Hacia la creación de una ideología contrahegemónica

25.07.2022
Discurso leído el 20 de julio del 2022 en la Fundación del movimiento Vanguardia Colombia.

El proceso de deconstrucción de la nación colombiana se ha acelerado en los últimos años gracias a la imposición de toda clase de ideologías extranjeras que tienen como objetivo reformatear nuestra forma de vida, cultura, civilización, costumbres y sociedad. Estas ideologías son difundidas por los medios de comunicación y el sistema educativo controlado por las oligarquías colombianas y tienen como intención disolver nuestras comunidades y pueblos en una sociedad cosmopolita cuyo modelo sería los Estados Unidos o la Unión Europea. Tanto la derecha como la izquierda colombiana colaboran por igual en la implementación de este proyecto, de allí la sorprendente continuidad entre los distintos gobiernos que se han impuesto en los últimos años, pero que en el fondo son inspirados por los mismos objetivos: la instauración de una sociedad abierta y la integración de nuestra nación a la globalización. Actualmente domina en todo el espectro político colombiano un pensamiento único compuesto tres grandes máximas que nadie se atreve a cuestionar: la defensa de los derechos humanos, la libertad de mercado y la ideología del progreso. En nombre de estos tres grandes ídolos debe ser reestructurada nuestra comunidad nacional, por lo que nuestra historia, pensamiento, cultura, sociedad y civilización deben ser descartadas con tal de aplanar nuestras diferencias individuales y convertirnos en una copia de las sociedades secularizadas occidentales, atlantistas y globalistas.

Ante este modelo promovido por la élites políticas, económicas y mediáticas nosotros debemos oponer una ideología contrahegemónica basada en presupuestos totalmente diferentes. Esta nueva ideología debe tener una teología (espíritu), una etnosociología (alma) y una geopolítica (cuerpo) particular que se opongan punto por punto a los derechos humanos, la libertad del mercado y la ideología del progreso:

  1. La teología o teología política de esta nueva ideología contrahegemónica debe partir de una confrontación escatológica contra el mundo moderno: el mundo es dominado por el mal y tanto el Estado como la Iglesia han caído presas de la inequidad. Para confrontar la oscuridad que hoy se cierne sobre el mundo es necesaria la rebelión de los corazones, es decir, del Sagrado Corazón, que por medio de los Apóstoles de los Últimos Tiempos y los guerreros de la Virgen instauren el Tercer Reino como Katechon. En este sentido, debemos recurrir a presupuestos teológicos que nos distancian de las ideologías securalistas, laicas y liberales que han privado al hombre moderno de una búsqueda de la Verdad y la divinidad en nombre de la utilidad o la mal llamada libertad de expresión. Nuestro objetivo debe ser volver a nuestro Dasein y reencontrar por todos los medios El Dorado, el Paititi, ese reino del cual decían que es el “corazón del corazón de la tierra india y cuyos habitantes se llaman indios. Todos los reinos limitan con él perno él no limita con ninguno”.
  2. El segundo aspecto, la etnosociología, parte de la tesis de que en nuestro continente existe una confrontación entre una cultura católico barroca que absorbió en su interior toda clase de elementos europeos, negros e indígenas, y que está en confrontación con una cultura ilustrada promocionada por las oligarquías criollas. La cultura católico barroca de nuestro continente se caracteriza por el hecho de que los santos y los ángeles de la religiosidad popular terminaron convergiendo con los antiguos dioses prehispánicos, de allí que los teólogos de nuestro continente confundieran a Santo Tomas con Quetzalcóatl o Inti con Santiago. Además, hasta el siglo XVIII la doctrina de los ángeles apócrifos, proveniente de Europa del Este, o el culto a la Virgen de la Leche, eran muy común en nuestro continente antes de ser suprimidas por la cultura ilustrada tanto del clero como de las oligarquías criollas que querían imponer un modelo racionalista exportado de Occidente, en particular de Francia y Gran Bretaña.
  3. Finalmente, es necesario que todas estas ideas tomen cuerpo, es decir, que tengan un cimiento real y se encarnen en la realidad, de allí nuestras propuestas geopolíticas que buscan crear un Gran Espacio en el Norte de Sudamérica que reúna a varios pueblos y naciones en su interior con tal de convertir nuestro espacio civilizacional en un dolor de cabeza para el gobalismo. Nuestro objetivo es pasar del Espacio Cerrado (el Estado nacional) al Espacio Abierto (un Gran Espacio continental) que abarque desde las Guyanas hasta Guayaquil y desde Playa Mosquitos hasta el Amazonas. Este Gran Espacio debe defender nuestra soberanía mediante la autarquía económica gracias a que contaremos con las reservas de energías de Venezuela, el acceso al Pacífico con Guayaquil y la posibilidad de estrangular el comercio mundial con la incorporación del canal de Panamá. Además, seremos capaces de enfrentarnos a los poderes globales que hoy quieren apoderarse de nuestro territorio amazónico, proyecto patrocinado por la ONU y el Vaticano.

Para llevar a cabo esta tarea debemos cambiar por completo nuestras coordenadas de lucha política. El sistema democrático capitalista parte de una confrontación de carácter horizontal que organiza el espectro político y social de acuerdo a partidos políticos que se dicen de izquierda o derecha. Sin embargo, todos los grandes referentes políticos de nuestro país (Miguel Antonio Caro, Gilberto Álzate, Jorge Eliécer Gaitán) identificaron que la lucha política real no es de carácter horizontal (derecha e izquierda), sino vertical, es decir, una lucha entre el pueblo y los políticos tanto azules como rojos. Gaitán llamó a esta confrontación la lucha entre el país político, compuesto por la oligarquía liberal y conservadora, contra el país nacional (obreros, campesinos, artesanos, familias, etc.). Por otro lado, la ideología esgrimida por el país político se basa en el liberalismo integral, es decir, la defensa del capitalismo y el libre mercado en lo económico junto con la deconstrucción de las identidades colectivas raciales, religiosas y sexuales en lo cultural. Ante esta ideología que promueve el individualismo tanto en lo económico como en lo cultural nosotros proponemos la creación de una forma de pensamiento contrahegemónica que en lo social defienda la protección económica y la justicia social, mientras que en lo cultural se caracterice por una defensa de nuestras tradiciones culturales. Esta ideología deberá abogar por el proteccionismo económico, la autarquía y la desconfianza hacia el capitalismo extranjero unida a una recuperación de nuestros valores culturales, principalmente de nuestra cultura católico barroca, que no tiene nada que ver con las formas de colonialismo promocionadas por los entes políticos, culturales y el entramado de ONGs que hoy domina nuestro país. Este nuevo eje de lucha implica una confrontación no solo entre dos clases sociales distintas, sino también entre dos culturas y civilizaciones distintas. El país político está compuesto por las clases sociales integradas a la globalización y la sociedad de la información creada por los poderes atlantistas y talasocráticos que, por medio de la Ilustración, el liberalismo, la defensa de la civilización occidental y la Modernidad desean destruir por todos los medios posibles al país nacional, telurocrático, antiglobalista, proteccionista y defensor de las culturas y los pueblos agrarios o campesinos.

El objetivo de nuestro movimiento político debe ser impedir que los poderes atlantistas que hoy dominan nuestro país disuelvan a nuestra nación en el campo de concentración digital y cosmopolita que desean crear. En caso de que no logremos esto, corremos el peligro de perder nuestra alma y ser disueltos por las instituciones de gobernanza internacional como la OCDE, la OTAN, la OMC y demás que desean convertirnos en simples cifras y algoritmos con los cuales construir la Babel eléctrica globalista. Ante este proceso de deconstrucción de nuestro pueblo, debemos retomar las banderas de la rebelión contra el mundo moderno que muchos otros antes de nosotros ya han esgrimido. Es necesario crear un tradicionalismo revolucionario, bolivariano, católico y nacionalista que ponga fin a este proceso de disolución. Solo así podremos instaurar una verdadera entidad soberana que defienda nuestros intereses en medio de un mundo multipolar cada vez más convulsionado.

Medellín, 16 de Julio del 2022.