Euro-Maidán, capitalismo liberal, y el fiasco ucraniano (1ª parte)
I.
Hace casi una década, el mundo mediático alzó la idea de que “Kosovo” era un lugar importante para ellos, un lugar que solo algunos americanos sabían de su existencia. Aquel lugar necesitaba “independencia”. La ciudadanía endeudada y en bancarrota de este imperio americano apoquinó millones para apoyar a este estado islámico que las élites de las corporaciones sabían que era una de las bases globales para la heroína y la trata de blancas. De hecho, la mayor base militar de los EEUU fuera de EEUU fue construida ahí.
La “independencia” nunca fue definida. Dado que los EEUU están opuestos a las naciones y al nacionalismo, rechazando toda forma de “independencia” o soberanía, el sistema no quiso decir una palabra. Kosovo fue puesta bajo un consejo conjunto EEUU-UE que se convirtió en su “independencia”. La heroína y las prostitutas continuaron fluyendo sin impedimentos a través del área, justo por delante de las torres de vigilancia de Camp Bondsteel (la base militar de EEUU en Kosovo).
En tal medida esta área es oscura, que el régimen puede mentir sobre ello sin ningún miedo de ser expuesto. Ninguna parte del mundo que es potencialmente rica (la riqueza mineral de Kosovo la hace codiciada), y sin embargo si se opone al imperialismo de los EEUU pronto encontrará a su gente asesinada, bombardeada y gaseada en el nombre de los “derechos humanos”.
En Ucrania, los violentos disturbios de 2014 fueron orquestados por los EEUU; en que los agentes americanos tanto en sectores públicos como privados estuvieron involucrados en la organización de la campaña “de bases” diseñada para destruir lo que quedaba del país, y ahora son bien conocidos. El mismo y exacto guión había sido realizado en Serbia, Georgia, Siria, Irán, Libia, Estados del golfo, Turquía (brevemente), China, partes de Asia central, e incluso Armenia. No todas fueron exitosas.
En Ucrania, el escritor a sueldo del departamento de Estado, Geoffrey Pyatt, llevó dinero de EEUU para empezar la campaña contra Yanukovich. La radio “Free Europe” (Europa Libre) y los medios ucranianos controlados por occidente (especialmente el Kiev Post) empezaron a promocionar rumores de una “invasión rusa” basada sobre el oscuro asunto del deseo de Kiev en unirse a la Unión Euroasiática. George Soros creó el “Centro Mediático de la Crisis Ucraniana” tanto con dinero gubernamental como privado que fueron a construir un movimiento de protesta. El veto del acuerdo con la Unión Europea era importante para las élites en Nueva York, aunque probablemente casi totalmente desconocido para los ucranianos, a partir de aquí, la “rebelión espontánea” empezó con aquello.
El método de la manipulación público-privada de los medios de comunicación, las imágenes e incluso el lenguaje en estos casos es bien conocida y varias importantes monografías han sido publicadas sobre ello. Sin embargo, una y otra vez, los organizadores de esto, afirman que las “revoluciones” son “espontáneas”. Una y otra vez, los académicos y comentaristas –los “expertos instantáneos” creados por el sistema- repiten la línea oficial.
En general, la élite occidental moviliza a los elementos urbanos privilegiados de la población, usa sus propios organizadores y personal mediático, y crean disturbios a través de la construcción de organizaciones locales. Se les concede dinero, equipamiento, tecnología, ideología e incluso líderes con un guión que seguir. La violencia es fomentada y todas las maneras de provocaciones apropiadas son proporcionadas. Un puñado en occidente apuntan al hecho de que: a) La trayectoria es idéntica en cada caso; b) Muchísimas de las señales de protesta están en inglés y; c) No hay una clara misión ideológica.
Los grupos mediáticos entonces informan de que esta oscura parte del mundo estaba dirigida por un “terrorista” que también era un “tirano”. Por la izquierda, el sistema dirá que el gobierno bajo asedio era “conservador” y ocasionalmente “un régimen militar derechista”. Por la derecha, dirán que el gobierno en cuestión estaba “opuesto a los intereses americanos” o “albergaba terroristas”.
