Ha llegado la hora de combatir la drogadicción con tanto ahínco como la inmigración
Ha llegado la hora de combatir la drogadicción con tanto ahínco como la inmigración. Ya hemos perdido generaciones enteras de nuestros hijos y nietos debido a estos males, por lo que deberíamos implementar en nuestra sociedad una política de intolerancia absoluta contra las drogas, sean estas fuertes, débiles, artificiales o naturales. Los adictos y traficantes son tan peligrosos como los inmigrantes ilegales, los psicópatas y los liberales. Con los drogadictos sucede lo mismo que con la inmigración: los negociantes se enriquecen mientras más alta es la cantidad de ambos al interior de la sociedad. Los liberales son los principales promotores de la legalización de las drogas y la inmigración, aunque ahora andan de capa caída. No obstante, las redes de corrupción llegan hasta lo más profundo de las instituciones políticas y, en una dimensión internacional, incluso están vinculados a los servicios de inteligencia de los países de la OTAN. Las drogas son otra cara de las ideologías extremistas que propagan el terrorismo. Por lo tanto, deberían endurecerse las penas: ¿cuándo restauraremos la pena de muerte? Quien se haya drogado una vez volverá a hacerlo nuevamente. Otros lo venden en grandes cantidades en las ciudades sin ni siquiera haberlo probado. Ambos deberán ser colgados.
Un ruso debe ser alguien sano, limpio, fuerte y amable que tenga una familia grande y amplia junto con muchos buenos amigos. Además, debe creer en Dios y tener una ética impecable marcada por el honor. Las drogas destruyen la vida, el alma, la fortaleza y la consciencia. Se trata de un mecanismo de guerra contra el pueblo ruso, podríamos decir que incluso las drogas son demoniacas. No es una casualidad que la escoria contra la que hoy está en guerra la Federación de Rusia sea a la vez pro-LGBTI, nazi y drogadicta. Debemos mostrar cero tolerancia contra tales males. Si alguien quiere experimentar una sensación fuerte lo mejor sería aspirar una bocanada de aire primaveral ruso y tal frescura sin duda hará su efecto. El mayor milagro del mundo no es el oscurecimiento de la consciencia sino la claridad cristalina del pensamiento. Una mente sana debe ser capaz de expresar de forma lógica juicios claros, comprendiendo de forma transparente todo lo que sucede a su alrededor. Tales personas escasean hoy día. Esto es lo que deberíamos valorar de ahora en adelante: una mente sana, un espíritu puro y un pensamiento claro.
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera