El Presidente Trump y la derecha religiosa global
A estas alturas ya estamos muy familiarizados con los estribillos que resuenan en los principales medios de comunicación estadounidenses que celebraron prematuramente la inevitable aplastante victoria de Hillary Clinton sobre Donald Trump. Uno de mis favoritos fue Fareed Zakaria, de CNN, que predijo con confianza unas semanas antes de las elecciones que Trump perdería las elecciones y que el Partido Republicano sería destruido. Zakaria continuó denunciando moralmente lo que él llamó la "América blanca" y su apoyo para acabar con la inmigración masiva y preservar la herencia cristiana de Estados Unidos.
Con tales burlas y denuncias análogas fueron los comentarios comparativamente despectivos hacia la llamada derecha religiosa a través de los principales medios de comunicación. Los titulares antes de las elecciones del tipo "Cómo la derecha religiosa abrazó Trump y perdió su autoridad moral", "Donald Trump hizo que la derecha religiosa implosionara en menos de una semana", y "La devoción de la derecha religiosa hacia Donald Trump terminará con el movimiento tal y como lo conocemos", afirmaron confiadamente y con demasiada alegría la muerte de los defensores de los valores morales tradicionales con la desaparición de la candidatura de Trump.
La ironía, por supuesto, es que los resultados electorales del 8 de noviembre sirvieron como ocasión para la humillación de estos pronosticadores y expertos. Lejos de la implosión, la derecha religiosa constituyó más del 30% del electorado votante. Según la organización Pew Research, los cristianos evangélicos blancos votaron a favor de Trump por un margen abrumador, el 81% frente al 16% de Clinton. Y los votantes católicos también apoyaron a Trump sobre Clinton por un margen de 23 puntos, un 60% frente a 37%.
¿Qué explica la cobertura falaz y errónea de los medios de comunicación?
Entre muchas otras cosas, los medios de comunicación fracasaron en reconocer que Trump y la derecha cristiana se enfrentaban a un enemigo común: los globalistas y la globalización.
Así, mientras los medios de comunicación se fijaban en la discrepancia entre los valores tradicionales de los cristianos conservadores y las indiscreciones morales de Trump, pasaban por alto las preocupaciones globales que ambos, los tradicionalistas y Trump, compartían.
La globalización se caracteriza como un sistema social y económico mundial compuesto de una economía, telecomunicaciones, tecnología y urbanización masiva capitalistas. Se ha argumentado que tales dinámicas económicas y tecnológicas tienen el poder de retener el control de las economías nacionales lejos de proyectos totalitarios como la ex Unión Soviética y la China comunista, al mismo tiempo que expanden el crecimiento económico y la prominencia entre las naciones capitalistas.
Sin embargo, lo que es crucial entender es que, integrada en los procesos de globalización, está la destradicionalización, en términos de Anthony Giddens, o los distintos mecanismos mediante los cuales las costumbres y tradiciones locales se relativizan ante fuerzas económicas, científicas y tecnocráticas más amplias. Una vez que la vida social está atrapada en un sistema económico industrial mundial, se aleja de las prácticas y creencias tradicionales, nacionales y locales. A la sombra de las políticas transnacionales globalizadas, los códigos morales tradicionales y las costumbres se vuelven cada vez más inverosímiles para sostenerlas objetivamente.
Así, las sociedades globalizadas tienden a forjar una nueva concepción de la persona humana como un individuo soberano que ejerce el control sobre sus propias circunstancias de vida. Las estructuras y disposiciones sociales tradicionales generalmente se fijan en términos de marcadores de identidad clave, como el género, la orientación sexual y la filiación religiosa. Pero las sociedades globalizadas, debido a la amplia gama de opciones basadas en los consumidores, ven esta fijación como restrictiva. Y así, la moral y las costumbres tradicionales tienden a dar paso a lo que llaman los valores del estilo de vida. Valores del estilo de vida que operan según una pluralidad de lo que el sociólogo Peter Berger define como "mundos de la vida", en donde cada individuo practica cualquier sistema de creencias considerado como más plausible por él o por ella. Estos sistemas de creencias incluyen todo, desde la identidad religiosa hasta la identidad de género.
