El eurasianismo judío de Yakov Bromberg
En 2002, la editorial AGRAF, uno de los principales medios utilizados por Alexander Duguin para difundir sus ideas, llevó a cabo un volumen bajo el título de ‘’Los judíos y Eurasia’’. El libro es una colección de escritos de Yakov Abramovich Bromberg (nacido en 1898) y de artículos asociados a temas ‘’judíos’’ escritos por Duguin y su socio A. Eskin.
Bromberg era un miembro del Movimiento Eurasianista que emigró entre los años 1920 y 1930, que se esforzó por elaborar un enfoque específicamente judío a la ideología eurasianista. La publicación de su trabajo es parte de un esfuerzo sostenido para que los escritos de los pensadores clásicos del eurasianismo estén a disposición del lector ruso de nuestro tiempo (véase, concretamente, Savitskii, 1997). Más específicamente, es parte de un esfuerzo para fortalecer los lazos entre el movimiento de Eurasia y las confesiones no cristianas, de poner a su alcance trabajos de pensadores eurasianistas con un fondo que no sea específicamente ruso ni cristiano: en el mismo año, AGRAF publicó un libro escrito por ‘’budista kalmuko eurasianista’’ Erenzhen Khara-Davan (1883-1942) en el año 2002. Al mismo tiempo, el descubrimiento de Bromberg por parte de Duguin, evidentemente jugó un papel crucian en la evolución de su posición ante la ‘’cuestión judía’’.
Eurasianismo ‘‘no ruso’’
El eurasianismo se discute generalmente en el contexto del nacionalismo étnico-ruso. Esto es bastante comprensible: después de todo, sus mejores defensores conocidos fueron y son rusos étnicos. Sin embargo, en vista del contenido conscientemente multiétnico y multiconfesional de las ideas eurasianistas, surge naturalmente la pregunta de hasta qué punto estas ideas pueden apelar a otros pueblos de ‘’Eurasia’’. Y, de hecho, las ideas eurasianistas fácilmente se pueden encontrar en algunos, aunque lejos de todo, de los pueblos no rusos de la región post-soviética. Por ejemplo, una variedad del eurasianismo, que es un componente importante de la ideología oficial, tanto a nivel nacional como internacional, es la del régimen de Nazarbayev en Kazajistán. Aún más pertinente a mi tema es el eurasianismo expuesto por los intelectuales ‘’oficiales’’ de la República ‘’autónoma’’ de Tatarstan dentro de la Federación Rusa.
Tengo ante mí un folleto sobre la historia de Tartaria, publicado en Kazan en 1999. El autor Rafael Khakim, es una de las figuras predominantes de la república – director del Instituto de Historia de la Academia de Ciencias de la República de Tatarstán, así como consejero estatal sobre cuestiones políticas del presidente Mintimer Shaimiyev. (La mayoría de las fuentes lo identifican como ‘’Khakimov’’; la omisión aquí de las dos últimas letras es, por supuesto, altamente significativa). Señalando que muchos de ‘’los pueblos indígenas de Rusia son más antiguos que los rusos (étnicos)’’, las protestas del autor contra la práctica habitual en la historiografía rusa de ignorar los estados de los pueblos y el inicio de la historia del país con Moscovia o la Rus de Kiev. El primer estado ruso, afirma, era en realidad el Kaganato turco que surgió a mediados del siglo VI en Altai y conquistó gradualmente gran parte de la Rusia actual. Otros muchos estados no eslavos rusos también merecen su lugar en los libros de historia. Khakim, naturalmente, se centra especialmente en dos estados que los tártaros contemporáneos podrían reclamar como herencia: el Reino de los búlgaros del Volga, que existía en el territorio de lo que hoy es Tatarstán antes de que fuera invadida por la Horda de Oro en 1223-36 y – paradójicamente – la misma Horda de Oro, en virtud de la posterior conquista e incorporación al Volga de Bulgaria. Citando en apoyo del historiador ruso Mikhail Khudyakov y del eurasianista ruso Lev Gumilov, el autor caracteriza a Moscovia como el sucesor de la Horda de Oro. Que no era una ‘’horda salvaje’’ sino un estado ‘’altamente civilizado’’ (Khakim, 1999, pags. 2, 7, 9-13).
Este ejemplo, nos permite adivinar qué las etnias no rusas pueden estar abiertas a la instancia del eurasianismo. Tales grupos son propensos a ser aquellos que en razón de las relaciones culturales y / o consideraciones prácticas, no buscar la separación de Rusia, pero sí su transformación en una Rusia multi-étnica en la que pudieran disfrutar de una autonomía y de una igualdad de condiciones. Tales grupos, son también propensos a ser los que tienen algunos motivos para identificarse con uno de los grandes estados que, en un momento u otro, han denominado ‘’el Corazón de Eurasia’’.
Como hemos visto, los tártaros se ajustan a la ley, y también lo hacen los calmucos, que son de ascendencia mongol. Y también lo hacen los judíos, para que puedan mirar hacia atrás a otros estados de los enumarados por Khakim – el Kaganato de los jázaros, otro pueblo turco semi-nómada de las estepas. En el apogeo de su poder, del siglo VII al X, los jázaros gobernaron sobre un vasto reino en donde hoy se encuentra el sur de Ucrania, el sur de Rusia y el Cáucaso del Norte. La casta gobernante adoptó el judaísmo como religión de Estado en el año 740, aunque en la práctica, siempre se mantuvo una Jazaria multiconfesional, así como un sistema de gobierno multiétnico. La capital, Itil, constaba de cuatro partes: judía, musulmana, cristiana, y pre-monoteísta. Jazaria se califica a este respecto como un microcosmos de ‘’Eurasia’’. Por otra parte, al igual que la Horda de Oro, los jázaros dejaron su impronta cultural en Moscovia a pesar de las guerras entre ambos. Antes de la difusión del alfabeto cirílico, el hebreo se utilizaba a lo largo de Jazaria para transcribir el habla eslava, y tres letras del alfabeto cirílico se moldearon para crear equivalentes hebreas.
Biografía de Bromberg
Por desgracia, he sido capaz de encontrar muy poca información biográfica acerca de Bromberg. Él nació en 1898, pero no sé cuándo murió. De Budnitskii, sabemos que fue llamado a filas en 1916 y se convirtió en cadete en el Colegio Konstantinovsky de Kiev. Participó con sus compañeros cadetes en la lucha contra los bolcheviques en Kiev en noviembre de 1017, fue hecho prisionero, y fue interrogado por el Consejo de Comisarios. Al parecer, era el único de sus amigos judíos que decidieron no buscar de algún modo, evitar el servicio militar, ya fuera mediante el estudio de la medicina o por medio de lesiones autoproducidas.
Desde esto, podemos decir con un grado razonable de confianza que Bromberg provenía de una familia acomodada que compartía los valores sociales y patrióticos de la alta sociedad rusa donde buscaba la aceptación. Judíos de este tipo de fondo – no había muchos de ellos – tendían a apoyar a partidos reformistas moderados como los octubristas y los demócratas constitucionalistas (Cadetes). En 1917 – 21 se enfrentaron a un doloroso dilema: como miembros de las clases altas detestaban a los bolcheviques y se sintieron atraídos por los blancos, mientras que estaban alienados por el antisemitismo de estos. A pesar de esto último, algunos llegaron a la conclusión de que los blancos eran un ‘’mal menor’’ y pasaron a prestarles mucho apoyo activo. Más tarde, en la emigración, un grupo de estos judíos estableció una Unión Patriótica de Judíos Rusos en el extranjero, con sede en Berlín, donde se publicaba lo que pretendía ser el primero número de una serie de colecciones de ensayos titulada ‘’Rusia y los judíos’’.
Aunque Bromberg no parece haber pertenecido a este grupo, compartía muchas de sus actitudes. En ‘’Los judíos y Eurasia’’ critica a los blancos, cuya ideología que considera superficial, no quiere sino tirar a la basura su angustia verdaderamente heroica, simplemente en razón de los excesos ‘’anti judíos de sus genios del mal’’. No está claro cuando si salió de Rusia se unió al movimiento Eurasianista. Sus principales trabajos aparecen en la prensa rusa emigrada durante la primera mitad de la década de 1939. En algún momento dejó Europa para irse a Estados Unidos y se estableció en Nueva York. En 1934, en respuesta a un cuestionario en Evraziiskie tetradi (Cuadernos de Eurasia) sobre el tema ‘’ ¿Va el mundo hacia una ideocracia?’’ (Los eurasianistas consideraban la ideocracia como algo bueno, siempre que las ideas dominantes sean las correctas), envió a dicho diario sus reflexiones mordaces sobre el ‘’materialismo vulgar’’ y la naturaleza mercenaria de la vida americana.
Bromberg como religioso y pensador político
Las principales preocupaciones de Bromberg son la degeneración (como él lo ve) de los judíos de Rusia, el renacimiento del verdadero judaísmo, y las relaciones entre el judaísmo y el cristianismo. Hace hincapié en la afinidad histórica y espiritual especial entre judaísmo y cristianismo, y más particularmente entre el judaísmo y la ortodoxia, y pide el respeto mutuo entre los dos credos y la renuncia al proselitismo. A este respecto, expresa su aprobación de la posición adoptada por su compañero eurasianista, el sacerdote y teólogo ortodoxo Lev Platonovich Karsavin (1882 – 1952), que habla del ‘’lazo primordial entre el pueblo judío y Rusia’’ (Bromberg 2002, p. 161).
Bromberg cita a Jazaria como modelo de tolerancia religiosa. Añade que el episodio jázaro completa un ciclo histórico en el que el judaísmo era una religión proselitista y los judíos trataron de ''ir más allá de sus confines étnico-culturales’’ (p. 245). Se hace un llamamiento a otros dos precedentes históricos que a su juicio demuestran la afinidad especial entre el judaísmo y la ortodoxia. Uno de ells es el de las sectas – sabadistas, por ejemplo – que han tratado de volver a las raíces judaicas del Antiguo Testamento del cristianismo. La otra es la llamada ‘’herejía de los judaizantes’’ de 1470 – 1520, que fue patrocinada por un tiempo por la corte del Zar Iván III. A diferencia de la versión recibida de la ‘’herejía’’, que se le atribuye enteramente al proselitismo judío, Bromberg lo ve como un intento de crear un híbrido en la fe: ‘’El judío de Crimea, Scharia, trajo con él a Moscú (en realidad a Nóvgorod) la semilla de una nueva doctrina que trataba de conciliar los aspectos positivos del Antiguo y Nuevo Testamento de la tradición religiosa judeocristiana’’ (p. 250).
Bromberg lamenta repetidamente la apostasía, depravación moral y la hipocresía del estrato que él llama la ‘’intelectualidad periférica’’ judía. Haciéndose eco de un tema que es relevante en ‘’Rusia y los judíos’’, sostiene que la participación desproporcionada de este estrato en el que movimiento bolchevique, que – dice convencido – tiene ‘’raíces demoníacas’’, no podemos descartarla como una coincidencia. En su lugar, debe impulsar a los judíos de Rusia para prestar atención a las advertencias de los profetas bíblicos y participar en ‘’el arrepentimiento y la purificación de sus debilidades espirituales’’ y ‘’sana y sincera autocrítica de los pecados la vida espiritual y religioso-cultural judía’’, como el ‘’vergonzoso pecado de autoidolatría’’ (p. 94).
El enfoque de Bromberg sobre la religión es el de un reformador fundamentalista en lugar del de un tradicionalista. Por lo tanto, rechaza la lectura talmúdica exegética como irrelevante para los problemas actuales. ‘’Nosotros, los rusos judíos debemos elaborar un sistema independiente y original de puntos de vista étnico-religiosos que delinee con precisión el contenido dogmático-filosófico del judaísmo en relación con otras religiones y que sea capaz de iluminar y comprender todos los rincones y grietas de la vida espiritual del hombre en estos tiempos turbulentos’’ (p. 132). Esto parecería colocarse en el mismo campo que el judaísmo reformista. Sin embargo, también espera una reposición de ‘’la corriente de energías mesiánico-escatológicas que se han secado en nuestra vida espiritual’’ (pp. 168-9). Una posición directamente opuesta al espíritu anti-mesiánico del judaísmo reformista.
Respecto a la cultura ruso-euroasiática, Bromberg proporciona las condiciones necesarias para la reactivación del judaísmo, ‘’En nuestra búsqueda de un model para la renovación de nuestra propia fe, podemos recurrir a la rica tradición del pensamiento ruso, y estos tienen legítimo derecho a sentirse orgullosos de la contribución de los pensadores judíos a esta tradición’’ (pp. 133-4). Uno de los pensadores judíos rusos de los cuales tiene una opinión especialmente buena, a pesar de las diferencias políticas y religiosas entre ellos, es Mikhail Osipovich Gershenzon (1869 – 1925). Como el propio Gershenzon, Bromberg aspira a crear una contraparte judía al cristianismo ortodoxo del renacimiento teológico de la Edad de Plata.
Un espacio de convergencia parcial entre Gershenzon y Bromberg se refiere a los fundamentos de la condición del Estado. Ambos rechazan categóricamente el nacionalismo y el principio de la autodeterminación nacional, tanto en general como en su aplicación a los judíos – es decir, el sionismo. Lo hacen, sin embargo, en lugar de diferentes posiciones. Geshenzon rechaza el nacionalismo – especialmente el nacionalismo de tipo ‘’germánico’’, al que pertenece el sionismo en su opinión – por ser incompatible con los ideales liberales. Bromberg, como eurasianista, denuncia el separatismo nacional en el antiguo imperio ruso como una amenaza a ‘’la unidad orgánica de las múltiples tribus y confesiones de Rusia’’ (p. 179). Pero también está contra el liberalismo, así como el nacionalismo (incluyendo el sionismo) como ‘’un falso ideal político del Estado construido exclusivamente sobre bases racionales y utilitarias’’ (p. 94).
Bromberg y Duguin
Ostensiblemente, el descubrimiento de Duguin en Bromberg, por parte de un compañero eurasianista que también era judío, le llevó a reconsiderar su posición sobre la ‘’cuestión judía’’ y distanciarse de posturas ‘’antisemitas’’ que existen en la mayoría de los círculos nacionalistas rusos radicales. Se dio cuenta de que existen ‘’buenos’’ y ‘’malos’’ judíos – o, en términos de su ideología, judíos ‘’euroasiáticos’’ y judíos ‘’atlantistas’’ (occidentales). De esta manera, los judíos adquirieron el curioso privilegio, compartido por ningún otro pueblo, de estar simultáneamente en ambos lados de la división maniquea. Esta posición también fue adoptada por el escritor Eduard Limonov, antiguo socio de Duguin en la dirección del Partido Nacional Bolchevique, que debidamente procedió a admitir judíos – a los euroasiáticos, presumiblemente – a la membresía.
Es posible, por supuesto, que Bromberg simplemente proporcionara un pretexto conveniente para una decisión adoptada por razones pragmáticas. Al renunciar al antisemitismo, puede haber esperanza para ampliar círculos hacia las principales corrientes de la sociedad y reclutar nuevos aliados en el país y fuera de este.
A un nivel muy general, estoy de acuerdo en que Duguin haya tomado de Bromberg la distinción entre judíos euroasiáticos y atlantistas. Sin embargo, si se examina más de cerca cómo los dos teóricos establecen esta distinción en la historia judía, se ve que Duguin ha derivado su esquema no tanto de Bromberg, como de su propio ideario fértil. Por lo tanto, Duguin coloca en un lado de la línea divisoria la mística positiva y el mesianismo de los cabalistas, los sabbbateanos (seguidores de Sabbetai Zvi de Esmirna, que se proclamó mesías en 1666), el Chasidim, y los revolucionarios judíos de los tiempos modernos. Por otro lado pone el racionalismo negativo de la teología aristotélica de Maimónides, el mitnagdim (opositores al Chasidim), el haskalim (ilustrados del siglo XIX) y la burguesía judía. Sólo un fantasioso sin conocimiento real del judaísmo podría producir una mezcolanza de este calibre. ¿Qué sentido tiene agrupar juntos en el mismo campo enemigos tan amargos como el mitnagdim y la haskalim? Una diferencia crucial entre Bomberg y Duguin es que el primero denuncia a los revolucionarios judíos mientras que el segundo los admira. Bromberg estaría sencillamente con los blancos, y Duguin con los rojos. Cuando Duguin habla del ‘’medio Chasídico-marxista’’ (Bromberg 2002, p. 280) da la impresión de que está parafraseando a Bromberg, pero en realidad sólo Duguin podría pensar en esta expresión.