El pueblo como guardián de la tradición según las enseñanzas de René Guénon
Por Juventudes Eurasiáticas
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
Hace exactamente 70 años, el 7 de enero de 1951, René Guénon finalizó su viaje terrenal: Abd-ul-Wahid Yahya, fue "el esclavo del Uno", a quien sirvió desinteresadamente toda su vida.
El tradicionalismo guenoniano a veces es percibido injustamente como una doctrina destinada a una élite (destinada a círculos muy estrechos), aunque este mismo metafísico francés refutó incansablemente tal malentendido y la falta de voluntad para reflexionar sus ideas. El último libro que escribió Guénon acaba de ser publicado en ruso, es un libro en el cual trabajó en los últimos meses de su vida y que fue publicado póstumamente: Iniciación y realización espiritual. A la luz de las enseñanzas neo-eurasiáticas del filósofo Alexander Dugin sobre la Cuarta Teoría Política y el pueblo como sujeto, podemos tomar el capítulo 28 de este libro que lleva como título "La máscara del pueblo", título que adquiere un significado sumamente importante.
Habitualmente poco inclinado a tomar nota sobre cuestiones sociopolíticas, René Guénon se muestra condescendiente en este capítulo. Refutando la ilusión de Julius Evola (aunque su nombre no es mencionado en el libro) que había hecho un énfasis unilateral en exaltar una aristocracia militar elitista y, por lo tanto, despreciando la espiritualidad "ctónica" de las masas, Guénon declara firmemente la indisolubilidad del vínculo entre la aristocracia y el pueblo como dos polos que son guardianes de la Tradición. Según él, incluso los santos más elevados se esconden a veces bajo la apariencia de mendigos o santos idiotas que se encuentran en medio del pueblo, pero nunca lo hacen tomando la apariencia de los estratos medios, es decir, de los "burgueses". Según Guénon, los iniciados que conforman la élite jamás podrán encarnar la Tradición en la vida terrena si antes no encuentran un apoyo y un fundamento sólidos en un pueblo pasivo y plástico, es decir, en el campesinado. De la misma manera, un pueblo sin una élite se encontrará sujeto a la decadencia.
Es al pueblo común, escribe Guénon, al que "siempre se le puede confiar la preservación de las verdades del orden iniciático, que de otra manera corren el riesgo de perderse por completo". Reconoce que el pueblo mismo es sólo un lugar potencial de reserva, que puede absorber de manera voluntariamente tanto lo bueno como lo malo que le viene desde arriba. Pero sin esta reserva, el sostener la Tradición por medio de un estrecho círculo iniciático es, para Guénon, y en esto se diferencia de Evola, algo que puede considerarse imposible. El pueblo es tan necesario para la Tradición, según escribe, como el cuerpo lo es para el alma. Además, el metafísico francés subraya que son los artesanos urbanos y los campesinos rurales los que son idóneos para el papel de ser los guardianes de los elementos de la Tradición (rituales, mitos, la imagen general del mundo, etc.), aunque no los entiendan a nivel consciente, mientras que la burguesía, es decir, “las clases medias” con su “sentido común” nunca han representado otra cosa que la “mediocridad” materialista y vulgar ante la cual el mundo del espíritu se cierra.
Sin duda, en esto Guénon se hace eco de otros autores que inspiraron a los movimientos revolucionarios conservadores, desde Richard Wagner y John Ruskin hasta Konstantin Leontiev y Oswald Spengler. Es de destacar que un político tan sobrio y nada inclinado a las fantasías o la exaltación, como lo fue Metternich (modelo favorito de Evola y Spengler), en una carta al emperador ruso Alejandro I, insistió en el apoyo que la monarquía y la aristocracia deben prestar a las masas campesinas en su búsqueda para suprimir a las capas medias burguesas, que consideraba la fuerza más peligrosa y subversiva frente al orden tradicional.Estas aclaraciones del difunto René Guénon elevan semejante regla que sigue el Estado en su práctica a un plano metafísico, lo cual podemos vincular a la tesis general de Guénon sobre que la simetría y el apoyo de la oscuridad apofática no se manifiesta sino con su doble que se encuentra en el fondo de lo caótico (capítulo sobre la “Coincidencia de los opuestos”). En esta tesis, Guénon revela sus ideas desde una perspectiva inesperada, siguiendo en su método de pensamiento las mismas ideas paradójicas que sostenían Alexei Losev y Yuri Mamleev. Porque, al final, "lo que está arriba debe ser semejante a lo que está abajo y así se produce el milagro de lo Uno".