El fenómeno de la guerra: metafísica, ontología, fronteras
«La guerra es el padre de todas las cosas»
(Charla pronunciada en el Club de Estudiantes Rusos, recopilada por A. G. Dugin)
Seriamos incapaces de comenzar a comprender toda la profundidad de la confrontación actual sin antes realizar una reflexión filosófica. Los filósofos siempre han interpretado la guerra como algo necesario. Heráclito habla de la guerra como el «padre de las cosas»: πόλεμος πάντων μεν πατήρ εστί, πάντων δε βασιλεύς. La guerra siempre ha constituido parte del mundo y del espacio. Sin la guerra, o sin división, el mundo es imposible. Es decir, en cierto sentido, la guerra se ha interpretado como un acto cosmológico. Hay una cierta romantización de la guerra en Tucídides y Sócrates, quienes fueron teóricos de la guerra. Al mismo tiempo, resulta muy interesante plantear una dicotomía que nos permite analizar el conflicto en curso con Ucrania. No es que la guerra sea siempre buena o siempre mala, sino que hay guerras buenas y hay guerras malas. Las guerras buenas son las guerras con un enemigo exterior. Ni Tucídides, Sócrates y Jenofonte las condenan. Pero también existen guerras intestinas que suelen ser consideradas como negativas. En las Leyes, Platón utiliza el término griego πόλεμος (usado por Heráclito) para denotar la guerra externa, en oposición a la guerra interna-discordia, vεtκος (usado por Empédocles).
El alma helénica justificaba las guerras contra los enemigos externos, es decir, la guerra contra otros, contra los extraños, contra bárbaros, a los que hay que derrotar y posiblemente subyugar, era vista como positiva. Pero la guerra como discordia (vεtκος), que podía darse dentro de las polis griega, entre los propios griegos y las luchas internas entre las ciudades, eran vistas de forma negativa. Así, en opinión de Platón, los conflictos entre Atenas y Esparta deberían haberse evitado y se deberían haber buscado medios para reconciliarse. Incluso si se producían estos conflictos, nunca debieron conducir a la destrucción mutua o al sometimiento directo. Se trataba más bien de una continuación de la competición – tθλησις, de la que viene la palabra «atletismo», pero para los griegos esta palabra significaba tanto competición como batalla. La «Guerra Espiritual» o «Concentración Interior» del monacato ortodoxo en griego es Nοερά Aθλησις.
Ucrania: ¿Exterior o interior?
Si nos fijamos en el actual enfrentamiento entre Rusia y Ucrania, surge inmediatamente la pregunta: ¿esta guerra es externa o interna? Esta es una pregunta muy delicada. Una vez tuve la oportunidad de participar en un programa del canal de televisión indio «Republic TV». Mi oponente era un ucraniano de Kiev, un exasesor del ministro de Defensa, que dijo: «Los rusos no existen, pero si existieran, habría que matarlos». Fue entonces cuando tuve la impresión de que la guerra que estamos librando ya no era una guerra interna, sino una guerra contra un enemigo externo. Es decir, nuestros oponentes, que cometiendo actos de agresión contra el pueblo ruso tanto ahora como hace ocho años, que incluso han prohibido a los rusos vivir, hablar su propia lengua y tener su propia cultura, ya no son nuestros hermanos eslavos. Son otra entidad.
Esta idea me cautivó: especialmente a la hora de intentar comprender el conflicto en Ucrania como una lucha contra un enemigo externo, como πόλεμος, y no como vεtκος. Y este πόλεμος, según Platón, debe librarse con mucha dureza y valentía. Al mismo tiempo, igualmente según Platón, la guerra es consecuencia de la imperfección del ser humano. No obstante, la guerra debe ser justa y restablecer el orden correcto. La guerra debe mejorar al ser humano, no empeorarlo. Por lo tanto, en la guerra siempre debe haber una jerarquía: el principio contemplativo es el más alto, mientras que el principio de la lujuria es el más bajo.
