La Eurasia que conocíamos (nosotros y EE.UU.) está muerta
El muy ambicioso proyecto de la Nueva Ruta de la Seda de China mantendrá la intersección con la Unión Económica Eurasia (UEE) liderada por Rusia. Y ese será el día que la UE se despierte y descubra un exitoso eje comercial que se extenderá de San Petersburgo a Shanghái. Siempre es pertinente recordar que hace unos años Vladimir Putin presentó en Alemania una visión similar, y aún más amplia, que iría desde Lisboa a Vladivostok.
Tomará su tiempo, tiempos difíciles. Pero la renovación facial de Eurasia es inexorable. Esto implica que el sueño de la “excepcionalidad” de EE.UU. hegemónica en Eurasia, que todavía parecía factible al comenzar el milenio, se esfuma ante los ojos de todo el mundo.
Rusia gira hacia Oriente, China gira hacia Occidente
Algunas mentes sanas en EE.UU. siguen siendo esenciales ya que deconstruyen enteramente los negativos, subrayando los peligros de la Guerra Fría 2.0. Dmitri Trenin del Centro Moscú Carnegie, mientras tanto, está más preocupado de los positivos, proponiendo una hoja de ruta para la convergencia eurasiática.
La cooperación estratégica Rusia-China –del comercio energético a la defensa y el desarrollo de la infraestructura– solo se reforzará, mientras Rusia gira hacia Oriente y China hacia Occidente. Geopolíticamente esto no significa un Moscú subordinado a Pekín, sino una creciente relación simbiótica desarrollada concienzudamente en múltiples etapas.
Los BRICS –esa palabrota en Washington– ya tienen más atractivo global y tanta influencia como el obsoleto G-7. El Nuevo Banco de Desarrollo BRIC, listo para comenzar antes del fin de 2015, es una alternativa clave a los mecanismos controlados por el G-7 y el FMI.
Es seguro que la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) va a incluir India y Pakistán en su próxima cumbre de verano en Rusia. Y la inclusión de Irán, después de las sanciones, como miembro oficial se dará prácticamente por hecha en 2016. La OCS está finalmente prosperando como el foro clave de desarrollo, cooperación política/económica y de seguridad en toda Asia.
La “gran Europa” de Lisboa a Vladivostok de Putin –que significaría la UE + UEE– puede esperar mientras China acelera su Nueva Ruta de la Seda en sus rutas por tierra y por mar. Mientras tanto el Kremlin se concentrará en una estrategia paralela, utilizar capital y tecnología de Asia Oriental para desarrollar Siberia y el Lejano Oriente ruso. Es prácticamente seguro que el yuan se convertirá en una moneda de reserva en toda Eurasia en un futuro muy cercano mientras el rublo y el yuan pasan a dominar permanentemente en el comercio bilateral.
El factor alemán
La “Gran Europa” de Lisboa a Vladivostok depende inevitablemente de una solución del rompecabezas alemán. Los industrialistas alemanes ven claramente las maravillas del suministro por Rusia a Alemania –mucho más que al conjunto de la UE– con un canal geopolítico y estratégico con Asia-Pacífico. Sin embargo lo mismo no se aplica todavía a los políticos alemanes. La canciller Angela Merkel, a pesar de su retórica, sigue acatando la disciplina impuesta por Washington.
La estrategia del “ductistán” ruso ya había sido establecida –mediante Nord Stream y South Stream– cuando los interminables cambios de dirección de la UE llevaron a Moscú a cancelar South Stream y lanzar Turk Stream (que finalmente aumentarla los costes de energía para la UE). La UE, a cambio, tendría virtualmente libre acceso a la riqueza de recursos y al mercado interior de Rusia. El desastre ucraniano significa el fin de todos esos complejos planes.
Alemania ya es la conductora de facto de la UE de ese tren expreso económico. Como centro de poder exportador su único camino no es hacia oeste o al sur, sino al este. De ahí el fenomenal espectáculo de una orquesta de industriales codiciosos cuando Xi Jinping visitó Alemania en la primavera de 2014. Xi propuso nada menos que una línea de ferrocarril de alta velocidad que uniría la Nueva Ruta de la Seda de Shanghái a Duisburgo y Berlín.
Un punto clave que no hay que dejar de considerar respecto a los alemanes: una rama vital de la Nueva Ruta de la Seda es el remix del ferrocarril transiberiano de alta velocidad. Por lo tanto uno de los caminos amarillos del BRIC a Pekín y Shanghái ostenta Moscú como un paradero estratégico.
Ese Imperio del Caos…
La estrategia Camino a Occidente por tierra de Pekín está dichosamente libre de interferencias de superpotencias, del remix del transiberiano a las rutas por riel o carreteras a través de los “estanes” centroasiáticos en camino a Irán y Turquía. Además Rusia lo ve como una simbiosis, considerando una situación en la que nadie pierde cuando los “estanes” centroasiáticos saltan simultáneamente a bordo de la UEE y lo que Pekín llama Cintura Económica de la Ruta de la Seda.
En otros frentes, sin embargo, Pekín tiene mucho cuidado de no enemistarse con EE.UU., la superpotencia reinante. Vea por ejemplo esta entrevista bastante franca pero también bastante diplomática del Financial Times con el primer ministro chino Li Keqiang .
Un aspecto clave de la cooperación estratégica rusa-china es que ambos países identifican la política extranjera masivamente incoherente de Washington como un primordial generador de caos, exactamente como argumento en mi libro Empire of Chaos.
En lo que se aplica específicamente a China y Rusia, se trata esencialmente de caos como en divide y gobierna. Pekín considera que Washington trata de desestabilizar la periferia de China (Hong Kong, el Tíbet, Sinkiang) e interfiere activamente en las disputas en el Mar del Sur de China. Moscú considera que Washington está obsesionado con la infinita expansión de la OTAN y en no tener contemplaciones al impedir los esfuerzos de Rusia de integración eurasiática.
Como resultado ocurre la muerte certificada de la estrategia geopolítica anterior de Rusia. Ya no se trata de sentirse incluida en un club de la elite occidental como el G-8. Se acabó la cooperación estratégica con la OTAN.
Siempre experta en la planificación a largo plazo, Pekín también ve que la incansable demonización no solo de Putin, sino de Rusia en su conjunto (sométete o verás), constituye un ejercicio que podría aplicarse a China en un futuro cercano.
Llegan los imponderables
Todo es posible en el desarrollo del aciago triángulo EE.UU.-China-Rusia. Se podría decir que puede seguir el siguiente modelo: Los estadounidenses hablan fuerte y portan una variedad de garrotes; los rusos no vacilan en responder mientras se preparan estratégicamente para un trecho largo y difícil; los chinos siguen una doctrina modificada del “Pequeño Timonel” Deng Xiaoping, hablar muy diplomáticamente mientras no se hace notar.
Pekín ya sabe lo que ha estado murmurando Moscú: el Washington de la “excepcionalidad” –en decadencia o no- nunca tratará a Pekín como igual o respetará los intereses nacionales de China.
En el capítulo de los grandes imponderables, se siguen aceptando apuestas sobre si Moscú utilizará esta grave crisis triple –sanciones, guerra mediante el precio del petróleo, devaluación del rublo– para aplicar radicalmente cambios del juego estructural y lanzar una nueva estrategia de desarrollo económico. Las recientes preguntas y respuestas de Putin, aunque repletas de curiosas respuestas, todavía no son claras al respecto.
Otro gran imponderable es si Xi, armado de poder blando, carisma y mucho dinero, podrá orientar, simultáneamente, la modificación del modelo económico y una avalancha hacia Occidente que no termine por enajenar a los múltiples socios potenciales de China en la construcción de las Nuevas Rutas de la Seda.
Un último “superimponderable” es si Bruselas decidirá algún día (y en ese caso cuándo) emprender una simbiosis de mutuo acuerdo con Rusia. Esto, contra su actual posición de total antagonismo que se extiende más allá de los temas geopolíticos. Alemania, bajo Merkel, parece haber tomado la decisión de mantenerse sometida a la OTAN como un enanillo estratégico.
Por lo tanto lo que vemos son los componentes de Gran Asia de Shanghái a San Petersburgo –incluyendo, crucialmente, a Teherán– en lugar de una Eurasia total que se extienda de Lisboa a Vladivostok. La Eurasia total podrá romperse, al menos por ahora. Pero una Gran Asia es posible. Habrá un tsunami de esfuerzos de los sospechosos habituales para destruirla.
Será fascinante contemplar todo esto. ¿Cómo van a fijar la mirada hacia Occidente Moscú y Pekín –política, comercial e ideológicamente– sin arriesgarse a una guerra? ¿Cómo enfrentarán tanta presión? ¿Cómo venderán su estrategia a grandes sectores del Sur Global, a través de múltiples latitudes asiáticas?
Sin embargo ya se ha ganado una batalla. Adiós Zbigniew Brzezinski. Su gran sueño hegemónico del gran tablero de ajedrez se acabó.