En muchos casos, cientos o más son asesinados. Los enemigos aparentes y oficiales de los EEUU son financiados y armados. El nuevo gobierno que toma el control, inmediatamente “privatiza” todos los activos que hicieron a este país un objetivo en primer lugar. Las constituciones son reescritas y el código penal es revisado para asegurar que ningún agente de EEUU es procesado. Después, el gobierno en cuestión es empobrecido y dejado sin legitimidad. Los activos del estado han sido liquidados y comprados por conglomerados occidentales basados sobre los “principios del mercado libre y el imperio de la ley”.
Gentes extrañas son vistas en los puestos del gabinete, teniendo nombres sin mucha conexión con la etnicidad en cuestión. El FMI y el Banco Mundial dan terribles advertencias sobre la política gubernamental y aún, dan miles de millones que saben que nunca serán pagados o utilizados debidamente. En unos meses, los medios de comunicación importantes empiezan lentamente a filtrar documentos en que de hecho se expone que, las protestas fueron organizadas por la CIA y la “revolución” fue un fracaso.
Según pasa más tiempo, las historias relacionadas con esta “revolución” hablan despreocupadamente de la “popular y espontánea revolución contra el tirano” como si obviamente fuera verdad. Tras varios años, casi todo el mundo suelta la línea original sin crítica, casi a partir de los informes mediáticos con que fue escenificada. Los comentaristas americanos y pseudo-intelectuales después llevan a cabo un conflicto conceptual, que hace que cualquier rebelión real contra el sistema sea psicológicamente imposible.
Esta es precisamente la naturaleza de la “revolución de color” desde la plaza de Tiananmen a Kiev. Por supuesto, lo anterior solo es realmente para las revoluciones exitosas, pero la mentalidad es la misma en todo momento. En Kiev, el gobierno violentamente instalado en el poder es inestable, y los miembros del gabinete son ciudadanos americanos tales como Natalie Jaresko, aprovechándose de las nuevas leyes que permiten este tipo de cosas. Ninguno de estos nuevos extraños gobernantes son actores o filósofos, sino que todos están conectados con fondos de inversión y la universidad de Harvard. Ésta debe millones en impuestos a los EEUU, pero como es normal para el “imperio de la ley”, la ley no se aplica. Aparentemente, a ésta se le ordenó dirigir las finanzas ucranianas para acelerar la transferencia de dinero a los EEUU y, al mismo tiempo, robar el pago de sus deudas tributarias. Puede que incluso no sea necesario mencionar que el código penal ha sido reescrito para hacer todo esto legal.
En marzo de 2015, tres ministros del gabinete en el “gobierno ucraniano” de Kiev no son ni ucranianos ni ciudadanos en cualquier sentido moral. Uno es un judío lituano y otro, un georgiano, todos educados en los EEUU (Salem, 2014). Los nacionalistas ucranianos, por segunda vez en una década, han sido usados y descartados. Su movimiento “nacionalista” resultó ser un frente violentamente anti-nacionalista, occidental, secular (si no ateísta), oligárquico, y de nuevo, creen que esto es por una “Ucrania independiente”. Ocurrirá una tercera y una cuarta vez sin cualquier proceso de aprendizaje, compresión, o apuro.
Los mercenarios y las milicias nacionalistas, condenados ayer, son financiados hoy para combatir a Rusia en el este. Mucha de la chusma del ejército ucraniano –casi enteramente financiado por los contribuyentes de EEUU- ha desertado en gran parte. El senador El senador Inhofe (R-OK) usó imágenes de la guerra de Georgia en el senado para afirmar que “Rusia ha invadido Ucrania”, en esperanza de iniciar una guerra. La exposición de este fraude no ha llevado a repercusiones de ningún tipo. Según dicen los americanos “ahí no hay dinero” para desempleados, educación o facturas médicas, los gastos de las élites globales multimillonarias en vez de eso van a pagar a los traidores ucranianos y a los mercenarios. Los neoconservadores rechazan todas las formas de estado del bienestar para los americanos, pero defienden el gasto de una pequeña fortuna para mantener a miles de parásitos en las milicias, ejércitos mercenarios, colonos o activistas políticos en negocios.
