¿Hasta qué punto Corea del Norte es un peligro para la paz mundial?

21.04.2017

La República Popular Democrática de Corea, más conocida como Corea del Norte, ha conseguido lo que parecía imposible: poner de acuerdo a los mass media y a Donald Trump. Durante las últimas semanas las bravuconadas de Trump, tanto en sus discursos como vía Twitter, se han sumado a las constantes advertencias histéricas de la prensa. Resulta lógico que el ciudadano medio entre en pánico ante las frecuentes pruebas de misiles balísticos y las advertencias más o menos veladas de Pyongyang. El bombardeo mediático tiene un impacto mayor que los 59 misiles Tomahawk sobre la base siria de Sharyat o la bomba MOAB sobre la provincia afgana de Nangarhar.

Desde su fundación en 1948, Corea del Norte únicamente se ha visto inmersa en un conflicto armado, precisamente contra la vecina República de Corea, es decir, Corea del Sur, y Estados Unidos entre los años 1950 y 1953. Un conflicto absolutamente cruento y desproporcionado, con un balance de alrededor de 4 millones de muertos. Fue el primer gran conflicto de la Guerra Fría, la primera partida entre los intereses del bloque soviético y el estadounidense. Desde entonces, y ya han pasado 64 largos años, no ha sido una amenaza real para los países de su entorno, por lo que evidentemente tampoco lo ha sido para otros ubicados a miles de kilómetros. Un pretendido aislacionismo que recuerda al último periodo de la dinastía Joseon, cuando las autoridades se negaron a establecer relaciones económicas y diplomáticas con las potencias coloniales, recibiendo el sobrenombre de Reino Ermitaño (siglos XVII-XIX).

Entonces… ¿Cuál es el problema? Sus pruebas de misiles, todo un escándalo para la comunidad internacional y los mass media, con sus siempre eficaces armas de desinformación masiva.

Corea del Norte hace uso de estas pruebas, habituales e intrascendentes cuando las realizan otros países, para lanzar un mensaje de advertencia a sus enemigos habituales, la tripleta formada por Estados Unidos, Corea del Sur y Japón. Una forma de reivindicar su independencia y derecho a llevar las riendas de su destino. Es triste que sacar músculo, fundamentalmente la disuasión nuclear, sea la única opción para evitar que un Estado evite convertirse en Iraq, Afganistán, Siria o Libia. Las últimas pruebas, además, coinciden con eventos muy concretos:

  • Anualmente, de febrero a abril, Estados Unidos y Corea del Sur realizan maniobras militares conjuntas, conocidas como Key Resolve. Estas maniobras, que cuentan con un elevado número de efectivos, tienen por objetivo simular la defensa del sur ante un eventual ataque norcoreano y/o un ataque coordinado sobre el norte. La respuesta de Pyongyang se centra en el auge de la retórica belicista y la realización de pruebas de misiles. Acción-reacción.

 

  • El 5 de abril Corea del Norte lanzó un misil balístico de medio intermedio al mar de Japón, precisamente en la víspera de la reunión entre Donald Trump y su homólogo chino, Xi Jinping. Otra advertencia a las dos grandes potencias en la que se reafirma que defenderán su soberanía frente a cualquier injerencia externa.

 

  • El 16 de abril, un día después del 105º aniversario del nacimiento de Kim Il Sung, Presidente Eterno de la República, Pyongyang realizó una nueva prueba, esta vez aparentemente fallida.

 

Ante una hipotética prueba nuclear de Pyongyang, sin más pruebas que unas imágenes difundidas por la web 38north, Estados Unidos desplegará el portaaviones nuclear USS Carl Vinson (desconocemos la fecha, porque cuando se anunció su inminente llegada a la península coreana en realidad se estaba dirigiendo a realizar maniobras militares con Australia, en dirección contraria y a más de 5000 kilómetros de distancia) y se está presionando para la agilización de los trámites para instalar en Corea del Sur el el sistema antimisiles de la Defensa Terminal de Área a Gran Altitud (THAAD), toda una provocación a nivel regional.

La situación en las últimas semanas no deja de resultar paradigmática: frente a la inauguración de viviendas y el habitual desfile militar del día 15 de abril, Estados Unidos pretende intensificar su presencia militar en la región.

Nos encontramos, por tanto, ante un resurgir de la Guerra Fría, situando a Corea del Norte como un sucedáneo de URSS dispuesta a quebrantar la paz mundial. La demonización de un Estado que no tiene otro propósito que aliviar las tensiones internas de Estados Unidos y reforzar su hegemonía militar a nivel global.

Pero hay más: la solución diplomática del conflicto está sobre la mesa y durante el periodo conocido como Sunshine Policy (1998-2008, bajo los mandatos de los presidentes surcoreanos Kim Dae-jung y Roh Moo-hyun) quedó de manifiesto que puede existir un entendimiento entre las dos Coreas si no existen injerencias internacionales.

Hay demasiados intereses en juego y Corea del Norte sirve de pretexto para que Washington garantice su papel hegemónico en la región frente a la República Popular China y Rusia. Un enfrentamiento más entre el mundo unipolar vigente desde la caída del Muro de Berlín en 1989 y el emergente mundo multipolar.