En su discurso pre-electoral, Hillary Clinton criticó las cualidades personales y profesionales de su rival, Donald Trump. Sin embargo, como en ocasiones anteriores, no quiso responder a algunas cuestiones esenciales que plantea Trump. Entre ellas, destaca el rechazo a las políticas de libre comercio que obligan a trasladar la producción de los negocios al extranjero, el aislacionismo en la política exterior, la prioridad en la resolución de los problemas internos en lugar de una activa política intervencionista en los asuntos de otros países, son aspectos de la política de Trump que Clinton trata de evitar. En cambio, acusa a Trump de trasladar una parte de la producción de su empresa al extranjero, aunque la compañía de Trump está siguiendo las normas establecidas por su marido y Obama.
En vez de plantear una crítica constructiva sobre las posiciones de Trump, Hillary Clinton construyó su discurso a base de lacrimógenas historias personales, declaraciones de apoyo a la clase obrera, apelaciones emocionales a los temas de la historia de los Estados Unidos (sobre los fundadores, la guerra por la independencia, la crisis de los misiles en Cuba). En lo que respecta a la política exterior, Clinton se comprometió a mantener la presión sobre Rusia, a la que considera una amenaza.
El fin de la convención demócrata marca el inicio de la carrera oficial electoral para los candidatos de ambas partes. Por primera vez en mucho tiempo, Estados Unidos tiene la oportunidad de cambiar su destino a través del no intervencionismo de Trump, lo que significa una oportunidad para los EE.UU. y el resto del mundo. O bien, puede continuar por el camino de la globalización liberal de Clinton, que significa la guerra contra el resto del mundo, cansado de la hegemonía estadounidense.