Con toda la demencia, los bancos americanos el 15 de febrero de 2015 –a través de la ficción del “FMI”- enviaron otros 40.000 millones de dólares a Ucrania que ellos saben que jamás los verán de nuevo. Mucho de esto sale probablemente de los fondos reservados que los contribuyentes de EEUU fueron forzados a dar a la gente que destruyó su economía en 2007. El FMI es un consorcio de bancos de élite en occidente y no tiene ninguna relación con cualquier gobierno.
II.
La historia de Ucrania desde la independencia es una historia de potencial despilfarrado, los resultados de la corrupción y las consecuencias de una educación amoral. Como parte de la URSS, la población fue criada para aceptar la ingenua visión materialista del mundo, esto es, que los desarrollos tecnológicos y los cambios resultantes en los intereses de clase conducen la historia, psicología, literatura y todo lo demás que puedas nombrar. Por supuesto, esto no se aplica a la URSS. El sistema soviético era mucho más superior al caos presente. Ucrania ha pasado de ser una importante fuerza industrializada a un cuarto mundo atrasado con ningún futuro previsible. Esto crea la mentalidad a corto plazo que fomenta que la gente se trague cualquier valor que ellos puedan fuera de lo que ya es más que la construcción para el futuro.
Una breve historia de la economía ucraniana desde 1991 es requerida para contextualizar este material. En 1991, Leonid Makarovych Kravchuk fue elegido presidente con el 62% del voto. Por supuesto él era de los cuadros del partido comunista, dado que cualquiera con un trabajo de gobierno había de ser miembro del partido. Siempre es buena idea anotar que la membresía al partido de ninguna manera implica cualquier adhesión o familiaridad con la doctrina marxista. El marxismo es tomado con más seriedad en la américa urbana de lo que jamás lo fue tomado en la URSS. La membresía del partido era un club que aseguraba a la persona un estándar decente de vida.
Kravchuk tenía poca experiencia en ser algo más que un burócrata. Solo un milagro fue capaz de permitir a una nación para crecer fuera del imperio soviético. La población estaba dividida, la economía estaba orientada exclusivamente a Rusia y sus fuerzas militares no existían. La construcción del estado fue su propósito principal, y fracasó. Perdió las elecciones de 1994. Mantuvo una mínima agenda porque las agendas no tenían sentido. Uno debía tener un gobierno y un sistema social para tener una agenda. De cualquier manera, su visión era mantener un equilibrio de fuerzas sociales y clases por el tiempo que fuera. Prohibir al KGB fue popular, pero ¿de dónde se cogerían los nuevos cuadros para el servicio de inteligencia de Ucrania? Sin ningún tipo de plan, sin ningún sentido de cómo él iba a maniobrar una de las conmociones más revolucionarias y sin precedentes en la historia. Ucrania había tenido un mal comienzo.
En el tiempo que Leonid Kuchma fue elegido en 1994, Ucrania estaba desapareciendo. El programa creado por occidente de “mercados libres” era un cruel chiste, dado que el libre mercado no tiene sentido cuando tu competición ha sido esto durante un siglo. Entonces como ahora, este absurdo experimento fue un medio para extraer lo que necesitaban para el desarrollo occidental desde Ucrania. Tras el colapso de la década de 1990, el gobierno moderadamente pro-ruso de Kuchma presentó algunos números respetables. En general, 2003 vio un incremento del PIB de casi el 9% y un 16% de incremento en la producción industrial junto con un sustancial incremento en los salarios. Esto subió hasta el 12% de nuevo al siguiente año y los salarios reales se incrementaron un impresionante 23,8%. Por supuesto, esto fue en gran parte como recuperación de las pérdidas de los noventa, pero queda casi como utópico en contraste con la actualidad.
En términos de activos de inversiones fijas, en 1995 eran un 30% inferiores a 1994. Tan pronto como Vladimir Putin reemplazó al moribundo Yeltsin en 2000, las inversiones de capital fijo de Ucrania se incrementaron un 20%. Dado que mucho del comercio de Ucrania es con Rusia, la conexión entre las dos economías es muy obvia.
En 2003, este se incrementó de nuevo un 31% y el siguiente año un 28%. Sin embargo, cuando occidente ingenió su primer golpe, derrocando a Kuchma e instalando a Yushchenko, el crecimiento económico se desplomó. A partir de aquí, 2006 fue el último año de crecimiento sustancial al 30%, pero esto es todavía por inercia del año anterior. Tan pronto como los bancos occidentales y los predadores capitalistas cayeron sobre una Ucrania ahora sin ayuda, el crecimiento económico fue cosa del pasado. Hoy, no hay economía ucraniana, tanto los oligarcas locales como occidentales han vendido mucho del país para pagar la deuda, la política sobre la que empezó la actual guerra civil. El segundo golpe patrocinado por occidente contra Yanukovich, aun mutiló más a la economía ucraniana, permitiendo que las compañías occidentales comprasen lo que quedaba de Ucrania a precios de liquidación por incendio.
Kuchma tenía razón en que una vida fuera de la órbita rusa no tiene sentido. Hasta hace algunos años, Ucrania estaba enfocada en la economía de toda la unión. Esto es improbable de cambiar. A partir de aquí, fueron establecidas mejores relaciones con Rusia, pero no había una “Rusia” funcional en 1994. Kuchma fue paralizado en la liquidación del 50% de la economía por especuladores locales y occidentales y oligarcas, y embarcó a las cuentas bancarias en Europa. Esto nunca había ocurrido antes y estaba siendo denominado como “el libre mercado” por los conservadores y libertarios en los EEUU.
En 1993 solo, un total del 20% de toda la economía ucraniana fue liquidada. Cuando algo está liquidado, no está puesto fuera de la existencia. El dinero y el capital no desaparecen, simplemente cambian de manos. El resultado fue que un puñado de oligarcas muy liberales, judíos hasta ahora desconocidos oligarcas tomaron el control del país y usaron al “gobierno” como su servicio de seguridad. Los oligarcas fueron creados por occidente, subvencionados por occidente y denominados como “la nueva clase de empresarios” hasta la farsa había alcanzado una absurdez que algo necesitaba hacerse. Típico de la clase capitalista de los EEUU, es culpar a alguien y esta fue la opción.
Kuchma no tenía oportunidad. La única cosa que podría haber salvado a Ucrania era un golpe militar o una reincorporación a un imperio ruso dirigido por el Comité de Emergencia que fracasó en tomar el control de la moribunda URSS en 1991. Kuchma tenía poco poder dado que el concepto de “gobierno ucraniano” era nuevo. El capital se mueve más rápido que un estado semi-existente, así que el sistema fue reestructurado por el capital. Fue Ucrania la que sufrió. Ucrania estaba exhausta, occidente eran los peores hipócritas, no había ideología, ni sentido de sí misma que pudiera reemplazar los lemas de la URSS. Ucrania solamente era un nombre.
Occidente, ahora irritado porque todos los préstamos, ayuda y propaganda había sido enviada a los mismos bancos extranjeros, los oligarcas occidentales repentinamente indignados establecieron su primer golpe para la devolución de la deuda. Un grupo de escritorzuelos había prometido a los bancos occidentales que Ucrania sería suya si ellos podrían crear una masa de protestas para ponerles en el poder. Había mucho para protestar, pero el punto era usar sus propios fracasos para movilizar a la gente, y después decirles por lo que estaban protestando. Funcionó. Dos veces.
Los medios de comunicación americanos, sin el menor indicio de lo que era “Ucrania”, pontificada sobre la agenda liberal y occidental de Yushchenko y su panda, por supuesto, no tenían ni idea de si ellos actualmente adoptarían esta o aquella ideología. Informaron de que lo dirían. Pronto, la victoria en las elecciones –Yanukovich- fue derrocado por primera vez y Yushchenko fue instalado...