El próximo capítulo de Siria: ¿Frágil unidad o fragmentación permanente?

Crédito de la foto: The Cradle
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20.12.2024
Sin Assad, el futuro de Siria pende de un hilo, ya que las potencias extranjeras y las divisiones internas amenazan con desintegrar el país. ¿Puede surgir un Estado unificado o es inevitable la partición?

Durante años se ha hablado de la balcanización de Siria como una opción realista que algún día podría imponerse en el país. La reciente agitación política -marcada por el derrocamiento del presidente Bashar al-Assad- ha vuelto a poner de actualidad la ruptura de la República Árabe Siria.

En la última década, Siria se ha convertido en un escenario para potencias extranjeras rivales. Rusia e Irán apoyaron al gobierno de Assad, mientras que Estados Unidos y sus aliados, entre ellos Francia, Reino Unido e Italia, se alinearon con los grupos de la oposición. Por su parte, las acciones de Turquía y, en menor medida, Qatar, reflejaban sus propias ambiciones en la fértil media luna de Levante.

Hasta hace poco, cuatro países -Rusia, Irán, Turquía y Estados Unidos- mantenían una presencia militar significativa en Siria, controlando colectivamente 801 bases y puestos avanzados, según datos de este año del Centro de Estudios Jusoor.

Competir por la influencia

La estrategia de cada país refleja sus intereses: Turquía apoya a la facción militante dominante Hayat Tahrir al-Sham (HTS), una organización terrorista designada por la ONU, y Washington respalda a las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) dirigidas por kurdos. En última instancia, todos ellos contribuyen a la fragmentación de la soberanía de Siria y a las agendas contrapuestas que dominan su futuro.

Con el colapso de la antigua autoridad de Siria, la retirada de Irán y Hezbolá, y la creciente incertidumbre de Rusia sobre su futura presencia militar, han surgido nuevas dinámicas que podrían determinar el futuro del país. Arabia Saudí y los EAU están tomando medidas para contrarrestar el creciente poder de HTS y su líder, Ahmad al-Sharaa, más conocido como Abu Mohammad al-Julani.

Estos Estados del Golfo Pérsico consideran los recientes acontecimientos tanto una amenaza como una oportunidad. Riad y Abu Dhabi temen el regreso del islam político, fuertemente respaldado por Ankara y Doha, a través de una puerta de entrada dirigida por Damasco. Al mismo tiempo, ven una oportunidad de reforzar sus inversiones en grupos de la oposición para asegurarse influencia en la configuración de la próxima estructura dirigente de Siria.

Aparte de Israel, que ahora controla franjas del sur de Siria, Turquía se ha convertido en uno de los mayores beneficiarios de la caída de Assad. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, que desde hace tiempo se opone a su gobierno, ya manifestó su postura en 2011, advirtiendo a Assad de que su reinado llegaría inevitablemente a su fin.

En noviembre de ese año, el presidente turco habría dicho a Assad en una reunión en Estambul: «Puedes permanecer en el poder con tanques y cañones sólo durante un cierto tiempo. Llegará el día en que tú también te irás».

Turquía y la amenaza kurda

Ankara ha perseguido sistemáticamente sus objetivos estratégicos en Siria, en particular frenar las ambiciones territoriales kurdas. Erdogan prometió en repetidas ocasiones lanzar operaciones militares en el norte de Siria, con el objetivo de eliminar a los combatientes vinculados al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que Ankara, Estados Unidos y la UE han designado oficialmente organización terrorista.

La caída de Assad ofreció a Turquía una oportunidad sin precedentes para afirmar su dominio y bloquear la formación de una entidad kurda independiente, y el apoyo temprano de Ankara a Julani le proporcionó una ventaja sobre sus rivales.

Los combates se intensificaron entre las fuerzas respaldadas por Turquía, incluido el Ejército Nacional Sirio (ENS), y los militantes kurdos apoyados por Estados Unidos en el noreste, a medida que las fuerzas dirigidas por el HTS ganaban impulso. Recientemente, los enfrentamientos se intensificaron en los alrededores de Ain al-Arab (Kobani), donde al parecer se concentraron las tropas turcas y sus milicias aliadas, lo que hizo temer una nueva ofensiva transfronteriza.

Washington medió a principios de mes en un alto el fuego entre Ankara, los militantes turcos y las fuerzas kurdas respaldadas por Estados Unidos, que ahora se ha prorrogado hasta finales de esta semana, según el Departamento de Estado estadounidense.

Sin embargo, un funcionario del Ministerio de Defensa turco rebatió esta afirmación el 19 de diciembre, declarando a Reuters que no se habla de un alto el fuego.

Las fuerzas turcas continuaron sus ataques en zonas como Ain al-Arab y Ain Issa, mostrando la disposición de Ankara a capitalizar su actual ventaja estratégica.

La confianza de Erdogan se debe a la posición reforzada de Turquía a medida que disminuye la influencia de potencias rivales como Irán y Rusia. Mientras tanto, la creciente influencia de Ankara complica la capacidad de las Fuerzas de Autodefensa para conseguir apoyo regional, dejando al grupo en su punto más débil.

La reciente decisión de las SDF de adoptar la bandera independentista siria de tres estrellas sugiere un intento de integrarse en el marco político sirio posterior a Assad, pero su futuro sigue siendo precario, con el temor de nuevos ataques del ISIS y otros adversarios.

La administración semiautónoma kurda describió la bandera como un «símbolo de esta nueva etapa, ya que expresa las aspiraciones del pueblo sirio hacia la libertad, la dignidad y la unidad nacional.»

La partición: Una cuestión divisoria

La cuestión de la partición de Siria sigue sin resolverse, influida por factores locales, regionales e internacionales que se superponen. La idea cobró fuerza durante la llamada Primavera Árabe y ha resurgido recientemente, al igual que la noción de un renacimiento de la Primavera Árabe y sus ideales vagamente definidos.

La caída de Assad ha reavivado las especulaciones sobre la división del Estado en distintas entidades, como una región de mayoría suní, una zona federal controlada por los kurdos, un bastión alauita en la costa y un enclave druso en el sur.

La capacidad del gobierno de transición para mantener la unidad de Siria será un factor crítico a la hora de poner a prueba su intención declarada de mantener íntegra la integridad territorial de Siria. Las fuerzas de la oposición, que ahora regresan a sus territorios originales, pueden reorganizarse y buscar papeles en la configuración de la administración del país.

Esto recuerda el surgimiento de «Rojava» en el noreste de Siria, donde los kurdos, en marzo de 2016, declararon un sistema federal desde la provincia de Hasakah. Aunque el Gobierno sirio y la mayoría de los grupos de la oposición rechazaron esta medida, los kurdos lograron mantener el control sobre casi un tercio de Siria en los años intermedios.

Paralelamente, también han cobrado impulso los debates sobre un bastión alauita a lo largo de la costa del Sahel y una entidad drusa centrada en Suwayda. En el sur de Siria, algunos grupos armados locales de Suwayda y Daraa, fronterizos con Jordania, han participado activamente en operaciones conjuntas con facciones de la oposición.

Mantener unido un Estado frágil

Hay que señalar que la salida de los militantes de la oposición del norte de Siria y su entrada en todos los territorios sirios significa que los grupos que una vez estuvieron bajo el dominio de HTS en Idlib han vuelto hoy a su geografía y demografía básicas. Esto plantea la posibilidad de que estos grupos se reconstituyan en sus zonas y exijan una parte dentro de la nueva administración del país.

La actual etapa política está marcada por la expectación sobre si HTS y el gobierno provisional pueden evitar un mayor caos y consolidar la gobernanza bajo su paraguas. Su líder, Julani, parece correr contrarreloj para establecer una nueva autoridad antes de que las divisiones internas se vuelvan insalvables, todo ello mientras Israel mantiene su control sobre los Altos del Golán sirios ocupados.

Su estrategia consiste en preservar las instituciones del Estado, dar cabida tanto a los combatientes extranjeros residentes como a los grupos minoritarios y enviar propuestas a los Estados árabes y las potencias occidentales.

Estas propuestas se centran en la recuperación económica, evitar una retórica islamista incendiaria, restar importancia al enorme acaparamiento territorial israelí en el sur de Siria y distanciar a Damasco de Irán y sus aliados, todo ello con el objetivo de animar a Occidente a levantar las sanciones. El mayor reto al que se enfrentan las nuevas autoridades es si pueden lograr la estabilidad y la unidad, o si las fracturas internas y las presiones externas conducirán a Siria aún más hacia el caos y la fragmentación.

Traducción al español para Geopolitika.ru
por el Dr. Enrique Refoyo