A partir de la década de 1990, los representantes de la derecha religiosa comenzaron a ver su lucha interna contra el ascenso de los valores seculares de estilo de vida en términos mucho más globalistas. Ya en 1999, Harold O.J. Brown, del think tank cristiano conservador Howard Center, pronunció un discurso en el Segundo Congreso Mundial titulado "Globalización y Familia", donde explicó la relación entre la globalización y las cambiantes relaciones sociales:
La globalización es el concepto o ideal que nos dice no que lo pequeño es hermoso, sino que lo pequeño es lamentable y anticuado. La nación reemplaza a la familia, como en Estados Unidos la asistencia social reemplaza al padre, y en vez de las naciones individuales... crearemos una "comunidad mundial".
Allan C. Carlson, también del Howard Center, observó: "La nueva civilización global ... es militantemente secular, ferozmente anti-tradicional, fundamentalmente hostil a las familias autónomas, enemiga de la robusta fecundidad marital y una amenaza para los niños recién concebidos en todas partes... incluyendo el nuevo niño cristiano". El activismo de la derecha religiosa ha ido considerado cada vez más a los globalistas y a la globalización como las principales amenazas a los valores tradicionales. La participación de organizaciones cristianas como Focus on the Family, Family Research Council y Concerned Women for America, en diversas disputas políticas de las Naciones Unidas demuestra que la arena internacional se ha convertido en parte integral de la misión de la derecha cristiana.
Austin Ruse, presidente del Instituto Católico de la Familia y de los Derechos Humanos, resumió el activismo internacional de la derecha cristiana como centrado en defender y perpetuar lo que él llama las "tres soberanías" que son atacadas: nación, iglesia y familia. Con su énfasis en el nacionalismo, la protección de los cristianos y la promesa de nombrar jueces pro-vida, la campaña de Trump representó una defensa mutua de estas tres soberanías, convirtiendo su candidatura en una atracción natural para los defensores de los valores tradicionales.
El desprecio que la élite secular de los Estados Unidos tiene por los valores morales tradicionales parece haberlos cegado ante el hecho de que, para decenas de millones de ciudadanos en todo el mundo, la nacionalidad, la tradición y la religión realmente importan. Durante más de un siglo, la teoría de la secularización ha postulado que las religiones tradicionales se extinguirían lenta pero seguramente, siendo reemplazadas por una cosmovisión científicamente inspirada perpetuada por el progreso tecnológico desenfrenado. La marcha de la globalización alrededor del mundo pareció verificar tal pronóstico. Sin embargo, en todo el mundo, ha habido un golpe masivo contra estas dinámicas globalistas secularizantes.
El resurgimiento de la Iglesia Ortodoxa Rusa, el nacionalismo cristiano en Hungría y Croacia, el surgimiento de partidos políticos nacionalistas en Europa Occidental, y la asombrosa victoria del Brexit significan que la cultura tradicionalista importa tanto hoy como siempre.
El desdén y la burla con que nuestras élites seculares, representadas en particular en los medios de comunicación de masas, han tratado las costumbres morales tradicionales y la cultura se está convirtiendo en la base de su propia desaparición; está surgiendo un conglomerado de nuevos medios arraigados en la nación, la iglesia, y la familia, y en muchos aspectos están eclipsando al del establishment globalista secular.
El crecimiento del populismo nacionalista en todo el mundo indica que en muchos aspectos la influencia política de la derecha religiosa apenas está comenzando. Ya estamos viendo formarse alianzas globales entre los tradicionalistas conservadores para hacer retroceder las tendencias secularizantes en casa y en el extranjero. Los conservadores anglicanos del norte se han alineado con sus homólogos del sur de África y Asia para combatir la secularización de las normas sexuales en su iglesia. Se han formado coaliciones multinacionales para bloquear las medidas anti-tradicionalistas en las Naciones Unidas. Recientemente, el Patriarca Kirill y el Papa Francisco firmaron una histórica declaración conjunta pidiendo el fin de la persecución global de los cristianos por las guerras en Oriente Medio y el secularismo militante en Europa. La formación de una coalición global de la derecha religiosa para combatir tales tendencias parece cada vez más probable porque el poder político se alinea cada vez más con los sentimientos populistas.
El obituario de la derecha religiosa ha sido escrito y reescrito muchas veces; este ciclo electoral no fue una excepción. Pero los especialistas son conscientes de que es un movimiento que es altamente adaptable a las cambiantes dinámicas sociales tanto nacionales como en el extranjero. La elección de Donald Trump, así como el resurgimiento del cristianismo en toda Eurasia, indica que la derecha religiosa, en lugar de estar acostada en su lecho de muerte, puede estar experimentando un nuevo nacimiento.