Israel atrapado en la trampa de Arabia Saudita
Durante la primera visita del rey saudí Salman a Egipto a principios del mes de abril, El Cairo anunció que había acordado demarcar sus fronteras marítimas con Arabia Saudí y transferir el control de las dos islas de la desembocadura del Golfo de Aqaba, Tirán y Sanafir, a los saudíes. Arabia Saudita tiene ahora la tarea de mantener prácticamente las obligaciones asumidas por Egipto para estas islas bajo el tratado de paz con Israel.
De hecho, los estrechos fueron el casus belli en 1967, cuando Gamal Abd al-Nasser echó toda precaución (y las normas internacionales) al viento y los cerró a la navegación israelí. Eilat es un activo estratégico y la terminal del comercio de Israel con gran parte de Asia y África. Incluso el Protocolo secreto de Sèvres firmado por Gran Bretaña, Francia e Israel en octubre de 1956, había incluido una referencia explícita a la necesidad para Israel de las dos islas.
Israel capturó las islas en la Guerra de los Seis Días, pero el Tratado de paz de 1979 entre Israel y Egipto se las devolvió, y codificó el compromiso de Egipto con las normas internacionales en materia de libertad de navegación e islas.
Arabia Saudita es ahora el país responsable de controlar estos cuellos de botella, vía principal de Israel entre África y Asia, y este proceso indica el cambio global en las mareas del Oriente Medio. El apéndice militar del acuerdo de paz de 1979 entre Egipto e Israel, divide la península del Sinaí en cuatro zonas, con Tirán y Sanafir designadas como parte de la Zona C, es decir, zonas adonde sólo pueden ir la Fuerza Multinacional y los Observadores, y la policía civil egipcia equipada con armas ligeras.
Debido a que las islas son de sensibilidad estratégica, y al hecho de que son parte de los acuerdos de paz entre Egipto e Israel, la transferencia de por lo menos su soberanía formal a Arabia Saudí (Egipto aparentemente mantendrá el control militar de las islas durante otros 65 años), no se podría haber hecho sin la participación de Israel. De hecho, resulta que funcionarios de Jerusalén han elogiado el acuerdo, afirmando que se alcanzó entre cuatro partes - Arabia Saudita, Egipto, Israel y los Estados Unidos - como resultado de las conversaciones silenciosas entre los cuatro.
Pero por mucho que el acuerdo diga acerca de las desapercibidas relaciones emergentes entre Israel y los saudíes, dice más acerca de la creciente relación de Arabia Saudita con Egipto. Durante la primera visita del rey saudí Salman a Egipto desde su toma de posesión a principios de 2015, los saudíes acordaron establecer un fondo de inversión de dieciseis mil millones de dólares en Egipto, y dar a la economía egipcia una inyección de un poco más de mil millones de dólares a través de acuerdos comerciales y de inversión. Este acuerdo tiene enormes ramificaciones positivas para Israel, según aquellos expertos israelíes que han establecido la prioridad de ampliar la cooperación con el eje sunita que lucha ahora contra el eje chií encabezado por Irán.
Los expertos israelíes están tratando de explicar que la creciente relación entre Arabia Saudí y Egipto es positiva para la estabilidad de la región, y seguramente coincida con los intereses de Israel. Pero la única cosa que es realmente segura es que los saudíes están tomando posiciones para un papel de liderazgo en el nuevo Medio Oriente, y entienden que necesitan a Egipto, que es el país más grande, con el ejército más fuerte y una poderosa influencia.
Los expertos israelíes estiman que la única manera de controlar la región es hacerlo de la mano de Egipto, o cortando los lazos entre Egipto e Irán.
El control sobre todo el Medio Oriente se está convirtiendo en una cuestión central en el panorama general de la lucha que se libra en toda la región. Mientras que algunos han dividido esta lucha por la hegemonía en dos campos en liza, los sunitas contra los chiítas, otros analistas de la región han manifestado una opinión diferente y afirman que, de hecho, hay cuatro campos que compiten por el control: Irán, el Estado Islámico, los Hermanos musulmanes, y lo que ellos llaman las "fuerzas regionales para la estabilidad", es decir, un campo que incluye, entre otros, a Israel, Egipto, Arabia saudita y Jordania. El significado del acuerdo de Arabia y Egipto, en su opinión, radica sobre todo en el fortalecimiento de este último campo.
Desde la perspectiva israelí, cualquier cosa que contribuya a la estabilidad de Egipto es buena. Este movimiento ayuda a la estabilidad de Egipto, ya que la economía egipcia obtendrá a cambio una inyección de efectivo de miles de millones de dólares. Además, es probable que esto deje a Egipto más cerca de la posición de Arabia Saudita contra Irán, que está mucho más cerca de la posición de Israel sobre el asunto.
Esto es igual en lo relativo a los intereses absolutos de Arabia Saudita, dada su intención de convertirse en un líder regional. Así, esto además está en el interés de los EE.UU. para mantener relaciones amistosas con el campo sunita en el Oriente Medio, sobre todo después de la conclusión del acuerdo nuclear con el Irán chiíta. Lo más probable es que los EE.UU. estén calculando qué movimiento se puede hacer para mantener a Arabia Saudita bajo control en un futuro próximo. Esto podría incluir la filtración de las acusaciones sobre la participación de representantes de alto nivel de Arabia Saudí y de la casa real de Saud en ataques terroristas como los del 11S. Sin embargo, este es uno de los movimientos de mayor riesgo, que podría incrementar la tensión en la región.
Egipto, por el contrario, no tiene ningún interés sustancial en la transferencia de las islas a los saudíes, además del dinero que recibirá de Arabia Saudita, que en efecto hará de Egipto un estado vasallo. Aunque los proyectos de Israel podrían beneficiarse de una Arabia Saudita fuerte, con quien mantener relaciones sólo en secreto en lugar de diplomáticas abiertas, este nuevo arreglo podría dejar a Israel en una posición inferior, incierta, sujeta a los dictados de las ambiciones saudíes.
Las ambiciones de Arabia Saudita, por otra parte, son mucho más grandes que las meramente regionales. Como es bien sabido, Arabia Saudita financia a los wahabistas en Europa y en los Balcanes, en particular. Por lo tanto, no es de extrañar que el director de la CIA, John Brennan, llegara a Bosnia después de visitar Arabia Saudita, donde se reunió con altos funcionarios de seis países árabes sunitas con el objetivo de coordinar esfuerzos en los conflictos de Irak, Siria y Yemen. En su serie de visitas a través de Europa, el jefe de la CIA también discutió sobre terrorismo y sobre las medidas de lucha contra el terrorismo, que, evidentemente, había elaborado con Arabia Saudita de antemano.