libre comercio”. El resultado actual es la exclusión del público europeo de los procesos de toma de decisiones sobre acuerdos económicos, y la prevención de relaciones económicas beneficiosas entre Europa y otros jugadores mundiales tales como Rusia y China.

Como tal, el TTIP se presenta a sí mismo como un barómetro para someter la soberanía de Europa por los EEUU. No sólo expone la subyugación de la UE a largo plazo, sino también la represión individual de los estados nación por estructuras atlantistas supranacionales dentro de la UE, como se demostró por el secretismo y ocultación de las negociaciones del TTIP así como la cruda realidad de que, si el TTIP es implementado, los gobiernos nacionales de la UE no serán capaces jamás de hacer que rindan cuentas las empresas transnacionales, mientras que éstas pueden demandar libremente a los estados debido a políticas no rentables.

La crisis de los refugiados/migrantes, es otra señal de la debilidad de los remanentes de soberanía en los estados-nación europeos. Los sistemas de seguridad fronteriza de Europa están colapsándose y enormes olas de gente frustrada, desesperada y rota por la guerra, con culturas extranjeras y con trasfondo desconocido, están sobrepasando a los estados europeos. Esto amenaza con romper la ya problemática estabilidad social y demográfica e imponer nuevas cargas en los presupuestos en crisis. Incluso Alemania, cuyos líderes son los máximos defensores de la “compasión” hacia el influjo de refugiados, pueden ser denominados difícilmente como representantes soberanos de Alemania en tanto que ellos han permitido que sus propios ciudadanos se conviertan en objetivos de agresiones sexuales masivas e incluso asalto (mientras la oposición de la mayoría de los alemanes a más migración es ignorada). Lo mismo ha ocurrido en Suecia, donde la policía y los políticos también han sido acusados de encubrir hechos similares. Esto es cierta y extremadamente difícil de imaginar como un verdadero estado soberano puede permitir pasivamente que semejante catástrofe potencial, cruce y se acumule dentro de sus fronteras.

Ciertamente, muchas de las naciones europeas han estado privadas de soberanía política y geopolítica y han estado alternativamente persuadidas y coaccionadas a la sumisión económica a los EEUU. Estos niegan el derecho a mantener sus respectivas herencias culturales y nacionales europeas y en cambio, están sirviendo por la fuerza los platos del neoliberalismo, austeridad, “derechos humanos” (que aparentemente no incluyen el derecho de las mujeres a no ser violadas) y el “multiculturalismo”, que en meses recientes ha conducido a tensiones sociales y demográficas que ahora explotan en el contexto de la crisis de los refugiados/migrantes.

El realismo pragmático de uno de los líderes del partido socialdemocrático eslovaco muestra justamente la medida en que el manejo de la crisis de los refugiados expone la naturaleza anti-soberana de la UE atlantista, y puede ayudar a que uno estime la extensión por la cual muchos de tales “problemas europeos” son de hecho problemas puestos sobre Europa como consecuencia de la naturaleza anti-europea del Atlantismo. Es importante tener en mente que la crisis de los migrantes misma es un resultado arrastrado a europa por las políticas externas americanas de guerras sin fin y campañas de desestabilización, por las cuales, a día de hoy, Europa ha pagado un alto precio.

La controversia de los refugiados y el TTIP son justo la punta del iceberg de la dependencia profundamente enraizada de las estructuras de la UE a los EEUU, y son las más recientes confirmaciones del deterioro de la soberanía europea. Durante las pasadas dos décadas, el gobierno unipolar y atlantista de los Estasdos Unidos con su imposición de “valores liberales” y su capitalismo tardío parasitario ha tenido cuestiones incuestionablemente negativas y erosivas para los estados-nación europeos. La misma y actual Unión Europea, a pesar de ciertos mitos en torno a sus orígenes, fue de hecho un producto de la conquista americana de la post-guerra europea. Fue parte del proyecto atlantista dominante, y se organiza en sí mismo para suprimir la soberanía nacional, que en cambio debe ser el bloque de construcción elemental de cualquier proyecto genuino de integración europea. El caso de Grecia es un ejemplo evidente y a la vista, justo como muchos de los propios estados internamente, la UE en conjunto muestra signos de ser una colonia atlantista.

Mientras los síntomas de la crisis de los refugiados, el TTIP, y la hegemonía general de los EEUU sobre una porción crucial de las estructuras y políticas de la UE son ciertamente características salientes, una dimensión mayor de la cuestión de la soberanía yace en el corazón de la crisis de la globalización. El colapso del socialismo en la Unión Soviética señaló el fin de la guerra fría y el triunfo global de los Estados Unidos y su modelo capitalista liberal. Esto, a su momento, inició la siguiente fase de globalización, y puso a los estados-nación en una posición debilitada. El ascenso histórico de la ideología global del liberalismo tras la guerra fría, cuando “el fin de la historia” fue declarado, muestra que el estado nación”, y la “nacionalidad” misma, fueron seleccionadas para ser desmanteladas bajo la presión de la atomización progresiva del liberalismo. El estado-nación fue y está para ser reemplazado por el nuevo curso del “nuevo orden mundial” y “los derechos humanos universales y la democracia” del tipo americano. No es necesario decir, que “derechos humanos” no significan “derechos sociales” ni cualquier sustancia sino meramente la justificación para el cambio de régimen y para la imposición de políticas neoliberales extremas, declinando la sanidad pública, y también, en casos crecientes, los alimentos de Monsanto (en otras palabras, “derechos humanos” no significa el derecho a la salud y a una vida larga). La crisis de Europa hoy y el ramaje de sus problemas puede rastrarse en las dimensiones ideológicas, económicas y geopolíticas de este Fin de la Historia.

El estado-nación vs atlantismo y la búsqueda de nuevas alternativas: El caso polaco

Sin embargo, y hacia la comprensión del caso particular de Polonia, el dilema al que nos enfrentamos hoy es si el estado-nación es todavía e inevitablemente un actor relevante que todavía retiene algún poder, o si la política global continúa siendo determinada por élites transnacionales que usan la estructura y autoridad legal de los estados-nación para conducir las políticas. ¿Pueden las estructuras del estado-nación ser usadas por un estado débil que desea resistir los procesos de globalización? Esta es la cuestión y dilema al que se enfrenta Polonia, el cual discutiremos más abajo.

A través de esta cuestión, encontramos lo que parece a primera vista que es una paradoja: El nacionalismo del estado-nación incluso ha reemergido como una de las bases de la resistencia o reacción al atlantismo unipolar. El resurgir de partidos nacionalistas y movimientos a lo largo de Europa demuestra que el estado-nación y las identidades nacionales todavía presentan un gran potencial para desafiar una dominación americana en lo ideológico, económico y geopolítico. En el otro lado de la moneda, los movimientos nacionales también plantean el peligro de ser no solamente artificiales y completamente deconstructivos, sino también plenamente fuerzas atlantistas y en última instancia fuerzas liberales y globalizadoras, como la catástrofe del “nacionalismo ucraniano” ha demostrado en los dos últimos años.

Hay, sin embargo, una salida amplia. Sobre los últimos años, grandes bloques multinacionales y organizaciones cooperativas han emergido para resistir la hegemonía americana. A pesar de sus condiciones cambiantes, estructuras, orígenes y los desafíos únicos a los que se enfrentan, tales entidades como la Unión Económica Euroasiática, la Organización de Cooperación de Shanghái, los BRICS, y otras iniciativas de uniones propuestas, incluyendo ALBA en Latinoamérica, tienen el potencial de ofrecer alternativas de desarrollo sobre la base no solamente de respeto mutuo a la soberanía de los estados, sino también a hacer realidad que tal soberanía no puede ser garantizada por una fuerza solitaria de este o aquel estado-nación contra el enorme behemoth americano y las presión de su “globalización”.

Propuestas para este fin están ganando más terreno, tal como, cuando los BRICS ofrecieron una estrategia de salida viable para Grecia de la crisis de deuda impuesta por los atlantistas o cuando los Unión Económica Euroasiática invitó a Europa para enfrentarse a aquello y evitar el TTIP. En resumen, ellos buscaban superar la estrategia del “divide y vencerás” de los EEUU y ofrecieron alternativas cada vez más atractivas y necesarias con un alto grado de flexibilidad y mediación. Es más, los estados que se unen a tales iniciativas están presentados con el hecho de que los compromisos o concesiones demandadas para la membresía en estas alianzas político-militares y económicas, parecen insignificantes en comparación con las pérdidas de soberanía a las que están amenazadas cuando permanecen solos y son atrapados en el vórtice intenso de la hegemonía atlantista. Tales bloques constantemente emergentes, aunque no sin problemas, están ofreciendo a los estados la oportunidad de defender sus identidades y soberanía frente al atlantismo y, con el reforzado desarrollo cooperativo económico, eviten la caída en la trampa del cada vez más atrapado estado-nación. Aunque queda un desarrollo subterráneo confinado a los fértiles entornos de diferentes movimientos nacionalistas y pan-nacionalistas, tales como el Frente Nacional en Francia o Zmiana en Polonia, no es probable que sea realizado en el futuro próximo, la idea de una Unión Europea continental, transformada, anti-atlantista “de Dublín a Vladivostok”, represente un potencial análogo.

