El “financiarismo”, estadio supremo del capitalismo
¿En qué sistema de coordenadas hay que examinar el fenómeno del "financiarismo"?
¿El capitalismo financiero representa una variante casual de la sustancia común al desarrollo de sistema capitalista? ¿O quizás y al contrario sea la extrema encarnación de todo su proceso lógico, su triunfo?
La respuesta a esta cuestión no se encuentra en los clásicos del pensamiento económico, dado que su horizonte estaba limitado a la fase industrial del desarrollo capitalista, tendencia general de la época en la cual (sobre todo los marxistas) indagaron de modo correcto y completo. La sociedad posindustrial constituye, en muchos aspectos, una realidad oscura; para su estudio no existen clásicos reconocidos, si bien muchos autores han profundizado ampliamente en este fenómeno. Ahora bien, comprender el "financiarismo" es a nosotros a quien corresponde, nos plazca o no.
Prepararse para un examen adecuado del tema requiere una perspectiva histórica del paradigma económico, observando el fenómeno del "financiarismo" no simplemente desde un punto de vista de la cronología cuantitativa, sino también desde el punto de vista de la relevancia cualitativa de este fenómeno en el contexto general del desarrollo de los modelos económicos.
Pero es aquí, en el estadio cero de impostación del problema, donde encontramos una incertidumbre, incertidumbre en cuanto al correcto cuadro de análisis. ¿Existe una única historia de la economía? Y si existe tal única historia, ¿tiene una (o varias) versión(es) alternativa(s)? Esta historia única de la economía es la reconocida como tal por las posiciones liberales (el capitalismo es la expresión del más moderno y progresivo paradigma de la economía) como por las posiciones marxistas (el socialismo es la superación del capitalismo, por lo tanto la expresión del más moderno y progresivo paradigma de la economía). Pero nosotros intentaremos tomar otra dirección (formularemos "heterodoxia económica"), la cual no evaluará el paradigma económico según esta tosca fórmula (progresivo-no progresivo), como hacen los economistas clásicos. Esta escuela económica de la "tercera vía" (que he expuesto ampliamente en la colección de ensayos "Colección Económica-Filosófica), a pesar de contar en sus filas con economistas y filósofos de gran altura, continúa permaneciendo marginal.
Valoración problemática del financiarismo en la óptima marxista
Los eventos de los últimos diez años han supuesto un suceso particular en la línea histórica de la economía liberal. Fue en la corriente del pensamiento económico y filosófico liberal donde nacieron las primeras teorías de la sociedad posindustrial. El pensamiento marxista adolece de una incapacidad para escapar de los confines del paradigma industrial, y el drama del derrumbe del sistema soviético adquiere en la historia de esta falla conceptual acentos inequívocos.
El sistema liberal ha sabido:
- Eludir las revoluciones socialistas.
- Disolver el proletariado.
- Prevenir su consolidación en un partido revolucionario activo sobe la escala mundial
- Vencer en la guerra ideológica contra el campo marxista.
Bajo estos aspectos, el modelo liberal ha terminado por superar la amenaza del marxismo.
Otra cosa es que, desde unas posiciones de ventaja táctica, sepamos qué hacer con esta importantísima conclusión conceptual. Reconocemos que para ciertos grupos con determinadas concepciones del mundo, esta conclusión será aceptada sólo con muchísima dificultad, y que el mismo pensamiento de tal generalización parecerá ofensivo a más de uno. Más aún, una gran cantidad de factores aceptados por o vecinos a tal pensamiento, pero que son propios del paradigma liberal –y por lo tanto de su capitalismo consecuente- son los que constituyen el paradigma económico que encarna en sí el mismo espíritu del mundo moderno. El liberal-capitalismo se ha revelado como el único régimen actual económico, que inclusive incluiría al mismo marxismo (y a otros modelos de la "tercera vía").
Y de ser esto así, entonces, los sistemas socialistas-marxistas deben ser descifrados a posteriori no como menos adecuados, pues ostentan también el moderno paradigma de la economía. Todo es mucho más complejo: la orientación anticapitalista y las premisas filosóficas que se encuentran en los mismos fundamentos del modelo económico del socialismo marxista, en estos momentos se hacen visibles bajo una especie de tendencias relativamente antimodernas a la economía, y no sólo respecto a la economía. No son un callejón sin salida, sino el último combate (velado, estilizado exteriormente bajo la "modernidad") del paradigma antimoderno de una visión del mundo que se expresa en la historia y en la praxis económica .
