Guerra híbrida y combate al narcotráfico

22.09.2020

La experiencia histórica al respecto ha resultado desastrosa en Latinoamérica. La opinión pública nacional debe tener presente que las Fuerzas Armadas que han sido enviadas a luchar contra el narcotráfico han terminado corrompidas y sus estructuras y jerarquías infiltradas por las organizaciones delictivas. México, Colombia y Venezuela son ejemplo de ello.

Las amenazas del siglo XXI no sólo son difusas, son híbridas; permiten que la frontera entre el concepto de la Seguridad y el de la Defensa Nacional se vuelva muy delgada, y quizás casi imperceptible si se desata una megacrisis internacional. Por lo anterior, resulta imprescindible que las Fuerzas Armadas de Chile estén preparadas para enfrentar y asumir las nuevas formas de agresión desde el punto de vista de la doctrina como de la de sus medios y recursos.

A diferencia de lo que parece pensar el Gobierno de Sebastián Piñera, el combate al narcotráfico, tema eminentemente policial, no es sinónimo de la moderna guerra híbrida y tampoco necesariamente es un elemento, factor o instrumento de ésta. Y por lo tanto no es un rol eminentemente militar y tampoco debe ser promovido por el Ministerio de Defensa.

La experiencia histórica al respecto ha resultado desastrosa en Latinoamérica. La opinión pública nacional debe tener presente que las Fuerzas Armadas que han sido enviadas a luchar contra el narcotráfico han terminado corrompidas y sus estructuras y jerarquías infiltradas por las organizaciones delictivas. México, Colombia y Venezuela son ejemplo de ello.

Una cosa es que las fuerzas armadas apoyen la tarea policial en las fronteras, a través de sus medios de vigilancia remota o semi-remota, y otra muy distinta, es que el fundado temor de los chilenos al narcotráfico se utilice propagandísticamente para ocultar el vacío o la ausencia de una doctrina geopolítica o geoestratégica que el conductor civil está obligado a suministrar a las Fuerzas Armadas en el contexto de una visión de país.

Resulta peligroso que se instalen conceptos que potencialmente puedan desviar a las Fuerzas Armadas hacia tareas propiamente policiales, distrayéndolas de su preparación para enfrentar los verdaderos conflictos del siglo XXI, conflictos que según la mayoría de los analistas geopolíticos, tendrán como protagonistas principales a países de las regiones del Asia-Pacífico y del Indo-Pacífico.

Y además del potencial peligro de que las Fuerzas Armadas comiencen a distraerse, de sus cada vez más exigentes funciones profesionales, también existe el riesgo… no menor, de  que las Fuerzas Armadas se vean atrapadas en una  suerte de trampa presupuestaria, ya que se puede argüir por algún gobierno de sello monetarista, que las funciones  seudo policiales y de control de fronteras que se les quiere otorgar requerirán de un presupuesto inferior, que aquellos que se podrían necesitar para una  guerra de alta intensidad  como lo son las guerras convencionales modernas o los conflictos de alta complejidad como lo son las llamadas guerras híbridas.