Polonia es un ejemplo primario de estado-nación que se enfrenta con este dilema. El estado polaco queda como un actor relevante dada la continuada y objetiva existencia del gobierno de su estado-nación. Como resultado de la globalización unipolar, sin embargo, este estado permanece atado al marco más amplio de la UE. Pero, la naturaleza atlantista de la existente UE, inherentemente oprime y daña la soberanía de Polonia. Cualquier tipo de liberación para Polonia, sin embargo, es improbable sin la transformación del “gran espacio” existente, o empleando las oportunidades presentadas por una integración alternativa o proyecto cooperativo. Este es el contexto de la declaración de Alain de Benoist con cuyo análisis tenemos que tratar. La situación polaca es incluso un estudio de caso iluminador en el contexto del surgimiento de nuevas y viejas oposiciones nacionalistas en Europa, que han reemergido como respuesta a la Unión Europea debido a su atlantización por los Estados Unidos. El caso de Polonia es también importante en el que se demuestran los obstáculos de los proyectos nacionalistas “baladíes” cuando se ignoran proyectos anti-atlantistas más grandes.

La última ola de nacionalismo polaco, por ejemplo, es enteramente deconstructivo en su estilo. La colonización de Polonia por el bloque EEUU-OTAN ha bloqueado demasiadas oportunidades para Polonia como un estado-nación relativamente nuevo que persigue construir políticas internas y externas y ha puesto una serie de problemas innecesarios a la puerta de Polonia, tales como el TTIP, la crisis de los refugiados, las cruzadas liberales sin fin de los “derechos humanos” contra las normas culturales polacas, y la manipulación de Polonia para apoyar a sus propios enemigos existentes, tales como el banderismo en Ucrania. Igualmente, Polonia ha sido forzada a rechazar las relaciones económicas beneficiosas con sus vecinos del este, tales como Bielorrusia y Rusia.

Pero la nueva ola de nacionalismo polaco, que montó el partido Ley y Justicia, y co-optó al poder, ha arremetido contra la membresía reciente de Polonia en la Unión Europea y la OTAN, y en cambio ha apelado a una “Polonia para los Polacos” y una Polonia libre para actuar como quiera dentro o fuera del contexto de la Unión Europea. Esto, más o menos, es el sentimiento populista en que oscilan muchos votantes polacos, y catapultó al partido Ley y Justicia al poder, bajo entre otros lemas, “nada sobre nosotros sin nosotros”. Sin embargo mal dirigida, la nueva ola de sentimiento nacionalista polaco es una fuerza para ser reconocida con, y por consiguiente, poseedora de importantes cuestiones relativas al estado-nación en el siglo 21, entre el atlantismo unipolar y la integración en “gran espacio”.

Además del problema que al que se enfrenta este nacionalismo polaco, es el mismo tema que enfrenta al estado-nación en Europa de forma general. ¿Qué es lo bueno para una Polonia independiente en el mundo de hoy? ¿Puede existir Polonia por sí misma fuera de los proyectos de integración? ¿Hay soberanía en un estrecho proyecto nacionalista?

Desde una posición económica, la misma Polonia se encuentra dentro de la gran zona económica de Alemania. Gran parte de las industrias que quedan en Polonia son dependientes mediante lazos económicos con la economía alemana. Del otro lado de la frontera, las enormes y beneficiosas exportaciones agrícolas de Polonia, dependen de las buenas relaciones con sus vecinos orientales, primero y ante todo, Rusia. La ruptura de las raíces de las relaciones económicas horizontales de Polonia con sus flancos oriental (como consecuencia que han mostrado las sanciones anti-rusas) y occidental, bajo la bandera de la “liberación nacional” sería más devastador que la emancipación y socavaría cualquier tipo de renacimiento nacional desde el comienzo.

Comiéndose los lemas anti-UE junto con la cruzada habitual de rusofobia, el nuevo gobierno no solo ha continuado la línea anti-rusa que ha traído inmensas pérdidas económicas a Polonia en el último año y medio, sino que también hizo notables maniobras en, por ejemplo, la esfera de propiedad mediática, que representa un claro golpe a Alemania. En el “alejamiento” de la “dictadura de la UE” por Alemania y Bruselas, sin embargo, el nuevo gobierno ha llevado a Polonia solamente a las garras de los EEUU, como lo confirma la venta mayoritaria de TVN, una de las mayores cadenas de noticias de televisión en Polonia, a una compañía americana. Hasta ahora, las formulaciones políticas post-electorales de Ley y Justicia han mantenido un carácter puramente atlantista, con pequeñas migas de la mesa tales como un incremento de las pagas de bienestar y un banal servicio para “patrioterismo barato”, presuntamente sustituyéndolo por cualquier legítimo “Polonia para los Polacos”. La continuada ocupación y colonización de Polonia no solo se esconde por los nacionalistas atlantistas en el poder, sino que ha arrastrado a polacos comunes en la mala dirección, los cuales genuinamente esperaban “traer de nuevo las tiendas a Polonia”, esto es, aliviar la economía polaca de los indicios de dominación del capital extranjero. La “no política” del “enfrentamiento” muy publicitada entre el primer ministro polaco y las autoridades europeas es tanto un testimonio del lamentable estado de la dinámica interna de la UE, ya que es a la parodia de este falso patriotismo polaco.

Geopolíticamente, las condiciones son diferentes respecto de siglos pasados y, en tándem con el surgimiento del proyecto de integración euroasiático y el aún crecimiento subterráneo anti-atlantista continental que surge dentro de la UE, y está la oportunidad potencial para que Polonia juegue el papel que podría tener destinado: El papel de un puente geopolítico, cultural, económico y en un nivel más superficial, de puente diplomático entre Rusia y Europa. Sin embargo, los nuevos “nacionalistas” de Polonia han decidido arremeter en todas direcciones y continuaron el paradigma historiográfico atlantista institucionalizado, y la rusofobia que previene a Polonia de buscar socios alternativos y razonables.

La colonización atlantista de Polonia continuó, su ocupación por la OTAN, y la castración de su discurso político nacional por el paradigma liberal mantiene un dominio absoluto sobre cualquier tipo de nacionalismo polaco que Ley y Justicia (LyJ) y sus engañadas víctimas han defendido contra los “elementos anti-polacos” y “el peor tipo de polacos” (en palabras del líder de LyJ, Kaczynski) que preparan la falsa nueva oposición “democrática”. El problema real es que mientras algunos de los nuevos nacionalistas polacos han entendido que polonia no es soberana y que la soberanía es conveniente, creen, erróneamente, que puede lograrse en solitario, e incluso tanto contra Europa como conjunto, como contra otros bloques alternativos, tales como el encabezado por Rusia.

Justo como está la situación a la que se enfrentan muchos de los estados-nación de hoy, tal escape del abismo del atlantismo podría empezar en el nivel nacional, pero sólo puede terminar ahí en su propio peligro de ser estrangulada bajo el régimen del “divide y vencerás”. Estados como Polonia pueden encontrar su alternativa, o al menos su espacio para respirar, en la visión y modelo del gran bloque Europeo-Euroasiático de Dublín a Vladivostok, parte y parcela de un mundo multipolar, en el cual los estados-nación de Europa (cuyas soberanías están garantizadas como razón de Estado de tal unión) podrían tener la oportunidad para elaborar constructivamente sus propias identidades y políticas europeas nacionales e interconectadas, como opuestas a las imposiciones atlantistas por la fuerza de las bayonetas americanas, la presión en torno a los acuerdos económicos traicioneros tales como el TTIP, la descuidada entrada de los millones de ciudadanos no-europeos en el territorio de Europa bajo la bandera de "derechos humanos", chantaje diplomático, etc. Esto significa que Polonia puede encontrar una lucha común con proyectos alternativos a la UE atlantista o senderos continentales para que la UE más bien se aísle por enésima vez en su historia. Más que ser una simple lucha por una “Polonia para los polacos”, la lucha de Polonia es inevitablemente también una lucha por la soberanía europea. Como algunos analistas han anotado, Zmiana ofrece las propuestas más constructivas en este sentido, cuyos lemas de campaña para el parlamento europeo –“por una UE soberana y social”– conecta la lucha de Polonia con la de otras naciones europeas.

Ninguna Polonia sería capaz de resistir de otro modo, los desastres masivos que se apretujan en las puertas de Europa, cortesía del aún moribundo y en aprietos, imperio americano. Hasta cierto punto, “la globalización” podría girarse en su cabeza, revertirse contra los mismos orquestadores universales, una soberanía real lograda por medio de bloques cooperativos de Estados soberanos en oposición a la hegemonía de los EEUU, sin esconderse bajo su paraguas de una imaginaria “agresión rusa”, “guerra contra el terror”, o aislarse sobre sí mismos en anticuadas riñas nacionalistas. Este es el camino para construir una Europa verdaderamente soberana sobre naciones europeas verdaderamente soberanas. Polonia y los nacionalistas polacos tienen esta elección ante sí: Unirse a una lucha común o ser aplastados en solitario, repartidos por enésima vez en la historia.