Hispanidad es Soberanía

12.07.2020

Reseña del libro de Ernesto Ladrón de Guevara Nueva Defensa de la Hispanidad (Letras Inquietas, La Rioja, 2020)

La sociedad burguesa, debidamente horneada por el capitalismo, fue el fruto de una destrucción de la Comunidad Orgánica. La Comunidad Orgánica de las naciones europeas fue, en lo sustancial, una comunidad guerrera y campesina. La nobleza, en un tiempo, constituyó la élite que más se exigió a sí misma con la espada y el arado. España la forjó en la Reconquista, peleando contra el moro. La nobleza, originariamente, era aldeana. De esa destilación y perfección del aldeano brotan los aristoi, los mejores. Siempre hay en el rostro del verdadero noble, en su mirada y rectitud, en la fuerza de sus rasgos y ademanes, un resquicio del aldeano. De esos aristoi brotan las cúpulas sacerdotales y, con el desarrollo de las labores productivas, los estrategas de la industria, los capitanes de la investigación, las puntas de lanza de la exploración, la diplomacia, el pensamiento. Pero la sociedad burguesa, surgida con los protestantes y los hebreos de Europa central y nórdica, aun diversificando los canales para plasmar la excelencia (areté), no fue sino nivelando los talentos y aplanando la posibilidad de los mejores sobresalgan, se expresen, se hagan escuchar, se impongan. El problema no es que deje de haber aristoi, pues siempre los habrá y es ley de naturaleza que una minoría de bien dotados nazca en todas las clases sociales y razas. El problema es que no se puedan expresar e imponer. He aquí un mal que aqueja a la España moderna.

Nuestra sociedad hoy ya no es burguesa. Es una sociedad post-liberal o post-burguesa en la cual los grandes poderes mundiales van prescindiendo de la excelencia que a nivel local y nacional pudiera darse. A las élites mundiales les da igual la areté, el impulso aristocrático tendente a la mejora, a la superación de los confines, a la exigencia de cumbres más altas una vez conquistadas ya otras elevaciones arduas. Al poder mundial anónimo y apátrida se hace muy sospechosa toda areté. De ahí que detrás de los aprobados generales (impuestos en España, con la Covid-19 incluso sometiendo a coacción a los docentes), las rentas mínimas universales (en la agenda del populismo pseudocomunista de Podemos), la falsa socialización mediante el acceso generalizado a internet, y con ello acceso al porno y a las demás tecnoadicciones, etc. siempre se esconde lo mismo: la creación de una abrumadora oclocracia, la más grande que jamás han conocido los tiempos. La plebeyización de las clases trabajadoras y medias, no deja entonces de ir en aumento aun a riesgo de ir reduciéndose así la base de apoyos (urbanos, semi-ilustrados, cosmopolitas) a este sistema nuevo de dominación mundial. La agresión al campesino y al obrero se completa hoy con la agresión a la clase media, hasta ahora autosuficiente, pues su profesión, su negocio, su plaza ganada por oposición, etc. eran medios reales de autosubsistencia también en los planos emocionales e ideológicos. Pero hoy ya están minándose sus bases y se va socavando la posibilidad misma de su autorreproducción. 

La misma autosuficiencia emocional e ideológica que permitió a la clase trabajadora y clase media española sacar adelante este país, tras quedar deshecho por una guerra civil, brillará por su ausencia de mantenernos unos años más en estas condiciones actuales de populismo desbocado y feroz, planificación adoctrinadora, inoculación de auto-odio y falta de autoestima. El magnífico rigor académico y la cultura del esfuerzo logrados en los últimos años del régimen autoritario de Franco se han venido a pique a partir de la supuesta democracia, especialmente con la llegada LOGSE y demás reformas y baratijas educativas, el adoctrinamiento autonómico y nacionalista, la Memoria Histórica, la ideología de género y el “pensamiento único” (vale decir, el progresismo).

Lenta y trabajosamente, el régimen autoritario del Franquismo había creado las posibilidades materiales para poner a España en el primer mundo, precisamente mediante el patriotismo de un pueblo trabajador, pleno de vocación para salir de la miseria y henchido con anhelos de dar a sus hijos un futuro mejor, tanto en lo material como en el nivel de auto-exigencia moral. La llegada al poder del PSOE supuso el inicio de la degradación educativa y la guerra a muerte a los aristoi, esos “mejores” presentes en buena proporción en todas las clases sociales. La LOGSE y el revisionismo histórico fueron causas principales de este desaguisado que hoy se llama España. Una “nación de naciones”, una entidad que de manera cada vez más laxa agrupa a 17 taifas, un sainete de Estado que se debería respetar más a sí mismo, como heredero que es de una identidad colectiva milenaria y con una cultura y lengua universales que, en manos de enanos y míseros, se está dejando fagocitar.

España es esa entidad colectiva, ese proyecto universal que, inexplicablemente, se disuelve y se suicida. La Leyenda Negra internacional, brillantemente combatida por Ramiro de Maeztu, Julián Juderías, Elvira Roca, Gustavo Bueno, es objeto de crítica también en el libro que aquí reseñamos: Nueva Defensa de la Hispanidad(Letras Inquietas, La Rioja, 2020), cuyo autor, Ernesto Ladrón de Guevara, es otro ilustre y firme vasco y alavés, como Maeztu, a quien se rinde tributo incluso en la manera de titular la obra. De Álava tenía que venir también don Ernesto, de allí, de uno de los corazones de España, a reivindicar esa noción espiritual y geopolítica de la Hispanidad.  

El libro es continuación y actualización del ensayo de Maeztu. Es un texto vigoroso, breve y programático, sí, pero que se lee de un tirón y que promete continuación y profundizaciones. A mi modo de ver hay dos grandes ejes de vertebración: 1) la Hispanidad, la reconstrucción universalista de esa comunidad de personas que por encima de razas y climas comparten una lengua, una cultura y un fondo católico, y 2) La defensa de la lengua española que, sin negar ni oprimir ninguna de las otras lenguas españolas de la Península, o de las indígenas del Nuevo Mundo, antes bien, es lengua capaz de erigirse en guardiana de las otras y en vehículo geopolítico y espiritual de toda una manera de ver el mundo. La Hispánica es una manera de ser que fue eclipsándose en el siglo XVIII.  Pero, cual onda larga civilizatoria, la Hispanidad bien podría ascender de nuevo y retomar su espacio en el mundo, al lado de los otros grandes espacios de poder y espíritu como pueda ser el chino (asiático), ruso (eslavo), éste con posibilidades de coordinación euroasiática, así como el indio, el árabe, etc. 

Y es que, mientras vemos eclipsarse y hasta pudrirse el otrora gran espacio angloamericano (“Occidente”) y su protectorado de la “Unión Europea”, otro camino abortado, otra manera de entender la herencia grecolatina y cristiana queda ahí, en la recámara de una posible regeneración: el mundo Hispano. Sin arrogancias imperialistas, codo a codo con otros hermanos de lengua, cultura y religión, queda ahí delante el proyecto de relanzar una comunidad que pueda reivindicar su propio espacio, millonario en kilómetros cuadrados y en habitantes. Si no queremos ser instrumento de poderes foráneos, si no queremos renunciar a nuestra soberanía, la única solución (lejana en el tiempo y difícil de ejecución) es la Hispanidad. A España la han asesinado desde el acceso al poder de Felipe González. La centrifugación parece imparable. La gente se está volviendo ignorante. La mitad sureña y otra cuarta parte no tan sureña, está orgullosa de su supuesto pasado moro. Vascongados y catalanes poseyeron, al parecer, estados soberanos en la prehistoria o, al menos, en el Medievo. Por lo visto, según nuevas lumbreras y eminencias, don Pelayo no existió ni tampoco el Reino Asturiano (Henry Kamen dixit), pero hay que admitir –previa lobotomía- que el pueblo vasco es el más antiguo de Europa o que el Reino suevo de “Galicia” fue el primer estado independiente de España. Todas las chifladuras juntas, las de los independentistas y de los revisionistas, quizá bien regadas por el dinero de potencias con malquerer visceral hacia España, no podrán nunca contra una idea que, en sí misma, es dinamita contra el Nuevo Orden Mundial: la idea de la Hispanidad. La idea de un imperio generador, civilizador, que se alza como brazo armado y jurídico, y no sólo cultural, de la Catolicidad y como verdadera garantía de nuestra soberanía. El Hispanismo es soberanía.

Enhorabuena a don Ernesto, por poner un pilar más a la serie ilustre de arquitectos de la nueva Hispanidad.

Fuente: https://latribunadelpaisvasco.com/art/13379/hispanidad-es-soberania