George Soros contra Facebook: Una historia de influencias fallidas
En el último capítulo de Davos, edición 2018, George Soros dijo que los días de Facebook estaban contados porque es un peligro para la sociedad. Las expresiones del polémico multimillonario estaban lejos de formar parte de un juego verbal, eran la sentencia del declive de la compañía ya que el Davoscéntrico Soros sabía de lo que estaba hablando y por qué lo decía. Facebook es una corporación que jamás tuvo como eje central la libertad de expresión. Su fundador, Mark Elliot Zuckerberg, transigió que, desde el minuto uno, Facebook estuviera cimentado en las metas preestablecidas y los resultados eventuales que unen a diferentes fracciones de poder transnacional.
Al instalarse Facebook en la granja de la globalidad, como una organización privada inocente y bienhechora, su influjo colaboró con los planes de los encumbrados del estrato oligárquico y de aquellos que operan para no ser expulsados de la competencia, los cuales están encauzados en ascender la pirámide del poder.
En su interioridad, se situaron entidades de la economía, de la comunidad de inteligencia y de la política, las que no siempre coinciden en todo y hasta algunas de ellas se enrolan en una línea continua de combate entre sí.
Facebook nació y se propagó en un sistema financiero mundial frágil con riesgos graves que amenazan con desembocar en una catástrofe financiera, monetaria y comercial global. Así pues, es verídico que el descenso de Facebook es conexo con la caída de las acciones tecnológicas, debido a la inestabilidad del mercado de valores, pero también creemos que esa causa única no explica del todo el trance por el que está pasando Facebook.
Así, hay otro móvil que tiene que ver con la imbricación que, desde sus inicios, la compañía tuvo. En efecto, Facebook se edificó, entre otras concatenaciones, con la alianza panglobalista que Soros integra y con el sionismo duro. Ambas vertientes de poder están en rencilla, debido a lo cual, Facebook es un recurso para ser usado para propiciar ganancias a un agrupamiento con la consiguiente desmejora del opuesto.
El campo derrotado en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos en el año 2016, le acusa a Zuckerberg de haber cometido el pecado de dejar que la red social Facebook fuese empleada a favor de Trump, aún cuando en la administración de la compañía había elementos que eran de la base del tridente Soros-Obama-Clinton.
En realidad, Zuckerberg no podía obturar el embate sionista-trumpiano por el carácter intrínseco de la empresa, por la reciedumbre y la habilidad de las piezas del aparato sionista y por el entusiasmo proactivo de millones de usuarios simpatizantes de Trump.
Los agentes y asociados del bloque contrario al de Soros, explotaron la plataforma y consiguieron orientar parte de las mecánicas y datos de la corporación para quebrar la campaña potente de demonización de Trump, perpetrada por el vasto entramado de agencias de noticias y medios de comunicación que eran-y son- perfilados por la coordinación globalista, debido a que, a toda costa, había que ubicar en la Casa Blanca al actual titular del Gobierno Federal. Estaba en juego, nada más ni nada menos, que la presidencia crucial de una superpotencia.
El entorno digital, con Facebook a la cabeza, fue convertido en un arma perfecta para los colaboradores del Proyecto Trump y, por lo tanto, alrededor de tres cuartas partes del presupuesto publicitario de la campaña se giraron al mundo digital en el ciclo electoral completo. Desde luego, este hecho por sí mismo no le dio el éxito a Trump, pero sí coadyuvó en el logro trumpiano.
Al ser Facebook una compañía inmensa y al fracasar los globalistas en su objetivo de restringir la difusión del contenido de sus rivales, Facebook se tornó no apto para la zona sorosiana. Fue esta organización, con sus escuadras diversas, la que, tras un accionar de alto impacto, fulminó a Cambridge Analytica, que era una empresa internacional que trabajó para el sector de Trump en las elecciones de 2016, empleando instrumentos tales como la recolección de datos de 50 millones de usuarios activos de Facebook. Cambridge Analytica, había asimilado una capacidad auténtica por su funcionamiento metodológicamente sólido, que hizo estremecer a los otros participantes del mercado. Debía morir y así fue.
Este es el final que Soros predijo para Facebook y empujó a la compañía a resistir la arremetida de sus críticos, contratando los servicios de una consultora de relaciones públicas, Definers Public Affairs, la cual terminó en una recriminación generalizada del ámbito liberal-globalista ya que, supuestamente, habría remitido al periodismo un documento donde se probaría que el dinero de Soros estaba detrás de los grupos de activistas que creaban condiciones para un sentimiento anti Facebook, como es el caso de Freedom From Facebook, y porque se creó un clima antisemita sobre Soros.
Por más que públicamente Zuckerberg y Sheryl Sandberg, directora operativa, se hayan desentendido del trabajo de la agencia contratada, aduciendo que no estaban al tanto del tema, es difícil de creer que desconociesen la tarea de la firma que, según la prensa, tendría filiación con el Partido Republicano. De igual manera, ellos comprenden perfectamente que Soros le declaró la guerra a Facebook y, para que no quede dudas de ello, el fundador de Soros Fund Management y Open Society Foundations vendió su participación en la compañía de los medios sociales antes del inicio de la gran crisis del gigante tecnológico.