Ganó Lula ¿y qué?
Ganó Lula y ya salió todo el mundo a hablar maravillas de lo que será su próximo gobierno. Es natural que así sea, pues ante cada nuevo gobierno se abrigan esperanzas de cambio y mejoras, por aquello que “escoba nueva siempre barre bien”. Pero no es lógico si nos atenemos a algunos datos mayúsculos.
Granó por menos del 1% de los votos, lo que indica que Brasil está políticamente partido en dos, lo que se le hará muy difícil gobernar a su gusto porque además tiene el Congreso en contra.
Es cierto que Lula tiene mayor sensibilidad social que Bolsonaro. Aquél es progresista y éste conservador. Y esta es una falsa disyuntiva política hoy en día, tanto dentro de las naciones-Estado como en el orden internacional.
Hoy la disyuntiva es entre gobiernos progresistas o soberanistas.
Los progresistas constituyen la mayor parte de los gobiernos occidentales con Estados Unidos a la cabeza, casi la totalidad de los europeos y de los iberoamericanos. Los gobiernos soberanistas los podemos enumerar a casi todos: Rusia, Irán, China, India, Turquía, Israel, Indonesia, Namibia, Hungría, Polonia, Somalía, Cuba, Ecuador, Paraguay, Taiwan y algún otro.
Lula militó, milita y militará dentro del los gobiernos progresistas de corte globalista, que son aquellos gobiernos para los cuales la idea de soberanía es una rémora, una cosa del pasado y por tanto desatendible.
Los gobiernos progresistas tienen flojo “el no”, salvo para todo aquello que represente la tradición y los valores del pasado. ¿por qué? Porque, se mueven siempre en el éxtasis temporal del futuro, de ahí que su lema sea “estar siempre en la vanguardia”, en la cresta de la ola. Su mayor pecado es que le digan que son antiguos.
Por supuesto que Lula se va a llenar la boca con la idea de soberanía, así como hacen los Cristina y los Fernández con la idea de Patria, pero que en el momento de defenderla, como sucede con “los que trabajan de indios”, apoyan a éstos en desmedro de la Nación.
Mirado fríamente, los gobiernos de Lula y Bolsonaro son intercambiables puesto que ambos son globalistas y están de acuerdo con el Nuevo (des)Orden Mundial. Así ante la guerra ruso-ucraniana los dos están a favor de Ucrania. Sus gobiernos permitieron ambos, la depredación del Amazonas. Ante la cuestionada tesis del calentamiento global los dos respondieron igual. Ante el reemplazo de la energía nuclear ambos opinan lo mismo y así podemos seguir poniendo ejemplos de coincidencia.
Brasil es un país continente que desde siempre, salvo alguna honrosa excepción, tiene gobiernos vicarios, esto es, que representan a otros y no los intereses genuinos del pueblo brasileño.
Lo lamentable es que en Argentina el peronismo en su conjunto y en sus distintas variantes se haya hecho eco de esta falacia, en lugar de tomar criteriosa distancia y desensillar hasta que aclare.
Si Argentina tuviera un gobierno soberano (la idea de soberanía la sepultó el canciller de Alfonsín en 1983) le conviene el gobierno de Lula que debilitará al Brasil porque es un gobierno ideológicamente débil, estructurado sobre una democracia discursiva donde se repetirán hasta el hartazgo los lugares comunes de la religión laica de los derechos humanos, la ideologías de género, arco-iris e indígena. Es decir, que el poder real del Brasil (sus industrias, su minería y su agricultura) será marginado en favor del poder simbólico de ciertas minorías.
La teoría del multiculturalismo va a remplazar a la del crisol de razas o interculturalismo que hizo posible la existencia tanto al Brasil como a la Argentina.