El americanismo integral: Ir más allá del bolivarianismo

11.01.2021

Las sociedades se mueven en diversas direcciones; son dinámicas. El hecho histórico y los conflictos sociales, no se presentan como entes estáticos, con esto se quiere decir que las realidades mutan y se transforman consecutiva y permanentemente. La historia ha enseñado que a veces ciertos ciclos se 7 repiten intermitentemente de forma parecida, por lo que conviene analizarlos y estudiarlos para afrontar los retos y las amenazas que advienen.

La tesis del modelo del americanismo integral propuesto por intelectuales como Picón-Salas, consiste en la comprensión de lo propio y auténticamente hispanoamericano, lejos de los prejuicios euro-céntricos. Por lo tanto, resulta un gran error la aplicación de los mismos valores de juicio que podían convenir a la Europa próspera, parlamentaria y capitalista del siglo XIX, a los fenómenos americanos. En ambas latitudes se parten de realidades distintas, aunque la naturaleza humana, pudiera ser bastante similar. Picón-Salas dice (1976, p. 52):

Fue Venezuela uno de los países donde la Historia se vivió más como tormenta y como drama. El largo trazo de gloria y aventura marcial que una milagrosa voluntad venezolana —guiada por hombres del empuje y el estilo de un Bolívar, de un Sucre, de un alma tan potentemente conspiradora y demoníaca como la de Miranda— marcó en la Historia de América, esa extraordinaria hora en que nuestros jinetes y pastores llaneros, ansiosos de espacio, cruzaron la América del Sur e iban a disputarse Repúblicas, vive en el recuerdo y la tradición venezolana con todo su patetismo romántico y hasta servía de contraste para lamentarse de la miseria y el dolor inútil que después siguió en muchas horas oscuras de nuestro inmediato pasado. En nuestra vida histórica de cortos años, pues sólo comenzó efectivamente en 1810, ya los venezolanos hemos hablado de 'apogeo' y 'decadencia'.

(...) A los Libertadores se oponen, entonces, los Dictadores; los jefes de la mesnada ululante en quienes la ley se convirtió en látigo de cuero retorcido y la “cosa pública” se volvía despojo privado. Con breves interregnos de civilidad y legalismo que ni alcanzaban a gustarse, se desarrolla así todo un período de nuestra historia social que comenzó en 1858, o acaso mejor en 1848 con la primera presidencia de José Tadeo Monagas, para terminar en 1935 con la presidencia que parecía vitalicia de Juan Vicente Gómez. Interregno trágico de 87 años en que los venezolanos hemos alternativamente peleado o llorado, o bien, porque era menos peligrosa razón de vivir, nos adormecimos en el sopor de una vida material fácil, ya que exigía poca cultura y poco bienestar y el trópico regalaba sin esfuerzos sus opimos frutos. En ciertos momentos, y ante lo que sentíamos como invencible y empecinado desastre político, inquirimos si cuando Bolívar dijo su desconsoladora frase de “aré en el mar” no había descubierto la más dolorosa corroboración de nuestra historia.

Las regiones deben unirse, con base en sus lazos culturales y étnicos comunes, para protegerse a sí mismas. En la unión está la fuerza. Latinoamérica, como región emergente, debe unir en una voluntad los miembros dispersos de un mismo grupo (tesis), oponerse luego a las fuerzas que obstaculicen su desarrollo (antítesis), y luego, podrá vivirse en armonía con ellas cuando cada grupo pueda, por fin, actuar en pie de igualdad dentro de una común proyección universal (síntesis). Venezuela debe proyectarse internacionalmente porque las naciones son lo que son porque participan en el activo juego internacional. Así como la economía tiende a ser universal, la cultura también lo es. Venezuela debe actuar entonces sobre la circunstancia autóctona para impulsarla y dar así lo mejor de sí misma.

Fuentes:
Picón-Salas, Mariano. (1958). De la Conquista a la Independencia. Fondo de Cultura Económica.
Picón-Salas, M. (1976). Comprensión de Venezuela. Monte Ávila Editores.
Picón-Salas, Mariano. (1977). Dependencia e Independencia en la Historia Hispanoamericana. Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos.