El país nacional contra el país político

10.04.2020

Uno de los graves problemas de la política nacional colombiana es la constitución de aquello que se podría llamar el extremo centro, es decir, la fusión ideológica entre los distintos partidos políticos y sus líderes que han conseguido superar sus diferencias y formar un solo todo, un sistema de pensamiento único. Este proceso ideológico no es exclusivo de Colombia, pues algo similar ha sucedido en el resto de los países y naciones por todo el globo a partir del fin de la Guerra Fría. Las alternativas políticas y los partidos se diferencian cada vez menos, sosteniendo todos ellos agendas ecologistas, feministas, defensoras de las minorías culturales (sexuales, religiosas, raciales, etc.) e igualmente mundialistas. Es de este modo que la diferencia horizontal entre izquierda y derecha, que fue fundamental durante la política moderna a partir de la Revolución Francesa, se ha ido desdibujando y dando paso a un único sistema político donde todos los actores políticos se diferencian entre sí por poco.

Ahora bien, la desaparición de esta relación horizontal (organizada alrededor de la diferencia entre izquierda y derecha), ha dado paso a una diferenciación más radical de carácter vertical entre el arriba y el abajo. La diferencia fundamental en la política ya no corresponde, entonces, a la lucha partidista o a una visión económica sobre cómo organizar los medios de producción (si debe permitirse la libre empresa o la colectivización de la producción social), sino que la diferencia corresponde a quienes defienden los principios de la tradición, los principios espirituales, contra aquellos que por el contrario enarbolan el utilitarismo, el materialismo y el hedonismo como modos de ordenar el mundo político. En Colombia esta última visión del mundo ha sido asumida por la oligarquía, los partidos políticos, las ONGS, el sistema financiero y el aparato democrático. En cuanto a la primera visión del mundo, se ha desarticulado en una serie de movimientos sociales y políticos diversos sin unidad o cohesión.

En medio de este cambio de perspectiva de la política nacional, la verdadera división hoy en día ya no corresponde a la lucha de los conservadores o los liberales, ni de los seguidores de Uribe o los partidarios de Santos, sino a la división sostenida por Jorge Eliecer Gaitán de una lucha entre el país político contra el país nacional. En “Colombia hay dos países: el país político que piensa en sus empleos, en su mecánica y en su poder y el país nacional que piensa en su trabajo, en su salud, en su cultura desatendidos por el país político. El país político tiene rutas distintas al país nacional. ¡Tremendo drama en la historia de un pueblo!” (1). “El país político, o la oligarquía que es la misma cosa, selecciona a los hombres, los infla, los llena de importancia aun cuando no la tengan” y termina por estar compuesto “por los internacionalistas que jamás han abierto un libro de derecho internacional; los constitucionalistas que jamás en su vida han sabido que es el derecho constitucional; los miembros de comisiones parlamentarias que deciden sobre los códigos penales y no han asistido jamás a las aulas universitarias” (2), en fin, por todos los manzanillos, tinterillos y reptiles que anteponen sus intereses personales, que tienen “como razón vital de su actividad… los votos más o los votos menos; la firma de fulano o el escamoteo de la de zutano; la habilidad salvadora de un fraude, la promesa de una Embajada, el halago de un contrato, en una palabra: ¡el sólo y simple juego de la mecánica política que todo lo ampara!” (3). En cambio el país nacional nos ofrece otra realidad: “El pueblo, meditando en sus problemas económicos, en sus problemas sociales, en la educación de sus hijos, en el enriquecimiento de la agricultura, en la bondad de sus campos, en la defensa del parto de sus mujeres, en la curación de la sífilis, en la lucha contra el alcoholismo, en la destrucción de los parásitos, en la defensa del hombre y la grandeza de Colombia que se asienta sobre la salud, la inteligencia y la capacidad del colombiano” (4). Este país nacional, compuesto por aquellos que luchan contra la adversidad en medio del sufrimiento, el trabajo, la pobreza y la fe son los representantes de la verdadera nación, del alma de Colombia y toda su gente.

Fue de este modo, en esta contraposición entre el país nacional y el país político, que Gaitán superó las divisiones entre izquierda y derecha, mientras señalaba la verdadera confrontación que comenzaba en el nuevo siglo. Con su muerte, la derecha y la izquierda desaparecieron, abriendo en cambio un abismo más hondo que enfrentaba a los representantes del Régimen (Álvaro Gómez) contra los restauradores de la república (que en su sentido original es el gobierno de la cosa pública, res-publica). Siete décadas después, la lucha entre estas dos facciones alcanza por fin en Colombia su punto culminante. Hoy día, nosotros estamos llamados a ser la vanguardia del país nacional contra el país político y articular a nuestro alrededor a todas las fuerzas antiliberales, nacionales, étnicas y sociales que luchan contra el Régimen, la oligarquía y el país político. Esta lucha será sin cuartel y no podrá ser reducida a un mero episodio de la historia nacional, pues la sangre de los héroes aún esta fresca y clama por justicia al cielo. Una vez que el país nacional consiga vencer a sus enemigos, se abrirá en Colombia un nuevo episodio de la historia nacional, entonces, la ciudad sagrada de El Dorado emergerá por fin a la realidad, el Cacique dorado descenderá una vez más a la laguna y por fin se constituirá la orden de los caballeros de la espuela de oro, los guerreros de la Virgen. Esta misión que ha sido depositada en nosotros será el destino escatológico del pueblo colombiano.

Notas:

  1. Jorge Eliécer Gaitán, Los mejores discursos de Gaitán, ed., Bogotá, Jorvi, 1968, p. 423.
  2. Ibíd., pág 425.
  3. Ibíd., pág. 423.
  4. Ibíd.