El katéchon como idea metapolítica (la “Cuarta Ideología” y el “Eurasismo” aplicados a Latinoamérica)
La metapolítica, según se la ha definido en muchos trabajos, es una ciencia interdisciplinaria que tiene por objeto el estudio de las grandes categorías que condicionan la acción política. Supone una crítica a la cultura dominante que después se proyecta a la realidad de la vida. Es decir, que no puede existir metapolítica sin política, lo que obliga a no pensar al mundo sino en miras a una transformación de la realidad moderna “para suplantar a los gobernantes y mantenedores de la presente conducción”, en palabras de Max Scheler (“El Hombre en la Etapa de la Nivelación”, en “Metafísica de la Libertad”; Bs.As., Nova, 1960, p.189).
Al enigma de San Pablo acerca de nunc quid detineat (lo que ahora detiene) y qui teneat nunc (el que ahora detiene), siguiendo en parte a Carl Schmitt en su idea de Grossraum (espacio grande), el eurasista argentino Alberto Buela (“La Identidad Americana”. Bs. As., Videos Walhalla, 1992; “Ensayos de Disenso”; Nueva República, Barcelona, 1999.) sostiene que: “Ante el proceso ideológico de globalización anunciado en 1991 por el Presidente Busch (padre), en el sentido de la construcción de un one world, “un mundo uno”, debemos propiciar la construcción de grandes espacios autocentrados y específicamente la de un gran espacio suramericano, como katéchon (obstáculo) a la ‘visión fundamentalista de la globalización según la cual éste es el único de los mundos posibles’ y su proyecto mundialista de dominación de la tierra bajo un gobierno único. Y decimos un gran espacio y no un Estado solo, porque la época del Estado-Nación ya caducó, incluso la de países continente como Rusia, China, India o Brasil. Hoy la acción de un Estado aislado es irrelevante para el Gobierno Mundial del G8, como poder ejecutivo, el FMI como poder gerencial-financiero o de Davos, como poder deliberativo”.
Hasta aquí A. Buela.
Y nosotros agregamos que el sentido metapolítico de la idea de katéchon lo vislumbramos en la idea de gran espacio, pero no en cualquier gran espacio, sino sólo en aquel que se construya sobre un arcano. Esto es, para la realización de una gran política. Schmitt, como eminente politólogo que fue, sabía que “detrás de toda gran política hay un arcano” y este secreto es la función de la gran política como katéchon. “Lo grande nace grande”, dice Heidegger, y un gran espacio suramericano tiene que nacer grande, y así “comenzar por la alianza de Brasil y Argentina, los dos grandes, hasta extenderse a toda Suramérica, nación que parece surgida por azar” (Jaguraribe, Helio: “Argentina y Brasil en la Globalización”, Bs.As. FCE, 2001, p.39.).
“Para ello –continúa diciendo Alberto Buela– poseemos una lengua franca, el portuñol, una historia común económica y cultural de expoliación y colonización cultural, un enemigo común: el anglosajón, ingleses en el siglo XIX y yanquis en el XX; una religión común: el Cristianismo inculturizado de expresión heterodoxa” (sic). Y nosotros rematamos: también genuinas instituciones políticas en común, más allá de la democracia liberal, como la figura del Caudillo y su representación por acclamatio. Una masa poblacional hoy (2015) de 407 millones de habitantes. Cincuenta mil kilómetros de ríos navegables en el interior. Con una complementación tecnológica de cada uno de sus diez Estados. Y todo ello localizado en un espacio común de esta isla continental de casi 18 millones de km2, el doble que Europa y, también de los Estados Unidos.
El segundo sentido metapolítico del katéchon lo barruntamos nosotros en el hecho que Suramérica forma parte de un espacio cultural mayor que es Iberoamérica; esto es, los pueblos que van desde el Río Grande hasta Tierra del Fuego. Y este espacio tiene un singular destino escatológico que, como observa el estudioso Primo Siena: “está dado por el esplendor solar de la Virgen Morena de Guadalupe, que confirmamos que es la primera vez, en el entero curso milenario de las teofanías marianas, que la imagen de Nuestra Señora aparece encinta como lo fue en el oculto viaje hacia Belén narrado por los evangelistas, o como resulta del maravilloso cuadro solar, presentido en el Apocalipsis por el discípulo predilecto. Existe una correspondencia desde el mil seiscientos entre la Virgen guadalupana y la ‘Mujer vestida de Sol’ del texto profético” (Siena, Primo: “La Virgen Morena y el Destino Escatológico Americano”, en “revista Disenso” N° 10, Bs.As. , verano 1997). Es muy probable que este sea el arcano de la gran política que deba darse este nuevo katéchon que tiene que ser Nuestra América.
El tercer sentido metapolítico de katéchon está dado en la lucha por la pertenencia a un espacio territorial determinado y la conservación del mismo expresado en la defensa de lo que Virgilio llamó genius loci, esto es suelo, clima y paisaje. Hoy el misterio de iniquidad es la idolatría hacia el monoteísmo del libre mercado, que genera el individualismo y el nihilismo social; y aquello “que lo detiene”: quid detineat (to katechon) es la resistencia cultural, ética y espiritual que en el interior del sistema de globalización neoliberal llevan a cabo las personas, los grupos y los pueblos que quieren seguir manteniendo su identidad, su ipse, su “sí mismo”.
Lo difícil es saber qui teneat (ho katechon): “quien lo obstaculiza”, y aquí sólo podemos apelar al poeta, que tiene caminos que el filósofo desconoce, cuando decía:
“Se necesitaría, Roosevelt, ser Dios mismo, /El Riflero terrible y el fuerte Cazador, /Para poder tenernos en vuestras férreas garras. / Y, pues contáis con todo; falta una cosa: Dios.” (Rubén Darío: “A Roosevelt”).
El término griego κατεχηον que debe castellanizarse como katéchon, es el participio presente del verbo κατεχηο (katécho) que significa: retener, obstaculizar, impedir.
Es el apóstol San Pablo en su “Segunda carta a los Tesalonicenses”, versículos 6 y 7, quien lo utiliza por primera vez como idea de obstáculo, de impedimento, a la venida del Anticristo. Veinte siglos después, es el filósofo del derecho y jurista alemán Carl Schmitt (1888-1985) quien en varios trabajos suyos recupera la idea de katéchon otorgándole una significación politológica. El concepto aparece fugazmente mencionado en las breves páginas de “Historiographia in nuce: Alexis de Tocqueville” en el opúsculo “Ex Captivitate Salus” (1946) y desarrollado luego in extenso en un voluminoso trabajo sobre “El Nomos de la tierra” (1952), retomando finalmente el tema en “Teología política II” (1970).-