Si nos fijamos en la estructura que el Gobierno ucraniano ha tenido durante los últimos ocho años, desde 2014, podemos observar que las subvenciones estadounidenses al sector militar ascienden a unos 20.500 millones de dólares invertidos en equipamiento militar. También hay enormes inversiones en otras áreas. Si hablamos del volumen total de inversión en la sociedad civil por parte de diferentes fundaciones, creo que la inversión ha sido menor, de al menos unos 1.500 millones de dólares, pero siguen siendo cifras gigantescas.
Viendo estos volúmenes, surge la pregunta: ¿No es Ucrania y el Estado títere ucraniano la vanguardia de un enemigo exterior? Cabe señalar que Ucrania está dirigido por un comediante, un humorista, es decir, un bufón. La risa es un fenómeno muy importante. Los filósofos han explicado su naturaleza de diferentes maneras. Bergson dedicó una obra entera a la risa (1). La risa es un fenómeno sagrado muy relevante. Heráclito, por ejemplo, fue llamado el «filósofo llorón» porque nunca reía. Y Demócrito, por el contrario, era llamado el «filósofo risueño». Cuenta la leyenda que se reía y sonreía todo el tiempo. En general, Demócrito fue considerado como un autor maldito en la antigüedad clásica, al igual que su doctrina atomista. Fue él quien inventó la especulación económica (comprando la cosecha de un año fértil y vendiéndola a los habitantes de su ciudad natal de Abdera en un año de mala cosecha). No es casualidad que exista la leyenda de que sus libros fueron quemados por platónicos y pitagóricos por igual.
Así pues, Ucrania es la Anti-Rusia. Y nuestro enfrentamiento no es sólo un político, sino geopolítico. Ucrania es un proxy al servicio del atlantismo estadounidense, de la hostil civilización estadounidense, un puesto de avanzada del orden globalista estadounidense. Ucrania es, metafísica y existencialmente hablando, la Anti-Rusia por excelencia. Es una sociedad en la que los valores están al revés, en la que gobierna la lujuria, es decir, el principio más bajo que Platón asociaba con el estómago y el hígado. El Ministerio de Defensa de Rusia ha anunciado hoy que «nuestro país no inició las hostilidades, sino que, por el contrario, Rusia les está poniendo fin». Y el fin de estas hostilidades es, en realidad, el restablecimiento de la justicia.
Una guerra justa
Ya que hablamos de conceptos filosóficos en relación con la guerra, también podemos tener en mente la teoría de la «guerra justa» (bellum iustum). Este concepto se remonta a la antigüedad grecorromana. En la era moderna, fue desarrollado por Hugo Grocio (2). Vivimos en un mundo en el que muchos actores diferentes intentan defender la idea de guerra justa. Así es como los estadounidenses justifican su «derecho» a llevar a cabo operaciones militares en diversos países. Para nosotros, el concepto de «justicia» y, en consecuencia, de guerra justa, también es sumamente importante.
Fíjense en cómo actuamos nosotros y cómo actúan los estadounidenses. Los estadounidenses durante su invasión a Irak, Afganistán, así como a Siria, Libia, etc. simplemente matan a civiles sin remordimientos y reducen barrios enteros a escombros. Practican el bombardeo masivo de las zonas residenciales y no residenciales y de los asentamientos de la población civil. Sus contratistas militares privados no tienen reparos en disparar en contra de los civiles. Y todo ello bajo el pretexto de una lucha «justa» contra el terrorismo. Estados Unidos tiene el derecho unilateral de calificar a cualquiera de «terrorista». Por el contrario, nosotros actuamos por el bien de los vivos. Nuestra justicia es completamente diferente, no formal. Y a pesar de algunos malentendidos y errores, a pesar de que el pueblo ucraniano estaba fascinado e incluso hipnotizado por una narrativa que le es ajena, un logos extranjero, las fuerzas de paz rusas no quieren que mueran los ucranianos.
Ahora todo el mundo dice que la Operación Militar Especial debería haberse completado en un día. No, no debería ni podría haberlo hecho, porque es un proceso muy complicado. Es una lucha metafísica, civilizacional. Es demasiado grande en escala y demasiado fundamental. Sin embargo, al Rusia establecer su orden imperial y, de hecho, sagrado, vemos que los rusos se comportan humanamente. En general, el imperio se basa en la supremacía de lo racional, el principio más elevado en la jerarquía platónica de las facultades del alma. Al igual que el alma humana está compuesta por un carro que tiene un auriga (la mente) y dos caballos – uno blanco (orgullo) y otro negro (lujuria) – así mismo el alma del Imperio posee estos elementos. O al menos debería poseerlos. Una guerra será justa cuando la jerarquía sea seguida al pie de la letra: la razón siempre estará por encima de todo; el valor y la búsqueda de la gloria militar están subordinados a la razón; y el principio de la lujuria no puede ser dejado libre. Por lo tanto, los rusos luchan con un propósito superior y en nombre de la Victoria y la gloria, por lo que no vamos cometiendo crímenes, especialmente aquellos dictados por la lujuria, la codicia, la crueldad, el sadismo, el saqueo y la violencia contra la población civil. A diferencia de nuestros enemigos, que apelan a la «justicia» para encubrir sus viles apetitos puramente materiales.
El carro imperial según Platón
Resulta que, por un lado, los rusos están luchando con un enemigo externo – los Estados Unidos –, pero, por el otro lado, vemos que los cuerpos de las personas contra las que luchamos no son extranjeros. Los cuerpos y las almas de esas personas son como los nuestros; son nuestro reflejo. Pero se trata de un reflejo que ha vagado por un mundo extraño y totalmente falso que hace parte de una ontología diferente y con una jerarquía de valores diferente. Por lo tanto, se trata de una guerra externa, es decir, con un enemigo externo, con una civilización externa, con el logos materialista de Cibeles, con el logos de la lujuria e incluso con el mito de la lujuria: la obsesión por el consumo. Y lo que está ocurriendo en Ucrania es la instauración de una verdadera sociedad del espectáculo tal y como la definió en su momento Guy Debord (3). La asimetría producida por la guerra de la información es algo de lo que mucha gente se está dando cuenta hoy en día. Es un signo de una civilización de la mentira que nos es ajena, pero también es un signo de una guerra interna.
Al fin y al cabo, el logos de Cibeles también actúa en nuestra sociedad: en el liberalismo, en el materialismo, en la corrupción y en el occidentalismo. No se refleja únicamente en los ucranianos. En este caso, es la discordia (vεtκος) la que debería conducir a la paz mediante la victoria del amor (φιλία, según Empédocles). Se trata, en realidad, de un desencuentro entre las dos facultades del alma como las definía Platón. Existe el auriga, es decir, el Imperio que en busca de gloria y honor se sirve del caballo blanco. El gobierno ruso es el auriga, y nuestro ejército ruso es como un caballo blanco que ayuda al auriga a calmar a este furioso caballo negro. Como historiadora de la filosofía, y en particular del platonismo, me atrevo a proponer esta interpretación. Espero que este tema se desarrolle con mayor profundidad. Cabe señalar que algunos filósofos estadounidenses, como los neoconservadores, también basan sus teorías en el platonismo. Leo Strauss, considerado el ideólogo del neoconservadurismo, fue un estudioso de Platón.
Incluso un fenómeno tan moderno como el uso de noticias falsas puede explicarse apelando al platonismo. El mismo Leo Strauss opina (aunque eso es discutible) que Platón defendía la «mentira noble». Por lo que llega a la conclusión de que para establecer un orden mundial «justo», es decir, el orden mundial estadounidense, la Pax Americana, es muy posible e incluso necesario recurrir a ciertas formas de «mentira noble». He aquí una justificación filosófica de la «sociedad del espectáculo» y de las fake news.
Podemos describir este conflicto sin recurrir a la metafísica o la filosofía, pero al hacerlo estaríamos omitiendo algo muy importante.
El Ereignis ruso
Pasemos ahora a la cuestión de si la guerra es o no un medio de redención. Yo creo que sí lo es. En general, los rusos hacen la guerra para establecer la paz. Había dos grafías de la palabra rusa anteriormente «мир»: una punteada con «i» (мiр, que se refería a una sociedad, el mundo), y otra con «и» (мир - paz). Aunque en la antigüedad ambas palabras se escribían igual y tenían un significado cercano, ya que para los eslavos el mundo como cosmos o el universo era considerado como algo pacífico, pacificado y calmado. Esto distingue nuestra cultura, por ejemplo, de la alemana, donde la palabra «mundo» – «die Welt», como demostró Heidegger – procede de la raíz «walten», de la que deriva «Gewalt» (violencia). Según Heráclito, «la guerra es el padre de todas las cosas». Para nosotros, los rusos, la paz es el padre de todas las cosas.
Мiр con la letra «i» se puede interpretar como algo dado, mientras que мир, como resultado de la guerra o como resultado de un cierto pacto hecho después de una división trágica, tiene una connotación diferente. Esta forma de pensar – primero la división, luego la reunificación – es muy propia de nosotros. Y, por supuesto, los rusos quieren la paz.
La idea de «sobornost» (conciliación) fue ampliamente debatida y considerada en la filosofía rusa de finales del siglo XIX y principios del XX. El «sobonost» debe prevalecer finalmente en nuestras relaciones con los ucranianos. No buscamos tanto la destrucción del enemigo como la superación de esta división. Deseo lo mejor por el éxito de nuestro ejército y estoy seguro de que la historia está ahora en ciernes. En la terminología de Heidegger, ahora está teniendo lugar un Ereignis, es decir, un Acontecimiento (4): la manifestación del Ser ruso en la historia.
Y creo que es necesario rezar sinceramente por los que están allí ahora en la primera línea. Por supuesto, me gustaría mucho hacer un llamamiento a la oración por los enemigos para que entren en razón. Pero ahora mismo no estoy preparado para hacer eso yo misma. Después de la experiencia de ver todos los vídeos, después de las amenazas que llegan en mi contra dirección, es duro, realmente duro, para mí hacer tal cosa. Creo que tenemos que esperar y ver: rezar, por ahora, por nuestros Guardianes de la Paz.
La identidad rusa y el «gran espacio»
Tenemos que reflexionar sobre quiénes somos, porque cuando entramos en contacto con otros pueblos, como los eslavos orientales, vemos que ellos tienen una identidad bastante definida. Sí, es una identidad completamente artificial, y sí, no está arraigada en la historia ni en la ontología. Consiste en imágenes dispersas y retazos que unifican una especie de nazismo liberal globalista. Este proyecto está financiado por George Soros, siendo él uno de los principales teóricos y practicantes del liberalismo y el globalismo, patrocinador y organizador de revoluciones de colores, al tiempo que se pronuncia contra cualquier atisbo de patriotismo en los propios países de Occidente, es Soros quien ahora apoya a los nazis en Ucrania. Incitar al odio contra el mundo ruso, contra nuestro Imperio, es el principal criterio y objetivo que tiene en la vida. Es monstruoso y perverso, pero nuestros enemigos tienen una identidad. Pero como es artificial, no puede ser la base para nada creativo. Casi inmediatamente ella misma se descompone para dejar ver atisbos de locura, pero aun así se expresa con bastante claridad.
La pregunta para nosotros es: ¿qué pasa con nuestra identidad? En el espacio cultural «Solntse Severa» («Sol del Norte») (5) debatimos sobre los valores tradicionales y el proyecto del decreto cuya aprobación fue suspendido temporalmente, pero no ha sido derogado. Esto es muy importante y creo que la cuestión de pensar a través del prisma de nuestros valores tradicionales, nuestra identidad, la creación de una ideología de pleno derecho, el proceso de comprensión de la nueva situación geopolítica que vivimos actualmente debe ser nuestra prioridad número uno. Y cuando la operación de restablecimiento de la paz termine con éxito, tenemos que decidir qué hacer a continuación. Debemos decidir cómo controlar los nuevos territorios, este Grossraum («gran espacio» en palabras de C. Schmitt), no sólo con la ayuda del ejército, la política o la economía, sino ante todo ideológicamente.
¿Cuál es la base de este «gran espacio»? Eso está por verse. En mi opinión, la respuesta a esta pregunta está en el propio nombre y el concepto clave serán los «valores tradicionales». Si incluimos las tierras de Ucrania en nuestro «gran espacio», será sobre la base de nuestra tradición espiritual eslava oriental ortodoxa común. Pero esta vez, dado que la historia avanza mucho más rápido que antes, debemos estudiar, definir e identificar qué es. Y ahora necesitamos extraer significados, mitologemas y nodos semánticos de nuestra historia común a un ritmo cien veces más rápido de lo que hemos estado haciendo durante los últimos ocho años, después de que la creación de este «gran espacio» fuera artificialmente congelada, interrumpida y pospuesta durante el 2014.
Construir el futuro ruso
Para saber en quién apoyarnos, necesitamos urgentemente formarnos una idea clara de nuestra ideología dominante. ¿En los eslavófilos? Mi opinión es que sus ideas son necesarias para nosotros. ¿El paneslavismo? Sí. ¿El eurasianismo? Por supuesto. Creo que el eurasianismo es la ideología que puede unir este gran espacio eurasiático. El eslavofilismo y el paneslavismo son incompatibles con el eurasianismo, dirán algunos usted. Entonces hagamos que sean compatibles. Pensemos en cómo se pueden combinar estas concepciones. ¿Qué más necesitamos? También necesitamos una dimensión religiosa, una dimensión tradicionalista, una dimensión geopolítica y una dimensión metafísica, de las que hemos hablado hoy. Esta es la tarea número uno.
Este es mi llamamiento a todos ustedes, y les insto a que tengan este tipo de pensamiento. Lo que tenemos ahora es un cierto desequilibrio en nuestras identidades. El otro lado tiene argumentos, tiene una ideología y tiene una obsesión. Y no es que no la tengamos; existe, pero no se manifiesta tan claramente. Esto significa que lo hemos pasado por alto; significa que, por una vez en los últimos ocho años de lucha incesante en Novorossiya, no hicimos lo que teníamos que hacer cuando era necesario. Puede que se nos haya pasado algo por alto. Pero como dijo el filósofo político italiano Curzio Malaparte: «Nada está perdido hasta que todo está perdido». Creo que nuestro trabajo puede hacerse rápidamente.
Hay muchos requisitos previos para ello. Sólo designaré algunos elementos claves, códigos y temas de reflexión: el Hesicasmo, el Bizantismo, el Eurasianismo, el Neoeurasianismo, la Cuarta Teoría Política (6), la superación de la Modernidad, el Tradicionalismo. Y, por supuesto, está toda la herencia de la filosofía rusa, desde los eslavófilos hasta la filosofía de la Edad de Plata, que hay que estudiar e inspirarse en ella. En la Edad de Plata, lo más importante para nosotros es la idea de «sobornost» y quizá también la sofiología, en particular las obras de Pavel Florensky. Creo que estos son estos elementos clave los que nos ayudarán a abrir las puertas del futuro ruso que necesitamos construir.
Bibliografía:
1. Bergson H. Laughter: An Essay on the Meaning of the Comic Moscow: Publishing House "Art", 1992.
2. Grotius H. On the Law of War and Peace. Moscow: Ladomir, 1994;
3. Debord G. La Société du spectacle. P.: Buchet-Chastel, 1967.
4. See Dugin A. Martin Heidegger. The Philosophy of Another Beginning. Moscow: Academic Project; "Mir" Foundation, 2010.
5. Decree 908 of the President of the Russian Federation Vladimir Putin "On the Principles of State Policy for Preservation and Strengthening of Traditional Russian Spiritual and Moral Values" was adopted later after the Dasha’s death on 09.11.2022.
6. Dugin A.G. The Fourth Way. Moscow: Academic Project, 2014.
En memoria de Daria Alexandrovna Dugina
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera