JOSÉ MARTÍ Y LA TEORÍA DEL EQUILIBRIO DE PODER

08.02.2022

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera

Discurso pronunciado en la celebración del 169 aniversario del nacimiento de José Martí en la Casa Central de la Ciencia, 28 de enero de 2022.

La política internacional actual se parece mucho a la del siglo XIX, especialmente si tenemos en cuenta que el orden europeo de ese entonces estaba dando paso al imperialismo y al colonialismo cuyos efectos globales y consecuencias imprevisibles hoy conocemos perfectamente.

En este sentido, podemos decir que el legado intelectual de José Martí es bastante interesante, ya que su percepción de los cambios internacionales nos da una idea de la profundidad de sus ideas geopolíticas. Su teoría del equilibrio puede verse como una anticipación de la multipolaridad y encaja perfectamente en el paradigma del realismo político (el cual surgió mucho después).

En abril de 1892 José Martí se convirtió en el líder del partido revolucionario cubano y en ese momento tuvo que enfrentarse a una situación internacional extremadamente complicada: Cuba y el resto de las Antillas españolas jamás conseguirían independizarse de España sin la ayuda de los Estados Unidos. Esta expansión de la influencia norteamericana en el Caribe era activamente discutida por los círculos políticos de Washington.

Sin embargo, con tal de conseguir la independencia de Cuba era necesario asegurar el apoyo y la hermandad del resto de los países de América Latina, algo que era muy difícil en medio de las incertidumbres políticas de la época. Argentina y Brasil luchaban entre sí por ver quien lideraría la región. Brasil dependía económicamente de Estados Unidos y desde 1880 la política exterior de este país se basó en una alianza estratégica con el gigante del Norte, siendo desde entonces el principal mercado de sus exportaciones, especialmente de café. Brasil justificaba esta política exterior debido a que temía la creación de una alianza hispano-estadounidense en el Cono Sur liderada por Argentina y que iría dirigida en contra de sus intereses.

La hegemonía estadounidense amenazaba la unidad latinoamericana. Es por eso que Martí en algún momento sopesó que la política exterior del Brasil cambiaría gracias al golpe de Estado del general Deodoro de Fonseca. Sin embargo, tales cambios no se produjeron, por lo que perdió toda esperanza de contar con la ayuda de este país. Esto lo llevó a abandonar el término “América Latina” y reemplazarlo por “unidad latinoamericana”. Posteriormente comenzó a hablar de “Hispanoamérica” o de “Nuestra América”.

Uno de los contemporáneos de José Martí, el almirante estadounidense Alfred Thayer Mahan publicó por esas mismas fechas su famoso libro La importancia del poder naval en la historia. En este libro Mahan argumentaba que el control de los mares sería clave a la hora de expandir el poder de los Estados Unidos por el mundo. Por lo tanto, el creciente comercio de EE.UU. con el resto del mundo, especialmente con Asia (algo que Mahan desarrolló en varios artículos posteriores), garantizaría la felicidad de los estadounidenses y de ese modo se eliminarían las crisis de sobreproducción, hambre y desempleo que asolaban constantemente la economía nacional.

El libro analizaba especialmente la política de Gran Bretaña que, según Mahan, era el mayor enemigo de los Estados Unidos.

En 1890 Mahan publicó un famoso artículo en la revista American Atlantic Monthly titulado “The United States looking outward” (Estados Unidos mira hacia afuera) donde analizaba la importancia de las Antillas para Estados Unidos.

Mahan decía abiertamente que las Antillas Mayores, especialmente Cuba, debían ser controladas por los EE.UU., ya que de otro modo sería imposible controlar el canal interoceánico que en ese entonces se planeaba construir en Panamá o Nicaragua.

Además, Mahan también hablaba del Paso de Barlovento que era la ruta más corta hacia el canal interoceánico y preveía que la construcción de este no podía comenzar sin el control de las zonas cercanas a la costa, por lo que era necesario crear un sistema de bases navales que protegieran ambas orillas del canal. Mahan decía que la clave para controlar las Antillas era Cuba, idea que fue muy bien recibida por el Congreso de Estados Unidos y luego fue asumida por el político republicano Henry Cabot Lodge y su amigo, el vicepresidente y luego presidente, Theodore Roosevelt.

El gobierno de Estados Unidos le ofreció a España comprar la Isla, pero los españoles, indignados por la oferta, se negaron a venderla. Martí consideraba que era necesario acelerar el proceso revolucionario que conduciría a la independencia de Cuba mediante una guerra relámpago contra España, lo cual permitiría, tras la victoria, establecer un equilibrio de las potencias en competencia en torno a las Antillas de habla hispana. Martí esperaba detener la expansión de los Estados Unidos en el Caribe por medio de una unión entre Cuba, Puerto Rico, Santo Domingo y Haití. Esta unión sin duda encontraría respaldo en los países interesados en la independencia de las Antillas españolas, como Argentina, México, los países centroamericanos y algunas potencias europeas como Inglaterra y Alemania que se veían amenazadas por el creciente auge del imperialismo estadounidense.

Martí consignó sus ideas sobre el futuro de la revolución en una serie de reflexiones que anoto en un cuaderno que usaba cuando trabajaba para una empresa francesa (Lyon and Company) en su estancia en Nueva York durante el año de 1887. Martí hace referencia a unas cuantas declaraciones del vicecónsul francés que decían que con una pequeña inversión era posible construir un canal interoceánico que conectara el Pacífico con el Atlántico. Poco después, una empresa británica declaró su intensión de hacerse con los derechos de construcción del canal y la prensa internacional se hizo eco de estas propuestas. Martí formuló su visión estratégica del siguiente modo: “Lo que otros ven como un peligro, yo lo veo como una garantía: mientras no seamos lo suficientemente fuertes como para defendernos, nuestra independencia dependerá de la competencia que existe entre las diferentes potencias. Como todavía no estamos preparados, corremos el riesgo de que países competidores pero afines (Inglaterra, EE.UU.) se unan contra nosotros en el futuro. Es por eso que tanto nuestra política exterior como la de Centroamérica debe buscar equilibrar la fuerza de todas estas potencias, pero sin permitir el predominio claro de ninguna de ellas”.

Martí desarrolló una estrategia de equilibrio que evitara la expansión estadounidense.

Resulta interesante que el jefe de la delegación argentina en Washington, Roque Sáenz Peña, tenía ideas muy parecidas a las de José Martí. Posteriormente, cuando fue jefe del Ministerio de Asuntos Exteriores durante un breve periodo de no más de un mes, Sáenz Peña nominó a José Martí como cónsul de Argentina en Nueva York.

Este nombramiento oficial en octubre de 1890 cuando se encontraba en Paraguay (en ese entonces ejercía como cónsul de Uruguay desde 1887) dejaba claro que Argentina apoyaba la lucha por la independencia cubana. Esto no solo molestaba al gobierno español sino también al estadounidense.

La primera aparición oficial de José Martí como cónsul de Argentina fue en el Twilight Club de Nueva York donde se estaba celebrando una conferencia sobre Cuba. Martí aceptó la invitación para hacer parte de este club cuyo presidente era el general Carl Friedrich Wingate. En ese entonces el Twilight Club reunía a toda clase de intelectuales estadounidenses díscolos como Walt Whitman, Mark Twain, Mark Durkham o el magnate del acero y multimillonario Andrew Carnegie.

Martí leyó un discurso en este club acerca del creciente debate en los Estados Unidos de “controlar” directamente Cuba y otros países del Caribe y América del Sur. Su discurso era claramente antiimperialista y atacaba el proyecto anexionista impulsado por Mahan y un grupo de congresistas republicanos conservadores.

Martí llamó a Mahan y al resto de estos políticos conservadores estadounidenses un montón de locos e insensatos que pretendían declararle la guerra a los países latinoamericanos, tres de los cuales él representaba como cónsul en Estados Unidos. Los miembros del Twilight Club aplaudieron el discurso de José Martí y decidieron ponerse del lado del pueblo cubano y su derecho a la independencia.

El primer país europeo con el que entró en contacto José Martí fue Inglaterra, que en ese entonces era la potencia europea con mayor presencia en América Latina. Además, Inglaterra había apoyado anteriormente Simón Bolívar con el envío de la legión británica.

En 1887 Martí envió una carta al Partido Liberal de México donde criticaba los prejuicios que había causado el periodista y publicista norteamericano David Ames Welk en ese país, especialmente con la publicación de un artículo en el Popular Science Monthly. Martí decía que “la República Argentina está creciendo mucho más rápido que Estados Unidos. Y quien hasta ahora a ayudado a los argentinos a crecer esta interesado en ayudarnos a nosotros: Inglaterra”.

Martí también entabló relaciones con el líder de la unificación alemana: Otto von Bismarck. Bismarck promovió desde 1880 hasta su salida del cargo en 1890 las aspiraciones marítimas de Alemania.

En ese entonces Alemania contaba con una serie de bases en varias islas estratégicas del Pacífico. Sin embargo, Bismarck aspiraba a más y propuso enviar una gran cantidad de emigrantes alemanes a Cuba, además de firmar con España un tratado que permitiera la construcción de una base naval alemana en la isla.

Sabemos que Martí envió varias cartas a los vicecónsules de Gran Bretaña y Alemania cuando estaba en Guantánamo pocos días antes de su muerte. Estas cartas despertaron el interés de ambas embajadas y según varios académicos contemporáneos (entre ellos el alemán Martin Franzbach y el inglés Christopher Hall) que fueron capaces de localizar las cartas que envió Martí sabemos que tuvieron una recepción muy positiva.

Esto demuestra que José Martí buscó crear un equilibrio que permitiera a las Grandes Antillas, es decir, Cuba, Puerto Rico, Santo Domingo y Haití, ser independientes.

Finalmente, vale la pena mencionar que existió otro proyecto de independencia defendido por los patriotas puertorriqueños Eugenio María de Ostos y Ramón Emeterio Betances. Ambos defendieron la idea de crear una Confederación del Caribe en una serie de artículos que publicaron durante la década de 1880. Sin embargo, fue en el periódico Patria, durante los años de 1894-95, es decir, en vísperas del estallido de las hostilidades en Cuba, cuando más difundieron este proyecto. Martí no veía con malos ojos estas ideas, pero los consideraba inoportunos, ya que su prioridad era la independencia de las Antillas de habla hispana.

La creación de una Confederación Caribeña podía espantar a las potencias europeas que estaban entrando en conflicto con los Estados Unidos y evitar que prestaran su apoyo a la revolución cubana. Martí consideraba que la independencia de las Antillas de habla hispana solo podría lograrse por medio de la independencia de Cuba.

Sin embargo, José Martí habló de una Unión Latinoamericana. Había escrito sobre ese tema antes de 1881 en un cuaderno donde imaginaba la creación de esta unidad y proponía que esta Gran Confederación de los Pueblos de América Latina tuviera por sede a Colombia y no a Cuba (debido a que temía que esta isla fuera anexada por la fuerza).

Esta idea de crear una confederación hispanoamericana que uniera a todo el continente no debía limitar la independencia de ninguna de estas naciones, por lo que cada Estado tendría libertad para hacer alianzas y forjar sus propios vínculos.

Creo que con esto hemos demostrado que las ideas de José Martí prefiguraron en cierta forma la multipolaridad y la teoría del equilibrio de poder que los autores realistas y neorrealistas desarrollaron posteriormente. Es por esta razón que debemos estudiar, e incluso adaptar, su legado a nuestro tiempo.

Fuente: https://www.geopolitica.ru/article/hose-marti-i-teoriya-balansa-sil