El misterio hispano ruso
Desde hace mucho tiempo albergo una intuición que a muchos les podrá sonar extraña, mas el tiempo y el conocimiento me han ido llevando a presentarla y defenderla con formas muy tangibles: Existe un gran paralelismo entre el mundo hispánico y el eslavo-oriental, entre las Españas y las Rusias; y todavía es un misterio por desvelar.
Mi curiosidad sobre la cultura rusa me llevó a nutrirme de aspectos que veía desde muy niño a través del cine y la literatura. No sé exactamente por qué, pero creo que el gusto de mis padres por la película “Doctor Zhivago”, con aquella mítica banda sonora de Maurice Jarre comenzó a empujar mi curiosidad. Parte de esa película está rodada en España, y yo me preguntaba cómo era posible recrear un paisaje ruso en nuestra Piel de Toro… Claro que eran tiempos de la Unión Soviética, donde en Moscú no gustaban demasiado ciertas “expresiones artísticas”… Y sin embargo, mientras que en la URSS miles de artistas eran arrojados a la prisión o a la muerte, en la Europa liberal-capitalista el ser comunista constituía una especie de garantía cultural y superioridad moral.
A los años, vemos cómo el progresismo, esto es, ese sofrito de marxismo cultural y Escuela de Frankfurt (1), ha calado mucho más en la Europa occidental que en los países que estuvieron bajo el telón de acero.
En fin, muy pronto me toparía con la literatura del gran país del Este. Alguna imagen conocía gracias al libro Piotr, escrito por el holandés Jan Terlouw, el cual crea su personaje en el ambiente de una granja al sur de Moscú. Fue uno de los muchos libros que leí de la editorial El Barco de Vapor, una editorial que acaso nos marcó a todos aquellos que pasamos nuestra infancia a caballo entre los 80 y los 90 del pasado y malhadado siglo XX. Y en la adolescencia, ya comencé con Dostoyevski, viendo en su enorme capacidad descriptiva y psicológica paralelismos considerables con el estilo realista español que se desarrolló entre los siglos XIX y XX, cuyo máximo precursor fue José María de Pereda, al que admiraba, entre otros, el muy conocido Benito Pérez Galdós. Como escritor, reconozco que he seguido bastante este estilo, siendo de hecho una de mis escuelas, yendo también hacia el realismo mágico hispanoamericano, que a su vez, entronca con el esperpento de Ramón del Valle-Inclán. Conforme leía a Dostoyevski también leía a Tolstoi, siendo que me gustaba mucho más el primero que el segundo; con todo, también veía paralelismos en Tolstoi, sobre todo en su modo de narrar, en sus muchos detalles descriptivos, en sus ansias costumbristas… Era raro, pero aquella intuición me quería decir algo. Y aquella intuición se desarrolló mientras descubría picoteos de Gogol, Chejov, Soloiev y Berdiaev. Con todo, aquella pequeña intuición que fue naciendo en base a elucubraciones más o menos literarias se hizo carne al sumergirme de lleno en la figura de Alexander Isayevich Solzhenitsyn. En aquellos universitarios años, asimismo, conocí el Strannik, el libro del peregrino ruso, una especie de camino de Santiago eslavo. Con Solzhenitsyn, empero, fui hacia el Archipiélago Gulag, la enorme colección de historias de los campos de concentración comunistas, de los que él formó parte como represaliado de aquella tiranía, pero también hacia Un día en la vida de Iván Denisovich, La casa de Matriona, Pabellón de cáncer, Lenin en Zurich, El error de Occidente y algunos otros que me dejo en el camino. Y todos ellos me fueron dibujando con trazos cada vez más realistas los curiosísimos paralelismos sociales, culturales, históricos e incluso espirituales entre ambos mundos a priori tan lejanos. Empero, los que mejor me presentaron lo que empezaba a ser “mi teoría” fueron sus ensayos contemporáneos: El “problema ruso” al final del siglo XX , Cómo reorganizar Rusia y Rusia bajo los escombros. En esta tríada de ensayos, Solzhenitsyn habla del pasado y el presente, así como de las propuestas de futuro basadas en lo mejor de la tradición rusa que él cree olvidada y vilipendiada por un sistema sin escrúpulos y por la confusión y ansias que genera ese “nuevo mundo” para buena parte de un pueblo ruso, castigado y humillado ad nauseam. Y ahí ya me convencí del todo que lo que yo iba pensando y defendiendo iba más allá de una mera intuición, porque las coincidencias históricas se veían muy nítidas en el delineamiento de aquel gran matemático, físico e historiador que, lejos de quedarse en una mera crítica anticomunista, analizó con dura perspicacia todos los errores de la modernidad que de hecho nos están consumiendo. Así las cosas, el leer a Solzhenitsyn supuso también el dar un nuevo enfoque intelectual no sólo en general, sino también a la visión española en particular y del mundo hispánico en general. Fue él quien, como Juan Vázquez de Mella, el gran tribuno del tradicionalismo español, me hizo ver que la tradición es un concepto dinámico, que la tradición no significa anclarse en el pasado, sino recoger lo mejor de él para construir mejor un futuro que no pierda su identidad, su esencia; y que, en definitiva, sin tradición no hay progreso.
Del pasado al futuro, Solzhenitsyn como digo fue, una gran confirmación entre los paralelismos que yo avistaba para con lo español y con lo ruso. Paralelismos que ya habían sido avistados y defendidos antes por personalidades tan diferentes como el mentado Tolstoi y Miguel de Unamuno.
Y así, conforme iba tomando cuerpo mi idea, un buen día, hablando de este tema con un amigo argentino, me dijo que él también pensaba lo mismo, y que luego de que leyera Europa y el alma del Oriente del germano Walter Schubart (2), mi visión se acrecentaría aún más. Y así fue. Schubart, que fue profesor de sociología y filosofía de la universidad de Riga (Letonia), aunque germánico, escribe enteramente como un oriental. Leerlo fue como tener ante mis ojos a un profeta del Oriente hablando a un Occidente sordo, ciego y mudo (tal era la sensación cuando leía a Solzhenitsyn), en un lenguaje espiritual como ya no se entiende en el Viejo Continente.Y en este libro hay un apartado especial a las comparaciones entre rusos y españoles, a los pueblos de la periferia del Viejo Mundo, cuyas puertas fueron primero cerradas al enemigo islámico, y luego abiertas para extender la cruz gracias a ellos; y sin embargo, tanto España como Rusia sufren una leyenda negra tan injusta como embustera en no pocos países de ese continente que no existiría como tal sin haber sido salvaguardado por sus extremos geográficos. Y sin embargo, tanto rusos como españoles hemos recibido la acusación de “poco europeos”, o incluso rusos de “asiáticos” y españoles de “africanos”… ¡¡Encima!! Y bueno: Dice el refranero español que de bien nacidos es ser agradecidos, así que ya sabemos el calificativo que hay que emplear en estos casos…
Asimismo, fue el mismo amigo argentino que me proporcionó la lectura de Schubart quien me hizo notar algo interesante: (Siendo nieto de españoles) En sus viajes por España, percibió mucha impaciencia en los caracteres, y dizque "frustración". Tanto él como otros nietos de españoles en el Nuevo Continente me dicen que los españoles de ahora son muy distintos de los de antes: Que el español de antes era mucho más humilde, sufrido y aguerrido, entre otros. Y todo eso es verdad, y la palabra clave es la frustración. No en vano, tengo para mí que los problemas de España van mucho más allá de la economía. Es algo muy psicológico, si se quiere. Especialmente desde el siglo XVIII nos encanta compararnos con Francia, Inglaterra Alemania... Pues bien: Nos guste más o nos guste menos, somos de tierra de frontera, somos de la tierra y del mar, somos continente e islas adyacentes, y si hay algún paralelismo que nos podría servir, no es el de allende los Pirineos ipso facto, sino el mundo eslavo oriental; un mundo paralelo, casi tan paralelo como lo es nuestra América. Y eso lo supo ver a las mil maravillas el mentado Schubart, quien terminó de abrirme los ojos, indicándome cuál es el plano a trazar. Porque el mundo eslavo oriental nos podrá ayudar a comprender muchas cosas. Si lo conociéramos e investigáramos más, otros gallos nos cantarían. En cambio otros mundos, añadiendo la mentalidad de nuevos ricos progres (¡encima!), no nos precipitarán sino al abismo, al abismo de sempiternos adolescentes malcriados y frustrados, que eso es lo que parecemos y somos, dentro de una irritante frustración propia del complejo de inferioridad y de la incomprensión alarmante. De donde no hay, no se puede sacar. Tenemos que ir a nuestras raíces, tenemos que acudir a nuestros intereses. A estas alturas de la película, lo demás es música ratonera. Las Rusias y las Españas en teoría son polos opuestos, ¿pero acaso no es ley que éstos se atraigan? Además, no es nada nuevo, porque mal que bien, hay un trasvase importantísimo entre ambos pueblos: La influencia bizantina, la continuación del Oriente Romano por todo el Mediterráneo. Desde el siglo VI al VIII, desde las islas Baleares a Ceuta estuvieron en manos bizantinas, no sin potentes incursiones sobre el sur peninsular. Y no olvidemos que Bizancio significa la continuidad histórica, política y hasta espiritual del mundo romano sobre las nuevas improntas germanas y eslavas. Como bien corrobora el historiador bizantinista argentino G. Martín (3): " Influencia bizantina en España? El Reino de los Visigodos en la península Ibérica fue algo así como una sucursal de Bizancio, lo cual se manifestaba sobre todo en las compilaciones en el Liber Iudicum, en la administración del reino, en la mismísima Iglesia visigótica tras Recaredo (una copia de la bizantina, a través de Isidoro de Sevilla). De entre todos los reinos que surgieron tras el hundimiento de la sección occidental del Imperio Romano, el de los visigodos fue el que mejor copió las tradiciones romano-bizantinas." Asimismo, el historiador español Daniel Gómez Aragonés (4) dice que “la influencia debemos buscarla, particularmente, en cuestiones políticas, ideológicas, artísticas y religiosas. No podemos entender el Reino Visigodo de Toledo sin comprender la dimensión del Imperio Romano de Oriente, Bizancio. Debemos tener presente que los grandes faros de dicha época eran en un extremo Constantinopla y en el otro Toledo. Una vez más, el Mediterráneo fue ese canal de interacción que hizo fluir las relaciones. Es muy importante conocer el influjo de Roma y posteriormente de Bizancio sobre nuestra cultura. La liturgia hispanogoda es uno de nuestros mayores tesoros.”
Tanto en España como en Rusia se van a reunir pueblos dispersos (a veces, todavía paganos) en torno a ese ideal universal romano perfeccionado en la cruz; pueblos dispersos que tienen que sacudirse la embestida del islam y cuya fortaleza servirá para que Europa quede tranquila y alejada de este problema. La victoria acaudillada por Don Pelayo en Covadonga, en el siglo VIII, irá creando entre galaicos, astures, cántabros y vascones y mozárabes (los cristianos hispanos que se habían quedado en territorio dominado por el islam) una conciencia de la “España perdida” cuya recuperación había que poner en marcha. En el otro extremo del continente, en el siglo X, el príncipe Vladimiro I de Kiev se convierte al cristianismo y va a comenzar una nueva historia política que enlaza con la espiritualidad y la liturgia bizantina. El mesianismo ruso de ser la Tercera Roma tiene este punto de partida. Y no en vano, el polígrafo Marcelino Menéndez y Pelayo definió a España como “la espada de Roma”. Tanto en Rusia como en España estamos ante un Medioevo prolongado durante siglos en la lucha y en la cultura de frontera. Todo este mundo está vertido en la comunión de geniales creaciones épicas, cantadas en Rusia por los guslares y forjadas en España por los Cantares de Gesta. Esta prolongación espiritual, cultural y política hará decir al muy atento pensador alemán Oswald Spengler que “el espíritu español quebrantó el Renacimiento”.
Hablábamos de pueblos dispersos que acaban reunidos; un hecho que es más notorio en Rusia, pues en España, a pesar de las diferencias, en contra de lo que pensaron muchos, mejores o peores intencionados, existen unas ligazones étnicas muy fuertes; primero, porque no se explica la consolidación del reino de León -tras la incipiente monarquía astur- sin la repoblación mozárabe, y asimismo, no se explica el avance de la Reconquista sin la interacción entre los mozárabes y los repobladores del norte que llegaron de Despeñaperros para abajo. Aparte, la extensión continental rusa no es tampoco comparable a la ibérica. Con todo, sí hay un factor fundamental de unidad entrambas patrias: La confirmación de la fe y la corona. En España, primero fue Recaredo I, luego, Don Pelayo; en la Rus, Vladimiro I de Kiev, a posteriori, Iván el Terrible. España (como Portugal) tenía su irredentismo en su costa norteafricana, prolongando la Cristiandad que quedó truncada tras la invasión islámico-arábiga; sin embargo, en 1492, cuando castellanos, aragoneses y portugueses ya tenían una presencia firme en África, es el mismo año que Colón arriba a Guanahaní, siendo que toda una geopolítica cambia, en pro de una geopolítica universal y providencial: A partir de la Península Ibérica, las Baleares, las Canarias; del norte de África al continente americano va a irradiar la misional civilización hispánica. España y Rusia están “sobre Europa”, y si bien España tiene su talón de Aquiles entre África y América, Rusia lo empezará a tener en el siglo XVI primero ante la inmensidad asiática, con el papel cosaco en la conquista y poblamiento de Siberia, y a posteriori al cruzar el Estrecho de Bering, se convertirá, como en España, en una nación “tricontinental”, y líbrenos Dios de paralelismos con términos actuales.
Empero, ¿quedan Rusia y España cerradas y cercadas hacia ambientes lejanos? De ninguna manera, y resulta que esta historia paralela va a converger en la aparición de un nuevo enemigo común en el Mediterráneo: El turco. El mismo enemigo que acabó con Bizancio, el mismo enemigo que cuasi finiquitó el mundo romano del que, por un lado y por otro, las Españas y las Rusias son herederas. El mismo enemigo que no podrá desbordar el continente europeo al encontrarse estos dos diques al Oriente y al Occidente. Y el mismo enemigo con el que continuamente coquetearán las potencias que conformarán lo que conoceremos como la Europa más moderna.
Con todo, convenimos en que ni el mundo ruso ni el mundo hispánico estuvieron aislados. Por más que su idiosincrasia fuera resistente a la nueva configuración que experimentaba el continente, ambas entraron en el mundo ilustrado. En España vino de mano de los Borbones, pero no fue sólo su exclusividad, puesto que no había Borbones en Portugal y sin embargo el marqués de Pombal demarcó una política tan absolutista o más que al otro lado del Guadiana. Lo mismo sucedía en la muy idealizada Austria con el josefismo, ejemplo de absolutismo asfixiante. El siglo XVIII supuso un punto de inflexión importantísimo, pues no era sino confirmar la Paz de Westfalia, el tratado que en 1648 selló las ideas de los futuros estados-nación. De Westfalia a Utrecht, donde el imperio británico confirmó su rapiña de Gibraltar, tanto España como Rusia se enmarcarán en una dificilísima política europea seguidas muy de cerca tanto por Francia como por Inglaterra. En España, como decimos, Felipe de Anjou fue el rey legítimo designado por su tío Carlos II; sin embargo, el archiduque Carlos de Austria, irrespetando estos términos, no tuvo mejor idea que invadir España aliado de nuestros peores enemigos: Holandeses y británicos. Parecía que media Europa se tomaba la Piel de Toro como un botín. Y los británicos tomaron el mayor punto estratégico del planeta: Gibraltar; la unión del Mediterráneo y el Atlántico, la llave de Europa y África, y el paso obligado hacia América. Para confirmar su dominio talasocrático, y para humillar al que Cromwell consideraba el enemigo providencial, no podían haber escogido momento y punto mejores. Inglaterra, sabiendo de la proyección universal hispánica, acuñó en el siglo XVIII que “a España hay que vencerla en América y no en Europa”. En este siglo trazará su plan para humillar a España y sin embargo, recibirá las derrotas más humillantes de su historia, desde Cartagena de Indias por mano del vascongado Blas de Lezo a la América del Norte con el andaluz Bernardo de Gálvez cerrando desde el Caribe al Mississipi. Blas de Lezo que, por cierto, había luchado años antes con uñas y dientes por Felipe V, quien mimó especialmente a vascongados y navarros por el ardor en defender su causa.
El siglo XVIII es clave para entender la política de Francia e Inglaterra y sus ojos puestos sobre España y Rusia, potencias que manejaban grandes cantidades de territorio. Sin embargo, a pesar de gran resistencia popular, tanto en la propia corona como en determinadas oligarquías, las ideas de la Ilustración van a calar y de una forma muy exagerada. En Rusia el paradigma es Pedro el Grande, quien quiso obligar a los rusos a afeitarse y llegó a trasladar la capital de Moscú a una ciudad nueva: San Petersburgo. Lo de obligar a los rusos a afeitarse, a día de hoy, puede sonarnos a coña marinera, pero en aquella época tenía un significado cuasi religioso, pues tradicionalmente, muchos rusos se dejaban las barbas con la intención de parecerse a Jesucristo. No contento con eso, imitando el modelo protestante del rey-papa, su actitud llegó a crear un rupturismo dentro de la iglesia ortodoxa rusa que todavía colea a día de hoy, debido a las intromisiones estatales. Entre los tiempos de Carlos III y Carlos IV, las políticas regalistas fueron también asfixiantes, llegando en la época del ministro Pablo de Olavide (criollo limeño, para más señas) a meterse en el seno de las cofradías, intentando hasta suprimir hábitos de penitencia, lo que provocó gran revuelo en Sevilla.
Sin embargo, en el siglo XIX, con la invasión napoleónica, sucede que su primera derrota militar es en Bailén, un hecho histórico que dio muchísimos ánimos a los resistentes patriotas rusos que, con Kutuzov y el general invierno, lograron derrotar a la Grande Armée. Napoleón, como los turcos, no pudo extender su tiranía acribillado en sus extremos de Occidente y Oriente. Sin embargo, las ideas de Napoleón habían penetrado con mucha fuerza en ambos mundos, y si bien el dictador corso fue derrotado con las armas, no lo fue con el pensamiento, porque desde las mismas élites, acomplejadas y culturalmente extranjerizadas, que veían a su pueblo como atrasado e inferior, inyectaron un extraño corpus ideológico ante el que los pueblos desarrollaron de una forma muy exagerada, al alimón de las mixtificaciones propias del romanticismo. A pesar de poseer hispanos y eslavos orientales una espiritualidad latente y vigorosa, la Europa que teníamos entre medio acababa por absorbernos. Y el mundo hispánico acababa por descomponerse en una sucesión de interminables guerras civiles, de la Península al Nuevo Mundo, donde todos contra todos se acaban matando, siendo que toda una geopolítica se viene abajo en unas guerras que duran hasta décadas, con una parte importantísima de la población, tanto ibérica (la que luego cristaliza en el carlismo) como ultramarina, y donde el mayor beneficiado fue el que había sido derrotado durante todo el siglo XVIII: El imperio británico; el mismo que, aplicando el clásico “divide y vencerás” se convierte en árbitro y señor de todo el continente, y que no muy tarde se reconciliará con los Estados Unidos para formar un bloque compacto ya en el siglo XX. Un bloque que todavía tiene como eje sagrado a la reina de Inglaterra, que no se olvide este “detalle”.
Rusia, empero, no va a desintegrarse de esta manera tan atronadora. Sigue siendo una potencia continental, una potencia de tierra. Y es la misma potencia, directora de la Santa Alianza, la que pregunta por la posibilidad de ayudar a España ante el separatismo en América. El británico Wellington, cuya ayuda contra Napoleón fue más venenosa que otra cosa, decía solidarizarse con España mientras le mandaba oficiales a todos los próceres separatistas, a los que tenía absolutamente conchabados. Y justo es en esta época cuando Rusia deja de ser “Terra Incognita” para España, porque algunos diplomáticos de Fernando VII van a querer establecer una sólida alianza con los Romanov. La posible alianza militar nunca fraguada también tuvo su punto en España, porque gracias al diplomático Tatischev se compraron unos buques de guerra para ayudar a los realistas americanos; buques de guerra que a la hora de la verdad, estaban podridos y no podían zarpar. Entonces, se formó una pequeña comunidad rusa en España que tenía hasta su propia iglesia ortodoxa, de la que a posteriori, quedaría poco rastro.
“Terra incognita”: Eso era el Oriente eslavo para muchos españoles hasta el siglo XIX. Y al contrario también lo mismo: España para los rusos significaba lo desconocido. Tanto rusos como españoles teníamos a lo francés como ejemplo de refinamiento y nuestras élites (así como las élites criollo-mestizas americanas) gustaban hasta de hablar francés entre ellos como símbolo de distinción. Nuestros pueblos mantenían paralelismos espirituales pero no se conocían. La brevedad de la legación diplomática rusa en Madrid y el escabroso y corrupto asunto de los buques de Tatischev tampoco sirvió para un mayor conocimiento entrambos. A posteriori, Rusia apoyaría los derechos del rey Carlos V frente a la usurpación liberal-isabelina, pero el triste triunfo de esta facción golpista, propiciado entre otros, por el imperio británico y la Francia orleanista, también servirán para alejar posiciones en el siglo XIX. El XIX, el siglo del desguace de las Españas, es también el siglo del intervencionismo franco-británico en Crimea, coqueteando con los turcos frente a un imperio ruso que se iba afianzando desde la Europa central a los confines del Extremo Oriente.
Por desgracia, las bases rupturistas al respecto de la esencia tanto hispánica como rusa habían quedado ya asentadas, y si bien el mundo eslavo oriental no estalló en divisiones, como el mundo hispánico, se vería conmocionado de arriba a abajo con el estallido de la Revolución Rusa en el Año de Nuestro Señor de 1917. Lejos de haber una hambruna asoladora, lejos de haber un “Antiguo Régimen” sempiterno, y lejos de haber un clamor popular unificado, que son los tópicos insuflados por la propaganda comunista que de tan buena gana se ha acogido en el liberalismo occidental; lo cierto es que, como el mentado y admirado Solzhenitsyn, entre otros, lo que sucedió fue una explosión desordenada de muchos “partidos” y con mucho desorden, formándose algo más parecido a los conflictos post-napoleónicos del mundo hispánico que otra cosa. El zar Nicolás II, que había hecho bastantes reformas y tenía prestigio internacional, y todavía una aura cuasi religiosa en buena parte de su pueblo; sin embargo, se vio acorralado al entrar en la Gran Guerra; Gran Guerra en la que, entre otros, le había hecho la jugada su pariente el kaiser... ¡Y entró aliado de Francia e Inglaterra, y por intereses paneslavistas! Y eso con el todavía reciente fracaso de la Guerra Ruso-Japonesa, que tanto descontento creó y que tanto aprovecharían los revolucionarios (como en España aprovecharían los conflictos ultramarinos, de Filipinas a Marruecos, pasando por Cuba)… Otrosí, Inglaterra, a pesar del parentesco de Jorge V con Nicolás II, lo dejó en la estacada y sólo España intentó salvarle la vida de verdad, sin éxito. El imperio británico fue el que sacó mayor tajada del paneslavismo, para así anular al imperio austrohúngaro; mientras que en Rusia, aprovechando los desastres militares, la desazón en determinados sectores, y la falta de un gobierno contundente, el partido bolchevique, minoritario pero bien pertrechado e ideológicamente fanático, con un Lenin que había sido financiado por Prusia a través de Suiza, lideró el terrible proceso. Los alemanes volvieron a cometer el mismo error que en Francia: Creyeron que, financiando y aupando la Revolución, obtendrían grandes réditos territoriales. Y en ambos casos, París y Moscú se les volvieron en contra, aun de diferentes maneras. Buena parte de Europa creyó que Rusia sería su botín, tal y como lo creyeron algunos para con la España de principios del XVIII; sin embargo, no entendieron una cosa que sí entiende nuestro nombrado y reivindicado Schubart: La pervivencia del hombre mesiánico. Como dice el profesor Manuel Fernández Espinosa, director de nuestra revista, tanto el ruso como el español se hacen comunistas no por indiferentismo religioso, ni tampoco por un mero “odio”: El ruso, como el español, se hace rojo porque sustituye el Evangelio por Marx. Ni el español ni el ruso pueden pasar por una iglesia como si nada: O se arrodillan con fervor o quieren quemarla para implantar algo nuevo, una fe nueva. Es un pensamiento de conjunto que, asimismo, no se contenta con quedarse en su terruño, sino que se le queda el mundo chico una vez que ha superado su cultura de frontera. La amplia visión geográfica se refleja en los más variados modos de “comportamiento”; pero mientras el francés y el alemán viven rodeados de vecinos, el ibérico tiene la inmensidad de África y el mar, y el ruso, la estepa… No hay medias tintas ni maquiavelismos posibles en la constitución histórica de estos pueblos.
Con todo, Lenin no tuvo ningún reparo en regalar territorio ruso, y así se lo hizo saber a los alemanes. Mas por avatares del destino, y sobre todo luego de la Segunda Guerra Mundial, el aparato represor fundado por Lenin y luego continuado por Stalin, y el inmenso botín, hizo que la Unión Soviética se confirmara como imperio, sustituyendo la estrella sangrienta a las cruces de los zares; y buscando extenderse por América y África. No porque en el comunismo estuviera subyacente el espíritu ruso, pues el comunismo ruso fue tan contrario a la historia y esencia de su patria como el alemán o el español; sino porque Stalin, en la Segunda Guerra Mundial, aun teniendo el estado leninista heredado, tuvo que crear una mística paralela para echar a pelear a un pueblo que en mucho caso veía a los alemanes como libertadores. No existe, en verdad, un “patriotismo soviético”, como no existió un “patriotismo tricolor” en España; aunque los republicanos rojos tomaran lemas de la guerra contra Napoleón, como “el no pasarán”. Ambos intentaron crear una mística paralela, acudiendo a antiguos “mitos” patrios que ellos habían desechado virulentamente, hasta que todo se le fue de las manos, y vieron que con la “dictadura del proletariado” y similares no movilizaban al pueblo. Y ese es otro punto de encuentro, y acaso el más importante para con nuestra historia contemporánea, porque en esta coyuntura es cuando definitivamente dejaremos rusos y españoles de ser “Terra Incognita”, porque los marxistas españoles tendrán en Rusia a su Vaticano rojo. Tanto así que el “¡Viva Rusia!” se convierte en un grito revolucionario de socialistas y comunistas. Antes de la Guerra Civil, Largo Caballero, notorio dirigente del Partido Socialista Obrero Español (5), ya se hace llamar “el Lenin español”. Los retratos de Lenin y Stalin pululan por Madrid. En aquella dolorosa Guerra que duró de 1936 a 1939, muchos gritaban antes “¡viva Rusia!” que incluso “¡viva la República!” y por supuesto “¡viva España!” El seguimiento hacia el Moscú de Stalin fue total: El Partido Obrero de Unificación Marxista fue eliminado por trotskista bajo la atenta mirada de la burocracia soviética. Andreu Nin, líder de esta facción, fue asesinado por el Frente Popular, la gran coalición de revolucionarios rojos que ya se habían hecho notar en 1934 cuando la derecha ganó las elecciones y organizaron un golpe de estado desde Asturias que fracasó; sin embargo, no parece merecer homenaje por una esquizoide ley dizque de “Memoria Histórica” suscrita hoy desde el liberalismo a la extrema izquierda.
Y bueno, no dejamos de ser “Terra Incognita” sólo en un bando: Resulta que ya en la época de la Dictadura del general Primo de Rivera (de 1923 a 1930), el barón de Wrangel se le había ofrecido para combatir a Abd-El-Krim, el caudillo secesionista rifeño que si bien de joven sirvió a España, luego se aprestó a traicionarla; a lo que el general se negó por mor no de internacionalizar el conflicto. Pocos años después, y ya formada una nutrida colonia de rusos blancos en Francia, aquellos mismos que habían combatido la Revolución en Rusia, cuando vieron a unos soldados que vestían uniforme caqui y boina roja, con la mosca detrás de la oreja creyendo ahí afección comunista, sin embargo le dijeron que no, que era el Requeté, la fuerza militar de la Comunión Tradicionalista, cuyo lema era Dios, Patria y Rey; y aquellos rusos dijeron que querían alistarse en esa bandera, puesto que ellos en Rusia habían luchado por la Fe, el Zar y la Patria (6). Tanto en el Requeté como en la Legión se alistó un respetable número de rusos que, con el cristianismo a flor de piel y el ardor anticomunista, como mandan los cánones de quien admira la mística monástica que se retira del mundo y quien en absoluto teme a la muerte, regaron con su sangre el suelo español en una de sus horas más trágicas. Emilio Herrera Alonso, militar carlista, en su libro Los mil días del Tercio Navarra (7), detalla cómo su camarada el voluntario ruso Vladimir Kovalewsky opinaba que españoles y rusos eran pueblos que tenían muchas características comunes: Nobles, sentimentales, caritativos, afectivos, y cargados de tradiciones. Pero que a diferencia de los rusos, a los que él veía vocación de esclavos, los españoles la tenían de señores, lo cual les daba en muchos casos una altivez exagerada, sobre todo en el norte peninsular.
Empero, veamos que a pesar de la notable diferencia, los paralelismos que Kovalewsky señaló a Herrera ya habían sido señalados por Schubart, aquel germano afincado en Letonia e imbuido de Oriente cristiano.
Como vemos, Evangelio y Antievangelio se enzarzaban con furia en la Piel de Toro entre españoles y rusos, y en ambos bandos latían corazones similares. Y Solzhenitsyn (8) defendía que en España había triunfado, por encima de otras consideraciones, el concepto cristiano de la vida. Cuando vino a España en 1976, fue objeto de una gran cantidad de críticas. Él dijo que si querían ver una dictadura de verdad (Franco había muerto en 1975), que se fueran a la Unión Soviética; porque en España se vendía prensa extranjera, se podían hacer fotocopias y viajar libremente por el país sin permiso, así como se podía emigrar y regresar tan normal; y nada de eso se podía hacer bajo la hoz y el martillo. En cambio Solzhenitsyn recibió un aluvión de críticas y no necesariamente por parte de los marxistas, sino de los que luego se despejarían como “demócratas de toda la vida” mas no habían tenido problemas bajo el régimen de Franco. El escritor Juan Benet llegó a justificar en varias ocasiones los campos de concentración y especialmente para él; Camilo José Cela, del mismo gremio, le llamó “pajarraco de mal agüero”… En cambio, más allá de la literatura (y y…), ¿qué quedó de Benet o de Cela? ¿Y qué ha quedado de Solzhenitsyn? Ahí todo se responde…
En fin, llegados a este punto, pareciera que el águila bicéfala se ha hecho para nosotros: Oriente y Occidente. Aunque la situación de rusos y españoles es muy diferente. Rusia, mal que bien, está luchando por mantenerse como una potencia. Ahora mismo en Ucrania pasa lo que pasó hace dos siglos en la América virreinal: Gente de muy diversa adscripción se enfrentan en trincheras diferentes. Y por más que haya “ideologías” que pretendan adobar, hay cosas que son de sentido común. Por más felón e inútil que fuera Fernando VII, separar las Españas, y más de esa manera, era un error que encima beneficaba a potencias muy concretas. Pues en Rusia pasa lo mismo: No se puede pretender ir de anticomunista por la vida, derribando estatuas de Lenin, a la par que se defienden las fronteras artificiales que éste creó, luego mantenidas por Stalin y por Jruschev. Además, la Rusia de ahora no es comunista, y es algo que va mucho más allá del gobierno de Putin, que sería harina de otro costal; por más que algunos no lo quieran entender. Los hermanos tienen que estar unidos y más en los momentos difíciles. Y la Historia, la sangre, la cultura, el espíritu, y el mismo sentido común que tanto nos falta, al final nos acaba reuniendo, por más que queramos tirarnos los trastos a la cabeza. Tanto España como Rusia tienen experiencia en saber que los tiempos de Dios no son los de los hombres, y que conseguir esa reunión de hermanos no es cuestión de un día para otro; empero, hay momentos donde hay que poner toda la carne en el asador.
Rusia es nuestro hinterland oriental, España es el hinterland occidental. El Viejo Continente nada puede hacer sin nosotros, y por más que España esté absolutamente descompuesta e incluso en alocado suicidio, a nadie en verdad conviene que desaparezca del mapa. Rusos y españoles, de la “Terra Incognita” nos hemos encontrado, tanto en el continente como en América; donde hubo litigio fronterizo en el Pacífico, ante la inmensidad de Alaska, que estuvo a punto de desencadenar una guerra en el siglo XVIII. Luego, entre el XIX y el XX, no es nada desdeñable la emigración eslava oriental a la Argentina; Argentina que es la patria del gran filósofo Alberto Buela, el mismo que viene defendiendo desde hace años el legado hispánico y los cauces de entendimiento entre nuestros pueblos; el mismo filósofo que asimismo también sabe sobre los “misteriosos” paralelismos hispano-rusos y que desde hace tiempo ha iniciado una colaboración interesante, aun manteniendo cada cual sus puntos de vista, con el politólogo ruso Alexander Duguin. En Argentina tenemos a Buela y en España al escritor Juan Manuel de Prada, un valiente intelectual con muchas conexiones en Argentina (admirador del padre Castellani y otros grandes pensadores del país rioplatense), quien amén de defender los paralelismos hispano-ruso, aboga por acercarse a Rusia como justicia ante la hegemonía occidental-liberal. Nosotros, desde nuestras posibilidades, tratamos de desarrollar este misterio y de aproximarnos a Rusia al fundar la Sociedad Cultural Hispano-Rusa (9), donde nuestras publicaciones culturales manan de la amplitud cultural y espiritual como germen reivindicativo de nuestros plausibles lazos. En otros proyectos como en las revistas Raigambre y La Razón Histórica (10), también hemos reivindicado este legado, haciendo nuestras las palabras de Schubart, pues según el insigne profesor, “entre rusos y españoles no existen tan sólo semejanzas sorprendentes en la periferia de la vida, sino coincidencias en el centro del alma [...] Misión de ambos es pregonar la realidad de Dios en el mundo de lo inconsistente. Por esto hubieron de hacer penitencia ante todos los pueblos de la tierra, mediante una múltiple miseria. Cuando quede cancelada la culpa, se levantarán en el nuevo eón a una nueva grandeza y renovarán la fe en la primacía del espíritu sobre el poder, en la primacía del alma sobre la cosa".Y sí, creemos que tenemos una misión, pues nuestro mundo hispánico sigue cercado y descompuesto, gracias, entre otros, a la misma potencia que quiere desmembrar y debilitar Rusia; la misma que creyó que todo el monte era orégano cuando cayó la Unión Soviética y que podría manejar el Este como maneja a la burocracia de Bruselas. Ante el desafío de la globalización, creemos que podemos aprovechar nuestra vocación universal. Nuestra tradición constituye siempre una novedad, pues nuestras gentes, en muchos casos influenciadas por nefastas “élites”, se acogen a un colonialismo cultural anglo-degradante y desconocen sus posibilidades porque desconocen su historia, llena de levantamientos en momentos difíciles, y con una experiencia político-filósofica encomiable. Muchos, que encima van de “rompedores”, saben nombrar autores exóticos pero desconocen los más ilustres nombres que hicieron posible la epopeya que va desde los godos a las Antillas, los Andes y las Filipinas; un mundo que forjó cultura e instituciones, y que se pudo mantener con cierta autarquía hasta que se confirmaron nuestras peores desgracias. Pues bien: Al día de hoy, Rusia nos da el ejemplo. No perfecto, por supuesto, ¿pues quién lo es? Pero sin duda, un ejemplo de fe y voluntad, de recuperación de emblemas y causas tradicionales, de orgullo, coraje y fuerza para levantar una vitalidad orgullosa ante un mundo en ruinas. Ahora bien: Sin cohesión comunal, sin conciencia de sociedad, historia e identidad, sin el conocimiento de nuestras tradiciones en todos sus ámbitos, y sin ganas de querer cambiar realmente las cosas y estar preparados tanto para lo peor como para lo mejor, desechando la comodidad burguesa; no habrá nada. Porque nuestro tiempo es el de sociedades andantes, el de pueblos que tienen que defenderse a la fuerza. Sea, pues, la revelación del misterio hispano-ruso el gran acicate para la operativa y renovadora transformación que anhelamos, con el pasado en marcha como bandera hacia un futuro mejor.
*Historiador y escritor http://poemariodeantoniomorenoruiz.blogspot.com
(1) Sobre la Escuela de Frankfurt, véase:
http://es.wikipedia.org/wiki/Escuela_de_Fr%C3%A1ncfort
http://pendientedemigracion.ucm.es/info/eurotheo/diccionario/E/ef_1generacion.htm
http://movimientoraigambre.blogspot.com/2014/03/rusos-y-espanoles-el-eon-joanico-y-el.html
(3) Recomendamos encarecidamente que visiten el blog de G. Martín:
http://imperiobizantino.wordpress.com/
Otros enlaces relacionados:
http://sociedadculturalhr.blogspot.com/2014/02/influencia-bizantina-en-hispania.html
http://poemariodeantoniomorenoruiz.blogspot.com/2012/02/una-aventura-historico-cultural-el.html
(4) Sobre Daniel Gómez Aragonés:
http://movimientoraigambre.blogspot.com.es/2014/10/entrevista-al-historiador-daniel-gomez.html
http://es.wikiquote.org/wiki/Francisco_Largo_Caballero
https://qbitacora.wordpress.com/2009/06/08/largo-caballero-citas-guerracivilistas/
(6) Sobre los rusos blancos en España:
http://orthodoxspain.com/es/sruz-conmemorativa/
http://www.requetes.com/rusos.html http://premindeiruna.blogspot.com/2013/04/los-requetes-rusos.html http://premindeiruna.blogspot.com/2013/07/los-sanfermines-de-1939-primeros-tras.html (7) Véase: http://poemariodeantoniomorenoruiz.blogspot.com/2013/03/mis-lecturas-los-mil-dias-del-tercio.html
http://poemariodeantoniomorenoruiz.blogspot.com/2012/09/apologia-de-solzhenitsyn.html
http://poemariodeantoniomorenoruiz.blogspot.com/2014/01/mis-lecturas-el-primer-circulo-de.html
http://poemariodeantoniomorenoruiz.blogspot.com/2014/03/de-dostoyevski-solzhenitsyn-el.html
(9) Sobre la Sociedad Cultural Hispano-Rusa:
http://sociedadculturalhr.blogspot.com/
https://www.facebook.com/pages/Sociedad-Cultural-Hispano-Rusa/1437247349843185
http://movimientoraigambre.blogspot.com.es/
Revista La Razón Histórica: http://www.revistalarazonhistorica.com/ (11) Sobre Arlindo Veiga Dos Santos: