El teorema saudí para golpear a Irán
Lo que el politólogo nacionalizado estadounidense Vali Nasr había definido como "la venganza chiíta" en el Cercano y Medio Oriente, se está convirtiendo en la peor pesadilla de Arabia Saudita, el principal aliado de Occidente en la región y la fortaleza del sunnismo mundial.
Ahora, la última frontera de la guerra en el interior del mundo islámico pasa de repente a través del Líbano. El teorema del régimen de Riad, en clara desventaja en el juego sirio, parece simple: golpear a Hezbolá significa debilitar al Irán de los ayatolás. O mejor dicho, no pudiendo hacer frente al enemigo frontalmente, se le golpea por la espalda.
El 20 de febrero de este año, Arabia Saudita había recortado 3 mil millones de dólares en ayudas al ejército libanés, y otros mil millones dirigidos a las fuerzas de seguridad del país de los cedros. La decisión fue tomada después de las recientes victorias acumuladas por los milicianos lealistas sirios, apoyados tanto por los combatientes del chií "Partido de Dios", como por la fuerza aérea rusa, contra los rebeldes protegidos por las potencias occidentales que luchan para derrocar al gobierno de Damasco. Ahora, en cambio, el Consejo de Cooperación del Golfo (Arabia Saudita, Bahrein, los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Omán y Qatar) ha declarado oficialmente a Hezbollah una "organización terrorista". Una maniobra sin precedentes que indica un mayor deterioro de las relaciones entre el Líbano, siempre menos influenciada por las fuerzas sunitas, y las petromonarquías. En un comunicado de prensa, los miembros de la mayor organización de la región han hecho hincapié en que "la decisión fue tomada en respuesta a actos hostiles cometidos por elementos de las milicias vinculadas a Hezbolá, las cuales contratan a jóvenes en los países miembros para llevar a cabo actos terroristas". En la declaración también han acusado al "Partido de Dios" de apoyar el contrabando de armas y explosivos contribuyendo a amenazar la soberanía y la seguridad de la región, exhortando además a los propios ciudadanos a abandonar el Líbano debido a los riesgos para su seguridad. Una medida adoptada también por Qatar y Kuwait, mientras que los Emiratos incluso han prohibido viajar al país de los cedros, reduciendo también la representación diplomática. Entre los puntos cuestionados a las autoridades de Beirut, estaría también la negativa del Líbano a adherirse a la condena de la Liga Árabe y de la Organización para la Cooperación Islámica por los ataques del mes pasado a las sedes diplomáticas sauditas en Irán, después de que la casa real de los Saud matara públicamente a la máxima autoridad chií en el país, el imán Moqtada al Sadr.
Después del discurso recientemente pronunciado por Hassan Nasrallah, en el que el líder de Hezbolá ha acusado a Arabia Saudí de tener una responsabilidad directa en los ataques terroristas en el Líbano, y en la radicalización del conflicto confesional entre chiíes y suníes, la nueva estrategia de los países sunitas del Golfo contra el grupo de la resistencia chií parece ser el de querer atacar indirectamente a la República Islámica de Irán sumergiendo en el caos al Líbano, un país que sufre más que otros la gran afluencia de refugiados sirios. El teorema de Riad es fruto de una contradicción: ¿cómo puede el mayor patrocinador de Daesh acusar de terrorismo a una fuerza política y militar que en esta década ha conquistado la confianza de la población local? De prolongación de la revolución de Jomeini, Hezbollah poco a poco se ha "libanizado" hasta convertirse en el principal aliado del gobierno cristiano maronita del general Aoun. No por azar, mientras que la Unión Europea, Israel y Estados Unidos lo han incluido en la lista de grupos terroristas, el Kremlin ha subrayado repetidamente cómo el "Partido de Dios" representa una fuerza socio-política legítima alineada en primera línea en la guerra contra el terrorismo en Siria.