El gran filósofo Yuri Mamleev

01.03.2021

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera

Hace exactamente un año, el gran escritor, filósofo y poeta ruso Yuri Vitalievich Mamleev murió en Moscú.  

Mamleev nació en Moscú en 1931. Es imposible para nosotros imaginar de forma acertada cómo fue posible que apareciera esta personalidad tan única. Fue durante el apogeo del sistema totalitario soviético que Mamleev llegó a convertirse en un defensor del idealismo radical. Descubrió la metafísica tradicional, la filosofía religiosa de los eslavófilos y de la Edad de Plata, además de los libros de René Guénon y sus seguidores. Nos resulta imposible saber cómo es que Mamleev consiguió acceder a estos conocimientos. Él mismo recuerda haber conocido a misteriosas y extrañas personas que vivían en Moscú, pero que eran consideradas como seres enfermos y que no tenían cabida en una sociedad soviética atea y materialista. Fueron estos superiores desconocidos los que llevaron a que Mamleev, a pesar de haber nacido en el seno del triste y gris nihilismo soviético, llegará a conocer todos aquellos que defendían ideas como el alma, el espíritu, la muerte y la existencia de mundos a los que podemos llegar después de la muerte; que existen Dios, los ángeles y los demonios, y que todas estas realidades fantásticas y absolutas atraviesan todas las cosas. Estas realidades no existen en algún lugar lejano al nuestro, sino que existen aquí y ahora entre nosotros. Si eres capaz de verlas, entonces podrás acceder a ese círculo mágico, a esos mundos que existen más allá de la vida y la muerte. Fue así como mundo fantástico comenzó a reflejarse en medio de los apartamentos comunales soviéticos o a través de los rostros de los astutos policías y de los enérgicos fontaneros. Todos ellos son parte de este espacio metafísico que incluso abarca a las ancianas inofensivas que llevan bolsas llenas de hilo o en las sillas reclinables de los aviones...

Este mundo encantado que se asoma por debajo del duro caparazón soviético fue captado por la intuición creativa de Yuri Mamleev. Él lo destiló y lo convirtió en agua limpia, y luego lo fijó hasta plasmarlo de manera realista en una serie de historias y novelas que no son una apariencia de las cosas, sino la realidad de lo que realmente es. Resulta que toda esta estructura es impresionante, inesperada, salvaje, insoportable e irreconocible. Ese mundo paralelo del que nos habla Mamleev cambia lugares con el nuestro e irremediablemente se confunde con él. El poder de la prosa y la poesía de Mamleev reside en el hecho de que él no inventa la realidad, sino que más bien nos la revela. Y si miramos más de cerca la realidad, entonces encontraremos este mundo junto a nosotros, a nuestro alrededor e incluso en nuestro interior.

Los paisajes que nos pinta Mamleev son ciertamente infernales. Hubiera sido mejor que escribiera sobre algo realmente brillante y acerca de cómo deberíamos ser idealmente. Pero Mamleev no eligió el mundo en el que nació. Él vio las cosas que lo rodeaban y las poetizo. Vio sobre todo el horror del mundo que lo rodeaba. Esto no sucedió por el hecho de que, como alguna vez planteó Heidegger, solo cuando una persona ha experimentado el horror de estar en el mundo comprende el hecho de que existe y comprende por fin las estructuras del Dasein. El camino de Mamleev no lo condujo de la filosofía a la realidad, sino de la realidad a la filosofía. Mamleev simplemente vio como el infierno se realizaba clara y vívidamente a su alrededor, tomando una forma definida. Cuando fue consciente de este hecho, él gritó, se ahogó en medio de su grito, jadeando pesadamente y convirtió este horror que salía de su boca en arte, en filosofía y en literatura. Platón y Aristóteles unánimemente dijeron que la filosofía comienza cuando experimentamos el asombro. No hace falta decir que Yuri Mamleev estaba realmente sorprendido, incluso se podría decir, desagradablemente sorprendido, por todo lo que encontró a su alrededor mientras existía como un cuerpo humano. Mamleev conservó este sentimiento de horror y pánico ante las sorpresas de la vida hasta que llegó su muerte. Nunca se acostumbró a existir en este mundo, a pesar de que vivió en él durante mucho tiempo. Antes de su muerte, había algo de ingenuo e infantil en su interior. 

Mamleev abandonó la URSS en los años 70 en medio de un gran horror. Sin embargo, experimento un nuevo horror al llegar al Occidente, donde fue testigo de la degeneración que existía en el Bronx, donde sus habitantes tienen dos narices que parecen basureros negros y donde se pudre de forma silenciosa y lamentable el alma estadounidense. Todo ello era horroroso, pero igualmente era superficial, asqueroso y sin contenido. Mamleev trató de describirlo y, a pesar de que plasmo este nuevo horror en un personaje conocido como Charlie (que es parte de su ciclo de novelas estadounidenses que retrataban al homo americanus), sintió una nueva amargura que lo llevó a ver que este mundo era realmente, en su amarga esencia, algo mucho peor a lo que experimentó en su tierra natal. Mamleev se dio cuenta de que Occidente, los Estados Unidos y Francia, a donde había escapado, era un lugar horrible que lo conducían por un camino equivocado y, a la en la primera oportunidad que tuvo, regresó a su hogar. 

Mamleev se las arregló para odiar ferozmente a Occidente. De ahora en adelante, sin importar que cosas experimentó en Rusia (aunque experimentara cosas repugnantes), Mamleev se dedicó a asentir frente a ellas y mirar esas cosas sin desdén. Mamleev realmente amaba a Rusia en todas sus formas y estaba profunda y orgánicamente conectado a ella. El horror ruso no es solo el más terrible que se puede experimentar en el mundo, sino también el más querido, gentil y cariñoso de todos. Al menos eso era lo que creía Mamleev. 

Saludos a todos, acaban de ver un nuevo programa de Dugin Guideline dedicado al aniversario de la muerte del gran escritor ruso Yuri Mamleev. 

Hace exactamente un año, Yuri Vitalievich nos dejó. ¿Me pregunto en dónde se encontrará ahora?