Hoy, las posiciones marxistas valen menos que un dos de picas: no solo (no tan solo) las previsiones de Marx sobre la transición del Occidente industrializado al socialismo no se han realizado, no sólo se han realizado en el Oriente del modo agrario-asiático de producción, sino que también se ha barrido con el último argumento del hecho de la existencia del marxismo (y del marxismo victorioso, realizado como acto voluntarista, el marxismo blanquista, leninista) en vastos sectores del planeta.
En esta situación, ¿cómo predicar que el marxismo constituye un fenómeno más "progresivo", en su significado tradicional del curso de la historia mundial (la socorrida "necesidad histórica"), una vez vistas sus direcciones reales? No, no es posible. La propia óptica histórica marxista fracasa en cuanto que el socialismo constituye en verdad el resultado de un esfuerzo general resuelto, el producto no del curso objetivo de la historia, sino precisamente de la insurrección contra ese "curso objetivo", es fruto de una insurrección heroica, de un acto de heroísmo psicológico moral, en el cual la tensión máxima fundió en un abrazo a las élites revolucionarias y a las masas de las naciones. La especificidad geográfica y cultural de los países donde venció el socialismo es inexplicable desde la ortodoxia marxista, y también es inexplicable desde la mera casualidad. La geopolítica corrige a la economía política.
El socialismo venció en los países de Oriente adversarios a las orientaciones y a las prioridades occidentales en los planos cultural, histórico, étnico y religioso. El mesianismo escatológico eurasista ruso (y "hebreo heterodoxo") de los comisarios se reveló pronto un argumento más poderoso que las abstracciones de Marx sobre la economía política. El universalismo marxista nunca se demostró una idea-fuerza válida, e incluso el marxismo como medio lingüístico-conceptual no ha podido levantarse de entre las ruinas del Imperio Soviético.
Toda tentativa de descifrar hoy en día el fenómeno del "financiarismo" desde una óptica marxista ortodoxa es un empeño notoriamente infructuoso, porque esa misma ortodoxia se ha destruido. Así es que preliminarmente se nos presenta la tarea de superar un desafío más serio: una explicación marxista no contradictoria de las paradojas del siglo XX y sobre todo del destino trágico del socialismo marxista en su último decenio. Pero nos parece que esto no es posible, porque tal explicación ya no sería marxista…
A la inversa, el liberalismo ha tenido las bases para analizar el fenómeno del "financiarismo" según su óptica personal. El movimiento hacia una economía puramente financiera sería en este caso un estadio más moderno y más "progresivo". En la medida en que el mismo capitalismo es moderno y "progresivo", más "progresivo" y "moderno" es el financiarismo.
"Dominio real del Capital"
El liberalismo ha asimilado de la visión del mundo socialista (y en concreto del marxismo) todo lo que desde un punto de vista paradigmático no ha contradecido los fundamentos de la lógica capitalista, y ha destruido sus formas remanentes –en efecto rigurosamente alternativas- al término de una guerra ideológica, económica y geopolítica.
La fase de desarrollo posindustrial del capitalismo, cuando propiamente transita al estadio de economía puramente financiera, coincide con la fase de globalización y totalización del mismo paradigma liberal. El financiarismo es un módulo de estadio del desarrollo del paradigma capitalista. Y por otra parte es un módulo ligado a las transformaciones de este paradigma en todo lo que no tiene alternativa. El financiarismo es un límite lógico, hacia el cual es atraído el desarrollo más autosuficiente del capital.
Marx (en el libro VI inédito de "El Capital") ha descrito esto como un ciclo posible del "dominio real del capital", que sobreviene cuando en la precedente fase del "dominio formal" el sujeto proletario alternativo, revolucionario, no ha vencido en la batalla. Este tema marxiano de la no-predeterminación, de espera al éxito final de la batalla mundial entre Trabajo y Capital, siempre ha sido considerado como el foco-madre de todos los marxismos ortodoxos.
Así es como surge la idea de colocar al "financiarismo" en la zona escatológica de la historia económica del desarrollo capitalista. Tal acercamiento sería perfectamente correcto desde el punto de vista de las principales tendencias del desarrollo capitalista, que consisten en el progresar de la alienación. Al inicio existe la alienación de los resultados del trabajo respecto a los productores, seguida de la alienación de la plusvalía, seguida de la alienación de toda la esfera de la producción del sistema de crédito bancario, finalizando en la traducción de toda la economía en el modo de la especulación financiera virtual.
Liberalismo como alienación, "progreso" como decadencia
El financiarismo corona la lógica del capitalismo y representa en sí el último (supremo) estadio de la alienación.
En tal proceso de alienación total se muestra propia y claramente el curso natural del desarrollo histórico desde la óptica de la sociedad tradicional. Pero en la Tradición surge constantemente el tema de los héroes, de los profetas y de los salvadores que resisten contra la entropía histórica, contra la gravitación de lo existente (y en cierto sentido a tal insurgencia "pre-escatológica" pueden añadirse como miembros de pleno derecho Marx y su doctrina). Pero tarde o temprano también estas iniciativas caen bajo las máquinas del destino, agravándose entonces las condiciones apocalípticas.
Este punto de vista tradicionalista presenta el "progreso", el "curso natural del tiempo", la "modernidad", como destino en cuanto que mal, como caducidad, como inercia de una masa pesada, consecuente desgaste del ser. Para los tradicionalistas, la historia es alienación.
La historia de la civilización es vista como alienación en Rousseau (el "buen salvaje", corrompido por la sociedad), en Hegel ("alienación de la Idea Absoluta") y en Marx ("distanciamiento del comunismo primitivo")
Las revueltas planificadas ("democracia correcta" en Rousseau, "Estado Prusiano" en Hegel, "Revolución Mundial" en Marx) no intentan sino detener la inercia de la historia. Así, el "fin del mundo" (según los cristianos, como evento ontológicamente afirmativo) vendrá después de la era del Anticristo. Y la llegada del Anticristo se reconoce como el signo cierto de la Segunda Venida. Pero esto, naturalmente, no significa que la noticia de la proximidad de la Segunda Venida sea difundida por el "príncipe de este mundo". Alcanzado el máximo de alienación, significa que ésta llega a su límite, que este proceso mortal será erradicado de la mano derecha que se sostiene en el principio trascendental.
Economía financiera y dialéctica del mal
El liberalismo es la tendencia natural del desarrollo de la "filosofía de la economía" vuelta autónoma, desatada de todas las estructuras sociales de valores en su encarnación cualitativamente moderna. El financiarismo representa en sí la cumbre del desarrollo de la economía moderna. O sea, la constancia del status quo.
Cuestión diferente es la valoración del "financiarismo", y más en general de la completa línea de desarrollo económico liberal-capitalista. Si el "financiarismo" ("dominio real del capital") se muestra ante nosotros con tintes oscuros, entonces nosotros (consecuente o inconsecuentemente) nos encontramos en una plataforma alternativa al espíritu de la modernidad. Y ello implica que (consciente o inconscientemente) no nos adherimos a los discursos sobre el "progreso", ni sobre el "curso natural de la historia" (comprendida la historia económica), implica que consideramos inmoral la entropía histórica y que deseamos oponernos a ella.
Y en tal caso, lo consecuente es revolverse –de forma voluntarista, leninísticamente- no sólo contra todo ese arsenal de puntos de vista "financieros" sobre la economía, sino contra todos los modelos económicos modernos o antimodernos que no se fundamenten en "lo heroico" (según el término de Werner Sombart), en el impulso a la superación del malvado curso del mundo contemporáneo. En palabras de Evola: "No es el valor de un sistema económico o de otro lo que hay que cuestionar, sino de la misma economía en sí".
El "financiarismo" no es un problema mecánico, una desviación del paradigma económico del capitalismo, sino una etapa normal de su desarrollo, la etapa de su triunfo mundial.
El lamentarse del hecho que los volúmenes de la especulación financiera de las bolsas mundiales superen en mucho los balances de los países desarrollados, o que las transferencias ficticias de capitales por las redes bursátiles internáuticas impiden el desarrollo de los sectores productivos, desviando a los inversores hacia las esferas de la economía ilusoria, es estúpido además de irresponsable. La alienación de la finanzas de la esfera productiva, la virtualización de la sustancia económica es el cumplimiento final del desarrollo capitalista.
El indemostrable imperativo de la revolución
Podríamos decirnos completamente de acuerdo con aquellos pronósticos catastróficos que vienen siendo hechos a propósito de tales tendencias éticas por analistas imparciales. Efectivamente, el crecimiento de la economía virtual ha dañado los sectores reales de la producción y amenaza con la catástrofe económica. El elemento de información de la sociedad posmoderna aspira a sustituir definitivamente a la realidad, remplazándola por la ilusión de los sistemas operativos. Y en un cierto momento esto será fatal.
Pero esto, según la óptica de las sociedades tradicionales (y de otras doctrinas antiliberales), es la lógica absoluta de todo proceso inmanente en el cual no intervengan (bien porque no quieran bien porque no puedan) principios trascendentes. El capital (como máxima alienación, como total reducción al principio material cuantitativo) hace ya mucho tiempo que aspira a ser el sujeto único de la historia humana. Con el "financiarismo" lo ha conseguido. En su representación ha vencido mucho más fácilmente que en el original. La economía ficticia virtual se ha sobrepuesto al mismo principio de la realidad económica, así como la realidad de la economía se sobrepuso a su ontología (pues según su propia ontología, la economía no podía ser independiente, se derivaba por necesidad de formas supraeconómicas, metafísicas y sociales).
Cualquier antítesis al "financiarismo" (también las teóricas) no puede manifestarse desde los precedentes del desarrollo del capitalismo.
La economía es también una lengua, y en esta lengua es posible formular cualquier mensaje. El modelo liberal de economía ("economicismo") es el mensaje del triunfo de la alienación y de la entropía, de la atomización del conjunto social, político, cultural e histórico. Este es el mensaje del "espíritu de la modernidad", el mensaje del iluminismo. Tanto los "izquierdistas" (democráticos radicales, rousseanianos, comunistas) y los "derechistas" (fundamentalistas, tradicionalistas, integristas) hace ya tiempo que descifraron las novelas liberales (en los filósofos Jhon Locke, Jeremy Bentham, John Mill y en los economistas Adam Smith y David Ricardo) como encarnación del mal en el mundo, como disolución de toda esencia orgánica. Este es el espíritu funesto de la modernidad, fundado sobre el "exilio de los dioses" (Heidegger), sobre la "muerte de Dios" (Nietzsche), sobre el "desarraigo" (Marx).
El "financiarismo" no es nada esencialmente nuevo, sino el liberal-capitalismo en su forma más pura. Es la "modernidad" completamente victoriosa (y vencedora) sobre sus antítesis.
Por ello, el disenso en los márgenes del "financiarismo" a escala nacional o planetaria no es posible sin una revolución global de la conciencia, sin una revisión total de todas las ideologías antiliberales, sin la formulación de una nueva Alternativa integral, una Alternativa que no se dirija a los resultados (el mismo "financiarismo") sino que se enfrente a sus causas (el capitalismo, el liberalismo, el espíritu moderno).
Es impensable concebir una alternativa desde las esferas simplemente económicas.
La Alternativa deberá ser trascendente respecto a todos los discursos modernos, a todos los lenguajes de la modernidad. Y sólo después, cuando se haya forjado el paradigma filosófico global de la Revolución Final, la Alternativa podrá ser revestida de una forma económica, como método pragmático de exposición de un imperativo trascendente, inductivamente indemostrable y empíricamente no-evidente.
Esta es la función de los "nuevos profetas", de los "nuevos salvadores", de los "nuevos héroes"
El antifinanciarismo debe ser el nivel superficial de una más profunda y radical lucha contra el capitalismo y el liberalismo, lucha que pide la exigencia de no derivarse de intereses pragmáticos, sino de la dignidad de la especie humana, especie que ha clamado demasiado en el abismo del mundo desencantado y de la muerte de Dios, especie que no nació para perpetuar el nihilismo, sino para reconocerse en una elevada ontología, en la sacralidad, la justicia, la fraternidad, la libertad y la inigualdad.